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 domingo, 05 de marzo de 2006  
El tango volvió a reinar en Buenos Aires
Porteños y extranjeros tomaron clases de baile y milonguearon en las más de 60 sedes de un festival

Más de 60 sedes tuvo este año el Festival Buenos Aires Tango en su octava edición, donde miles de argentinos y extranjeros disfrutaron de sus espectáculos de baile y música, tomaron clases y, fundamentalmente, milonguearon.

Los 48 conciertos y espectáculos, las clases que se dieron en más de 70 lugares y los ocho bailes con orquestas en vivo fueron, como todas las actividades, de acceso gratuito. Las entradas se agotaban a poco de empezar su distribución, aunque estos ocurría a partir de las 10, un horario difícil para los milongueros.

Esta gente que se acuesta con la salida del sol llegaba somnolienta, con poco tiempo de sueño o sin dormir; algunos con la misma ropa con que dejaron el boliche unas horas antes y se fueron a desayunar para hacer tiempo hasta que abriera la boletería.

Tras conseguir la entrada, los extranjeros se iban a su hospedaje, donde luego de una larga y reparadora siesta decidirían si tomar alguna clase gratuita, con los mismos profesores que en sus giras al exterior se cotizan altamente en euros o dólares, ver un espectáculo callejero o elegir una milonga vespertina.

Para los argentinos era más complicado, ya que el día se les acortaba, porque muchos debían ir a trabajar, encontrar un pequeño espacio para la siesta a la noche y despertar casi a la hora de salir para la milonga.

De las más de 60 sedes, una docena fueron lugares abiertos, para los que no se debía adquirir entrada previa, lo que facilitaba las cosas y convocaba a más gente, entre ellos transeúntes que adherían en forma espontánea al Festival y quizás lo agendaban para los próximos días.

Entre estos lugares figuraron el Rosedal de Palermo, el espigón de acceso a la Reserva Ecológica, la plaza de la Fuente de las Nereidas, el Parque Lezama, la calle Jean Jaurés frente a la Casa de Carlos Gardel, el parque Rivadavia, la Diagonal Norte y el salón central de la renovada estación Constitución.

En todas las sedes hubo clases gratuitas, en las que tampoco hacía falta entrada previa, y en ellas se encontraban extranjeros, viejos milongueros, principiantes en el tango y vecinos que iban a probar sus primeros pasos con calzado de "entrecasa".

Muchos maestros cotizados internacionalmente dejaron sus estudios o espectáculos por unas horas y brindaron su conocimiento.

Uno de éstos fue Miguel Angel Zotto, quien con su compañía y la obra "Su Historia" llenaba todas las noches el teatro Lola Membrives, en la avenida Corrientes, y dedicó una tarde en el complejo Dorrego a enseñar a caminar el tango y tomó a las principiantes y las llevó unos minutos al compás de la música. (Télam)
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Las orquestas típicas animaron más de 40 conciertos brindados en lugares abiertos.


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