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 domingo, 05 de marzo de 2006  
Historias
Marzo del 76, el principio del fin

En marzo de 1976 la economía argentina había llegado a una crisis sin precedentes. Los problemas políticos y económicos venían acumulándose en los años anteriores, pero se pusieron al rojo a partir de junio de 1975, cuando el llamado "Rodrigazo" se convirtió en un verdadero punto de inflexión en materia de política económica.

Llamados a sepultar definitivamente el pacto social de José Ber Gelbard, los anuncios de Celestino Rodrigo, originados de la pluma de importantes referentes del sector financiero, se tradujeron en una devaluación del 160% del dólar comercial, un ajuste de tarifas que en algunos casos llegó al 181% y el aumento de las tasas de interés.

La inflación se disparó y la caída de los salarios reales fue superior al 50% en los seis meses posteriores al anuncio del plan de ajuste. La fuerte iliquidez agudizada por la escalada inflacionaria deterioró profundamente las cuentas fiscales.

"El explosivo salto a la inflación generaba la caída de los salarios, la especulación en el mercado cambiario impulsaba el alza del dólar y alentaba el contrabando y el mercado negro hasta deteriorar profundamente la balanza de pagos, la intensa liquidez aceleraba el surgimiento de nuevas operaciones en el sistema financiero y el déficit fiscal acotaba el margen de maniobra de las autoridades", recuerda el economista Jorge Schvarzer en su libro sobre la historia de la política económica de José Martínez de Hoz.

Esta "formidable combinación de factores negativos" aceleró la dinámica golpista puesta en marcha mucho antes por las fuerzas armadas y el establishment económico para ejecutar lo que Guillermo O'Donnell calificó como la "venganza social" contra los sectores populares que medio siglo antes habían emergido como protagonistas de un nuevo modelo económico.

Los nueve meses desde el Rodrigazo hasta el golpe "fueron suficientes para parir una nueva relación de fuerzas en la sociedad argentina, debilitando el papel de los partidos políticos y los gremios, y centrando las expectativas de solución en el salvataje de los organismos financieros internacionales".

Más allá de su condición de hombre de referencia de los grupos económicos más importantes, las vinculaciones de José Alfredo Martínez de Hoz con los bancos y organismos financieros internacionales fueron decisivos en su designación como ministro de Economía de la dictadura. Schvarzer destaca como síntoma de "efectividad de su nombramiento", que mientras días antes del golpe el estrangulamiento del sector externo se reflejaba en la existencia de sólo 23 millones de dólares de reservas de libre disponibilidad para afrontar cancelaciones de deuda con el exterior, pocos días después el Fondo Monetario Internacional liberó una línea crediticia de 100 millones de dólares.

Este respaldo y su consecuencia en la instrumentación del "más sólido, duradero y coherente intento de reestructuración global de la Nación, en consonancia con los criterios y expectativas de los grupos dominantes", ayudan a explicar a juicio del economista la inusual duración del reinado de Martínez de Hoz en el Palacio de Hacienda (del 76 al 81), a pesar de su rotundo fracaso en el control de las principales variables de la economía.
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