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 domingo, 02 de octubre de 2005  
[Miradas] - Seminario en el Parque de España sobre política y ficción
Un mundo maravilloso
El artista Daniel Santoro dice que no se siente un justiciero pero sí que hace justicia con su propuesta estética. Critica a Berni por ocultar el peronismo en su obra

Lisy Smiles / La Capital

Daniel Santoro nació en 1954, tiempo antes de que un golpe de Estado derrumbara el gobierno de Juan Domingo Perón, unos meses antes de que empezara a perderse el sueño peronista. El es peronista y no lo disimula, puede ironizar, analizar, desafiar, intuir o recrear, pero exhibe su ser peronista. Su obra reciente ahora es preciada, cuando comenzó a asomar en las galerías desconfiaban de que fuera aceptada. "Hoy tiene un mercado", admite el artista plástico y comenta: "Gente adinerada ha comprado alguna obra, eso es sorprendente, quizá la quiera tener como un trofeo". Su preocupación está centrada en que ese mundo que él admite añorar sea reconocido. "Siempre las miradas sobre el peronismo o sobre lo que produjo tienen un desvío", se lamenta, pero aclara que justamente utiliza esa ausencia para su pintura. "El peronismo no tiene imágenes, yo no soy un justiciero sino que en todo caso hago justicia por pintura propia", bromea.

Es que el humor no está por fuera de sus cuadros. Pero no es simplemente una humorada o un trazo de cómic, hay algo de barroco y renacimiento. Hay gráfica del 30 o el 40, tan típica de las publicaciones justicialistas, y sobre todo eso intervenciones orientales ("que operan como filtros", revela Santoro).

Pero por encima algo corrosivo merodea. "Es un sueño que nunca se termina de cumplir, porque en su momento el peronismo lo cumplió, cumplió el sueño de muchos. Y esa es la sobrevida real", explica un integrante de ese movimiento de sobrevivientes, tal cual él lo admite.


Sincretismos por dos
Es difícil describir con palabras su obra reciente. Por eso el viernes pasado cuando disertó en el Centro Cultural Parque de España como invitado del seminario "El gran relato peronista (Política y ficción)" puso sus imágenes como protagonistas de la conferencia.

La serie empezó con una demostración de la arquitectura peronista, dio cuenta de la mezcla de estilos. Lo monumental, con el aire fascita de la época o stalinista "no de Hitler que era historicista", aclara; también el típico chalecito obrero, "el más caro de tres diseños que Evita tenía en su escritorio para elegir", agregó. Y el modernismo, como los edificios de correos o el propio Teatro San Martín de Buenos Aires. Mezcla, "sincretismo", según sus palabras. Como el peronismo mismo. O "¡Peronismo verdadero!", como interrumpió un desopilante asistente.

"Es una invención criolla", advierte Santoro y quizás por eso "la academia no lo reconoce". Y otros lo obvian, o lo niegan o lo prohíben, como ocurrió tras el 55 según un decreto ley que no permitía ni siquiera su mención. Pero, ¿de quién se habla? Esa es la atracción, casi no hay manera de separar el movimiento político de la propuesta estética de Santoro, aunque por momentos él decide alejarse y entonces criticarlo o arrancar una sonrisa en la mirada del espectador. Porque esa es la sensación ante algunas de sus obras: ser espectador.

Y en eso quizás está otro ingrediente de su sugerencia. Santoro también tiene experiencia como escenógrafo (montó la "Evita" de Copi) y como director de arte en cine. Hay drama en sus pinturas, y hay trama tejida o urdida sobre la historia, la que él cree que no es reconocida.

Justo ahí Santoro engarza su crítica a Antonio Berni. Que es política, no estética. "Es un artista excelente, pero su mirada no fue ingenua. En los 60 yo también recorrí los suburbios y en las casitas estaba pintada la V y la P ("Perón Vuelve"), y ¿él no la vio? Tampoco vio las estampitas o altarcitos a Eva Perón", afirma y, sin anticipar conclusiones, muestra en su disertación a Ramona Montiel, la mamá de Juanito Laguna, de la mano de Evita, en la República de los Niños.

Su crítica se extiende a sus pares "siempre se acuerdan del Guernica, y pareciera que los bombardeos en la Plaza de Mayo no existieron, no hay imágenes de eso, sobre eso no hay arte, el Guernica sí". En su tono no hay agresión, es como que sólo lo dice y con esa actitud se muestra satisfecho.

Dice que él prefiere al peronismo de la primera época (1945-1955), pero busca en el presente los restos diurnos de ese sueño hoy casi perdido, según él mismo confiesa. "Escuché hace poco a Estela Carlotto (presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo). Dijo que ella festejó en el 55 cuando hacen caer a Perón y que ahora se arrepiente, porque la impunidad que cayó sobre esa gente (por los golpistas) provocó la muerte de muchos después". Entonces Santoro aporta: "Ahí justamente estaban Cacciatore, Suárez Mason, Massera, entonces toda esa impunidad del 55 era el inicio de lo que después irrumpe en el 76. Incluso muy específicamente (Carlos Jaime) Fraguío era uno de los que bombardeó, manejó los aviones, y después fue uno de los jefes en la Esma, toda esa gente quedó impune. Hubo una continuidad", reflexiona.

A eso refiere cuando dice que el juicio hacia el peronismo es desnivelado, desamorado. "Me parece que todas esas cuestiones tratadas con tanta injusticia hacen que el peronismo todavía sea como un fantasma, sobre el que creen que desaparece y vuelve a aparecer. O como las cucarachas o las ratas, que uno limpia la casa y no hay ninguna, y de pronto a la noche se te llenó de cucarachas la casa. El peronismo tiene ese tipo de existencia, un poco de sobreviviente, vive en la oscuridad, sobrevive a todo. Qué sé yo, los sindicalistas, los Menem, lo más oscuro y lo más claro que puede haber, el progresismo. Es decir la luz y la sombra lo contienen", explica. Pero aclara "yo no soy un justiciero, en todo caso hago justicia a través de mi pintura".


La cosmogonía
Por eso en su pintura recrea ese mundo peronista donde el padre de familia tenía trabajo, estaba la sidra y el pan dulce, los chicos con delantales blancos, las usinas humeantes, el auto justicialista y más, mucho más. Ese universo -cosmogonía diría Santoro- estético que es una mezcla pero que esconde algo genuino, "tan genuino como el peronismo, que es una invención criolla, algo raro", se sincera.

Esa mirada genuina es un valor para Santoro igual que lo que nace en la orilla o el margen. "Sí -responde-, lo marginal es un valor agregado. La cumbia villera, esa música a mí no me gusta, es una mierda, pero yo reparo en ese sonido, tan primitivo. Yo no sé si el tango no empezó de alguna manera por ese lado, por la orilla. Me parece que habría que tenerle un poco más de respeto, después de todo cuando uno sale afuera no hay un concierto brandeburgués en la calle", desafía.

Mientras, por la pantalla se suceden las imágenes de esa cosmogonía diseñada por Santoro, donde "Perón no se representa porque la imagen de Dios no está, sí Eva". Y reaparecen las sonrisas cuando se ve no sólo a la ya conocida "Evita castiga al niño gorila", sino también al socialista, donde tiene en su falda a un pequeño muy similar a Lenín que llora por los chirlos y en ese acto deja caer un acorazado Potemkin de juguete.

Y sobre el presente explica que Menem y Kirchner son efectos del peronismo, porque "el peronismo es una especie de gran herencia en donde hay muchos que vienen a reclamar su parte, toman su parte y la juegan. Menem la jugó por un lado que no estoy de acuerdo, pero no niego que Menem es parte del peronismo. El peronismo también es eso y mucho peor: hay asesinos, hay cosas terribles, porque el peronismo no es políticamente correcto". Y él tampoco lo es, por eso irrita.
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Un Santoro puro. "Evita protege al niño peronista" es un óelo, acrílico y dorado a la hoja.

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