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domingo,
02 de
octubre de
2005 |
[Lecturas]
La búsqueda incesante
Gabriela De Cicco
Muchos escritores y escritoras han confesado, en algún punto de su producción literaria, que la escritura era para ellos y ellas una condena: pienso en Pizarnik que pensaba en Kafka, y en ambos juntos que se encargaron de alimentar y dar forma a esa figuración, por sólo nombrar un par de ejemplos. El reciente libro de ensayos del crítico Harold Bloom, "¿Dónde se encuentra la sabiduría?", tiene, en un primer momento, algo de esa confesión.
Lo que nos hace sospechar la condena son dos citas, favoritas del autor, que parecen haber guiado toda su producción. Provienen de los dichos de "Pirke Aboth" (los Dichos de los Padres), a los que el autor "ahora en la vejez" frecuenta aún más, y sobre todo después de haber estado muy cerca de la muerte a causa de una enfermedad. El primer proverbio es: "No digas que estudiarás cuando tengas tiempo libre, pues a lo mejor no lo tendrás nunca". El segundo dice: "No se te exige acabar el trabajo, pero tampoco eres libre de abandonarlo".
No son sugerencias, son órdenes. No son graffitis cualquiera, son aforismos extraídos de un libro sagrado. No hay elección: hay que hacer lo que hay que hacer. La búsqueda del conocimiento y el trabajo intelectual no nos aseguran la "obtención" de la sabiduría. La sabiduría sería un proceso, y a la vez una meta que se expande y que se aleja.
La pregunta que da título a este volumen, tomada de uno de los versículos del "Libro de Job", es el detonante para el trabajo de un Bloom sobreviviente: "¿Dónde se encuentra la sabiduría? surge de una necesidad personal, que refleja la búsqueda de una sagacidad que pudiera consolarme y mitigar los traumas causados por el envejecimiento, por el hecho de recuperarme de una grave enfermedad y por el dolor de la pérdida de amigos queridos."
El comienzo de este recorrido se remonta a los libros sapienciales sagrados hebreos, a los griegos, y desde allí nos arrastra con su vendaval erudito hasta el siglo XX, a través de textos filosóficos, literarios, poéticos. Por allí pasan: Job, Platón, Homero, Cervantes, Shakespeare, Montaigne, Francis Bacon, Goethe, Samuel Johnson, Emerson, Nietzsche, Freud, Marcel Proust, T. S. Eliot, Oscar Wilde, Whitman, Melville, San Agustín.
Harold Bloom (New York, 1930) que enseña en las universidades de Yale y en la de su ciudad natal, es autor de "La compañía visionaria", "El libro de J", y "El canon occidental", entre otros. Este último título presentó en su momento un estudio de libros y autores que a Bloom le parecían y aún le parecen imprescindibles. La presentación de ese canon le valió muchos seguidores, y a su vez varias críticas desde el ámbito de la crítica literaria feminista (que ya habían comenzado cuando Bloom publicó en 1973 "La angustia de las influencias"), y de la crítica cultural.
En "¿Dónde se encuentra la sabiduría?" tampoco abundan las autoras, y también se vuelve a presentar un canon, muy personal. La pregunta, más que llevar al alivio por medio de las posibles respuestas, parece profundizar la grieta existencial. Se pueden recordar aquí los "versos" del Eclesiastés, que el mismo Bloom trabaja, y que reafirmarían esa idea: "Donde abunda sabiduría, abundan penas,/ y quien acumula ciencia, acumula dolor." Sin embargo ese exceso, esa abundancia, es lo que pone en movimiento la fragua de la que salen otros mundos posibles, y hace que la máquina intelectual no se detenga.
Motivador y movilizador como algunos de los libros de Barthes, Bachelard, Said, Adrienne Rich o Muriel Rukeyser, Bloom nos plantea una invitación, y hasta un desafío: la pregunta debería poder servirnos para buscar nuestro propio canon sapiencial, bajar libros diferentes de los estantes, sumar otros y dejar que las respuestas varíen, se fundan y confundan.
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