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 domingo, 02 de octubre de 2005  
[Primera persona]
Pilar Calveiro: "El único sentido de la memoria es la apertura hacia lo por venir"
El origen del autoritarismo y el ciclo de la guerrilla son objeto de una lúcida reflexión en "Política y/o violencia", un libro que publica norma

Osvaldo Aguirre / La Capital

Con su primer libro, "Poder y desaparición", Pilar Calveiro hizo un aporte indispensable al análisis de la génesis y el funcionamiento de los campos de concentración durante la dictadura militar. Ex detenida-desaparecida, investigadora y docente universitaria en México, donde reside desde 1979, acaba de publicar "Política y/o violencia. Una aproximación a la guerrilla de los años 70" (Grupo Editorial Norma), un deslumbrante "ejercicio de la memoria" que se adentra en otro terreno poco y nada explorado: la responsabilidad de las organizaciones armadas en la tragedia de la segunda mitad de los 70.

Calveiro propone un recorrido en dos partes. "Rehistorizar el pasado" revisa la historia argentina desde 1930 hasta 1976, para rastrear el origen y el desarrollo de la lógica autoritaria que exasperó la dictadura de 1976. "La desobediencia armada" entrega un minucioso análisis de la derrota de las organizaciones armadas.

-El centro de mi análisis -dice- es que la derrota de las organizaciones armadas estuvo ligada con una falta de política, con una deficiencia en la dimensión política. En línea con eso planteo que la memoria de los años 70 también tiene que ser una memoria politizada, en el sentido de recuperar las coordenadas políticas. Por eso digo que tanto una visión privada, individualista de la memoria, como un relato heroico, cierran la posibilidad de análisis político. En ese sentido planteo este abordaje desde las claves políticas. Eso, en la Argentina, lo está haciendo hoy mucha gente. Hay prácticas de la memoria que cada vez más buscan estas claves políticas. Algo diferente del relato heroico, al que yo pensaría al revés, como antipolítica.

-El relato de la memoria, dice en el libro, se construye desde el presente pero tiene en cuenta las particularidades del pasado. ¿Cómo es posible esa elaboración?

-Es una de las cuestiones más difíciles. Para que la memoria no traicione al pasado tiene que recuperar sus ejes de sentido. Sin embargo, la memoria siempre es un movimiento que ocurre desde el presente. En realidad la memoria está disparada -por llamarlo de alguna manera- por las necesidades, las preguntas, las urgencias del presente. Así como recupera los ejes de sentido del pasado, la memoria debe tener la posibilidad de conectarlos con los sentidos del presente. Lo que intento es esto: cuando se plantea, en mi libro, la relación entre violencia y política como núcleo del análisis es porque esa relación tiene una enorme vigencia en las discusiones políticas actuales y está en el centro de la práctica de los años 70.

-Según su relato, esa relación se incuba a lo largo del siglo XX en la Argentina.

-Sí. La articulación entre política y violencia, a lo largo del siglo XX, se da con un fuerte énfasis en la violencia, en el ejercicio de la fuerza. Y en una forma de organización del poder estatal y por lo tanto de las relaciones de poder sociales fuertemente autoritarias. O sea, con una gran presencia de los actos de fuerza. Eso ocurre en los distintos momentos del siglo XX, tiene un punto de inflexión muy fuerte en el golpe del 66 y alcanza su punto máximo en el golpe del 76.

-Pero en los 70 había un consenso bastante amplio respecto de la legitimidad de la violencia en la lucha política.

-En la época la relación entre política y violencia se aborda de manera explícita y se ve como válido el recurso a la violencia en la práctica política, está incluso naturalizado del 30 en adelante, pero sobre todo a partir del 66. Sin embargo, no creo que esa relación sea exclusiva de los modelos autoritarios sino que está presente siempre en la política. La violencia está en el núcleo mismo de la política, y por supuesto también en la política de las democracias. Lo que habría que ver es de qué violencia estamos hablando, cómo juega esa violencia y cuáles son los usos que se le pueden dar.

-¿En los modelos autoritarios la violencia está más expuesta y en las democracias más soslayada?

-Los modelos autoritarios, como se basan en una representación binaria de la sociedad y de la política, siempre se organizan en la perspectiva amigo-enemigo. Lo que hay enfrente es un enemigo al que hay que excluir -en el mejor de los casos- o destruir -en el peor. Ese patrón autoritario no necesariamente desaparece en las democracias, de hecho hay quienes hablan de democracias autoritarias. Cuando yo estoy pensando en la expulsión o el exterminio del otro, obviamente la violencia está en primer lugar; en otras formas de la práctica política, de convivencia con lo diverso, con lo diferente, la violencia no deja de existir, pero tiene otro papel y otra forma de expresarse.

-¿Por qué, como sostiene, el campo de concentración es el eje de la política en el modelo autoritario?

-Porque es la institución por excelencia de la exclusión y exterminio del otro. El campo de concentración es una institución de encierro primero y de eliminación después. Por lo regular, lo que se elimina en el campo de concentración es la diversidad de los otros. Siempre aparece como un otro único: el judío, el subversivo. Pero no es cierto. En realidad en el campo de concentración se encierra y se eliminan las diversidades que no coinciden con el modelo unitario de poder. El campo de concentración tiene un efecto multiplicador. El hecho de que exista hace que una serie de prácticas concentracionarias se expandan en la sociedad. Pero al mismo tiempo sólo es posible en ciertas sociedades que podríamos decir, entre comillas, "sostienen" el modelo concentracionario. Y estas sociedades necesariamente son autoritarias.

-El golpe del 76 tuvo el apoyo de muchos sectores civiles. Y la guerrilla lo vio como algo favorable para su política.

-Ahí hay dos cuestiones diferentes. Ese consenso tiene que ver con la naturalización en la sociedad del recurso a la violencia dentro de la política, del uso de formas violentas que excluyen al otro. En ese sentido, esto no ocurre solamente en el 76. Por eso la historización que trato de hacer, es algo que se ha alimentado durante décadas, donde se va naturalizando este recurso a la violencia. Ahora, ¿qué pasa con el golpe y por qué el golpe puede ser "deseado", entre comillas, desde distintos lugares? Creo que eso tiene que ver con la visión guerrera de la política que está directamente ligada con lo autoritario, en donde la política se entiende como una confrontación amigo-enemigo. Algunos sectores de las organizaciones pensaban que el golpe de estado marcaba muy claramente los dos campos y fijaba con mucha precisión dónde estaba el enemigo.

-¿Los campos de concentración aún producen efectos en la sociedad?

-Creo que el poder de lo concentracionario es enorme y que sus efectos son a largo plazo, permanecen de una manera oscura, como los mismos campos, en la memoria social. Es muy difícil identificar en qué medida están presentes, en latencia, y cuándo empiezan a esfumarse. Hay una serie de efectos de lo vivido que permanecen como marcas en la sociedad. Sin embargo, todas las prácticas de la memoria son formas de elaboración que permiten también sanar -digamos- esas marcas, reconocerlas, poder vivir con ellas y avanzar en otras direcciones.

-¿La teoría de los dos demonios es un obstáculo para reflexionar sobre los 70?

-Cualquier demonización de la política es un obstáculo. La política no es una lucha entre ángeles y demonios. Hay que buscar claves políticas.

-En el libro dice que el ejercicio de la memoria le va a llevar toda la vida. ¿Qué es lo que persigue?

-La memoria no es algo voluntario sino que se nos impone. Es esto que viene desde lo vivido. Nadie prescinde de lo vivido, lo que sí hace es organizarlo de acuerdo a lo que tiene por vivir. Esto vivido de la militancia, del encierro, de la derrota, estará siempre presente en la reflexión porque es parte de nuestra experiencia. Sin embargo, siendo parte de nuestra experiencia, el único sentido de esta memoria es la apertura hacia lo por venir, hacia lo que se está abriendo desde el presente.
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Análisis. Calveiro sigue en detalle el trágico ciclo de las organizaciones armadas en los 70.

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