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 domingo, 02 de octubre de 2005  
La hora del desembarco K

Mauricio Maronna / La Capital

Carlos Reutemann eligió la localidad de Nelson para despejar las suspicacias y, aún sin campera roja, mandar el mensaje que Agustín Rossi y la Casa Rosada estaban esperando.

Tras hacer profesión de fe kirchnerista, reivindicando los números de la economía y los indicadores a futuro, el Lole fue contundente en una charla con periodistas: "Si los santafesinos quieren acompañar las transformaciones del presidente, tienen que votar a Rossi. Si desean que la Nación nos acompañe en las cosas que pedimos, como la autopista Rosario-Córdoba o el puente Reconquista-Goya, eso es lo que hay que hacer. De lo contrario no le pidan esto a Néstor Kirchner, pídanselo a otro. ¿Está claro?".

Las palabras del senador repiquetearán en los oídos de los santafesinos desde las próximas horas hasta el último segundo del día de cierre de campaña. El candidato a diputado nacional del Frente para la Victoria pudo entre el jueves y el viernes calmar su ansiedad frente a esos pozos de silencio en los que se interna Reutemann y contar, al fin, con un respaldo imprescindible a la hora de salir a disputarle el partido a Hermes Binner en el último cuarto de hora.

Un día antes, el jueves, en la intimidad de la Casa de Gobierno, el jefe del Estado llevó a Rossi a uno de los laterales de su despacho, miró a cámara y monologó durante 3 minutos sobre las elecciones en la provincia. El santacruceño recordó las obras que el Ejecutivo encara en Santa Fe y señaló que el voto a la lista encabezada por el rosarino es imprescindible para la "gobernabilidad".

Sabedor de que su imagen positiva en la ciudad no se nutre solamente por las opiniones justicialistas, hizo explícita referencia a que en su accionar no hace "discriminaciones ideológicas", pero de inmediato envío un mandoble a socialistas y radicales: "A veces no logro la misma respuesta, tal vez porque los otros responden a la vieja política".

El discurso del presidente será editado en forma de spot y se convertirá en el mejor aliado para que Rossi pueda desatormentarse con los pronósticos que día a día bajan desde los medios y que ponen a Binner como "el seguro ganador de los comicios en Santa Fe".

La mirada porteña hizo que el presidente del Concejo aprovechara su paso por Balcarce 50 para dirigirse a la Sala de Periodistas y sugerirle a los cronistas: "Muchachos no se coman la curva, nosotros estamos muy cerca de ganar las elecciones".

La grabación en crudo que registran las palabras y las imágenes del presidente tiene un cierre que seguramente los santafesinos no verán, pero que marca claramente la imperiosa necesidad de nacionalizar la campaña. Kirchner consumió sus tres minutos, palmeó a Rossi y largó la chanza: "Ahora estamos 7 puntos arriba de Binner".

Más allá de las palabras, el capítulo santafesino de los comicios del 23 de octubre se convierte en una de las dos madres de la gran batalla (la otra es Capital Federal), justo ahora que el desafío en territorio bonaerense parece definido a favor del gobierno nacional.

"Nacionalizar" es la palabra de moda para todos y cada uno de los candidatos justicialistas, que apelan a ella con el mismo frenesí con el que Binner hace eje en los problemas que arrastra la provincia. ¿Qué opción elegirán los ciudadanos de la bota a la hora de introducir la boleta? Ese interrogante, con tantas encuestas truchas y demasiado ruido de fondo, solamente podrá ser develado el penúltimo domingo del mes en curso.

En el gobierno nacional desde el miércoles pasado comenzaron a encenderse todas las luces amarillas, luego de la aprobación en Diputados del proyecto de ley para suspender por 120 días las ejecuciones hipotecarias. Por primera vez desde el 25 de mayo de 2003, la oposición paseó su victoria legislativa, algo que fue leído como un cambio de estrategia hacia adelante.

"La luna de miel se rompió, Hace más de dos años que Kirchner ningunea al Congreso y deberá entender que ahora tendrá que darnos alguna palmadita para que sigamos siendo levantamanos", hizo catarsis un diputado peronista santafesino, de esos que se sienten despechados y arrojados a la buena de Dios.

En pocos países como en la Argentina una elección legislativa adquiere las connotaciones de drama nacional. El que inauguró la trama fue el propio Kirchner al lanzar a los cuatro vientos que el día 23 se plebiscitaría su gestión. La caracterización de la primera dama, Cristina Fernández, respecto al duhaldismo (emparentándolo con la mafia) avivó aún más las brasas encendidas en la frondosa provincia de Buenos Aires. Rápidamente casi todos los protagonistas de la escena nacional que disputan algún cargo cargaron sus baldes con nafta e incendiaron de palabras y palabrotas una campaña que, como contraposición, se muestra mediocre y huérfana de ideas.

El jefe del Estado logró legitimarse y esfumar el magro 22% de los votos cosechados en el 2003. Y lo hizo merced a una gestión que representa un salto incuestionable de calidad respecto a sus antecesores. Aun con varias manchas producto, a veces, de su ensimismamiento y, en otras ocasiones, de cierta paranoia, la fragmentación de la oposición vuelve a convertir al justicialismo en el preferido de la contienda.

Los éxitos no peronistas surgirán dispersos en algunos puntos del país, sin que por el momento exista real vocación de poder para convertirlos en una fuerza centrípeta.

El desvelo del laboratorio de Olivos está ahora focalizado en la ciudad de Buenos Aires, donde Elisa Carrió parece despegarse de la disputa con Mauricio Macri y Rafael Bielsa. Los operadores que trajinan las mesas de arena oficialista intentan que, en algún momento, la mano amiga de algún encuestador saque de las preferencias a Lilita y ponga al presidente de Boca y al canciller en una misma grilla de largada.

Para el equipo comunicacional del Frente para la Victoria es mucho más sencillo enfrentar esa instancia (repitiendo lo sucedido cuando Aníbal Ibarra le ganó el ballottage a Macri, a quien alinearon con el menemismo y los negocios sucios con el Estado). Si Bielsa mueve la aguja en las encuestas en desmedro de la cada vez más moderada Carrió, el kirchnerismo podrá hacer gala de su declamado progresismo e intentar convencer al refinado electorado porteño de apostar al "voto útil".

Lilita es una cuña para ese intento y, de ganar las elecciones, será casi la única opositora en condiciones de ensayar algo que se parezca a una alternativa para el 2007. La predecible pésima cosecha electoral que les esperan a los candidatos radicales en un territorio otrora permeable a sus ideas, hace que muchos analistas comiencen a observar que el ingreso de Enrique Olivera a las huestes aristas responde a una pulimentada estrategia para quedarse con la clientela del centenario partido que, hoy, es una marca que cotiza en baja.

Kirchner, desconfiado aún en los días en que todo parece sonreírle, repasa con atención su primera derrota legislativa por la cuestión de las ejecuciones hipotecarias y cree que desde el 10 de diciembre el Congreso puede comenzar a convertirse en una doble línea de cuatro que frene su vocación ofensiva.

"No está claro que aun con un holgado triunfo de Cristina sobre Chiche queden resguardados sus restantes objetivos: erigirse en el líder indiscutido del justicialismo y quebrar definitivamente la espalda de la única estructura que aparecía con capacidad de condicionar seriamente la sucesión presidencial en 2007", dijo a La Capital el sociólogo Carlos Germano, conocedor de los pasadizos de la misteriosa provincia de Buenos Aires.

Aunque con caudal electoral menguado, la capacidad de daño de Duhalde puede resurgir intacta si, en lo inmediato, encuentra una pieza capaz de poner en situación de jaque al gobierno nacional. Solamente un nombre podría llevar adelante esa movida: Roberto Lavagna.

El hermético ministro de Economía construye desde el silencio pero es mirado con lupa por el núcleo duro del presidente, que desconfía del sigilo con que se maneja en la campaña, época donde hay lugar para los neutrales.

Frente a este cuadro de situación, Kirchner espera los resultados de las elecciones para modificar su gabinete. Otra vez, Reutemann logró que todos hablen de él cuando no es candidato a nada. Pese a su aparente desinterés en ocupar el cargo de canciller (aunque Héctor Timerman tendría el beneplácito de la primera dama; y un periodista, hoy director de la agencia Télam, lleva adelante un formidable lobby para calzarse el traje), algunos de los pocos que conocen las erráticas estrategias del Lole advierten que su salida para espantar las versiones está regida por un precepto que es casi una cita obligada en los pasillos de la Casa de Gobierno: "Si sonás para un cargo, sonaste".

Hasta que no pase el temblor de la campaña todas serán especulaciones, posicionamientos y jugadas a tres bandas. En el gobierno nacional y en cada una de las provincias habrá vencedores y vencidos, héroes y tumbas políticas.

Kirchner, como siempre, operará de acuerdo a las evidencias.
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