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domingo,
02 de
octubre de
2005 |
La comunidad judía, en vísperas de su año nuevo
Mañana al atardecer comenzará el año 5766. Los festejos se cerrarán con el Día del Perdón
El año nuevo judío 5766 comenzará mañana al atardecer, cuando Venus, primera estrella vespertina, aparezca en el firmamento.
En palabras de la liturgia judía, "en el Rosh Hashanah (año nuevo) se escribe lo que en Yom Kippur (día del perdón) se sella: cuántos morirán y cuántos serán creados; quién morirá y quién vivirá; quién a su debido tiempo y quién prematuramente..."
Por eso, el deseo que todo judío expresa en Año Nuevo es "que seas inscripto para un buen año".
Rosh Hashanah (literalmente, cabeza de año) se celebra entre el 1 y el 2 de Tishri -primer mes del calendario judío- cuando según la tradición fue creado el mundo y con él Adán, el primer hombre, considerado "cabeza" de la especie humana.
La fiesta del año nuevo se cierra diez días más tarde -el 10 de Tishri- con otra celebración no menos sagrada: Yom Kippur, o Día del Perdón, fecha en que se revisa lo vivido y se obtiene la purificación espiritual.
En esos diez días los judíos evocan la vuelta de Moisés al Monte Sinaí: "Estuvo allí cuarenta días y cuarenta noches sin comer ni beber", se lee en El Exodo 34.
La fecha para comenzar a reflexionar proviene sin embargo de la última Luna Nueva de agosto, al comenzar el mes hebreo de Elul, palabra que significa "el último".
Este año, Elul terminará con las últimas luces del lunes, previas al Año Nuevo, primer día del mes de Tishri.
Si se presta atención, los treinta días de Elul y los diez de Tishri, suman con exactitud los cuarenta días en que, según la tradición, Moisés estuvo con Dios en el Sinaí, procurando su misericordia.
El judío que pasó todo Elul sin arrepentirse, tiene aún la chance de hacerlo en esos diez días que van entre Rosh Hashanah y Yom Kippur.
Se entiende que en esos diez días -un tiempo de juicio- el libro de la vida está abierto y que el destino de cada uno será inscripto en él de acuerdo con el balance de sus actos.
El 1 y 2 de Tishri se hace sonar en las sinagogas el shofar (cuerno de carnero kasher), cuyo sonido es el grito hondo y profundo del hombre que implora perdón y busca conmover a Dios.
Con eso se recuerda el momento en que Abraham, a punto de sacrificar a su hijo Isaac para probar la dimensión de su fe y obediencia, recibe a último momento la misericordia divina: se le ordena desatarlo y matar a cambio un carnero.
"El sonido del shofar -se dice- hace que Dios pase del trono del juicio al trono de la misericordia". (Télam)
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