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 sábado, 01 de octubre de 2005  
Central precisa apuntalar lo anímico para poder crecer

Gustavo Conti / Ovación

Cuffaro tiene razón. Ahora que volvió a asomar el equipo, la cuestión pasa porque no se vuelva a perder, como pasó después del clásico. Pero, ¿fue Central en la noche que bordeó la hazaña en el Beira Rio el conjunto que resurgió de sus cenizas, o sólo se liberó de las presiones porque lo daban por muerto? El recuerdo aún fresco de lo ocurrido en Porto Alegre no deja aún lugar a consideraciones contundentes, pero sí permite una aproximación a una primera conclusión: el problema canalla no fue meramente físico como muchos suponían, excepto por las lesiones. Sí tiene algunos inconvenientes futbolísticos pero que no pueden escaparse a las fronteras del plantel que dispone, y puede decirse con buen margen de certeza, que tiene puntos flojos desde el punto de vista anímico.

A ver. Cuando Central fue de punto sacó a relucir lo mejor de sí. Le pasó en la Bombonera, en el comienzo de este Apertura. Le ocurrió en el clásico de ida de la Sudamericana, cuando se decía que Newell's tenía un potencial de nombres mucho mayor. Y también quedó a la vista el jueves. ¿O cuántos daban dos pesos con cincuenta por la suerte canalla y casi hace trizas las apuestas?

Sin olvidar que este proceso arrancó allá por agosto del 2004, por entonces Central venía desbarrancándose y como estaba en el fondo del pozo sólo le cupo ir mejorando. Lo hizo mejor de lo pensado, claro. Pero cuando llegó el torneo Clausura, el entonces técnico Angel Zof ya pintaba el primer cuadro de situación. Tras ese gran campeonato Apertura, el viejo maestro se bajaba del carro triunfador, paraba la pelota y se preguntaba si ahora sus muchachos asumirían mayores responsabilidades desde la posición de expectativa que se había creado.

La ilusión duró hasta la mitad del campeonato. Allá en lo alto, el joven y noble equipo canalla empezó a caer sin causa aparente y no fueron pocos los que atribuyeron el bajón sólo a una cuestión de planificación física. Sin embargo, las nuevas pruebas que aportó este comienzo de temporada, entre torneo local y Copa Sudamericana, apunta la mayor causa en otra dirección. Cuando este equipo se pone la pilcha de protagonista, por méritos propios vale aclararlo, la presión empieza a maniatarlo.

Después del gran triunfo ante Newell's se esperaba mucho más de Central, pero se derrumbó como un castillo de naipes. Y, casualidad o no, volvió a aparecer en la dimensión de equipo de temer cuando ya la suerte parecía echada, cuando no había mucho más por perder, tendencia que inclusive fue más evidente después del gol de penal de Inter.

De eso se trata el crecimiento, en definitiva. Del convencimiento interior, como les dijo Don Angel antes de emprender el viaje a Porto Alegre, como se los recalcó Cuffaro hasta el último instante antes de entrar a la cancha del Beira Rio, cuando le dijo por ejemplo a Ricardo Moreira, que podía hacerse dueño de su lateral y hasta se lo hizo decir camino al césped.

Central es un plantel corto pero hasta ahí nomás. No tiene estrellas, aunque sí algunos de más jerarquía como Raldes, Rivarola y Ferrari. Pero también otros que en varios momentos amagaron con entrar en esa elite. Cuando todos ellos sintonizaron la misma onda es cuando el equipo auriazul vivió sus mejores momentos. Ocurrió cada vez que liberó la presión, ahora le resta crecer manejando los mismos criterios dentro de ella. Ese sería el salto de calidad indispensable para que los hinchas puedan creer en pelear de veras un campeonato y tal vez, la experiencia de Porto Alegre, le sirva esta vez sí como piedra basal.
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