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domingo,
18 de
septiembre de
2005 |
[Nota de tapa] - La escuela que duele
Carmen de Patagones: tan lejos, tan cerca
A casi un año de la masacre ocurrida en una escuela de esa ciudad, los habitantes eligen mirar lo ocurido con distancia.Misterios y silencios en el sur bonaerense
Lisy Smiles / La Capital
Apenas si se sospechaba que el sol estaba por asomar. Palpó su cuerpo y estaba todo. Cerró la puerta de su casa, atravesó el jardín delantero y abrió la reja que daba a la calle. Ese día no reparó en el escudo de Boca Juniors incrustado en su puerta principal. Empezó a caminar los casi 500 pasos que lo llevarían a la Escuela Islas Malvinas de Carmen de Patagones. Aquel día, 28 de septiembre de 2004, no sería uno de los primeros en entrar, tampoco esta vez -como casi siempre hacía ritualmente- entraría al aula a dejar los útiles. Formó entre los últimos y después ingresó al salón. Dicen que tan sólo se paró frente al pizarrón y se dio vuelta mientras sacaba una 9 milímetros cargada con 13 balas. Y sin moverse, disparó sin parar sobre sus compañeros de 1º B del polimodal. Agotó un cargador y puso el otro del que salió una sola bala. Mató a tres e hirió a cinco adolescentes como él. Hoy, a casi un año de la única masacre escolar en Argentina, Patagones mira la historia desde lejos, esa extraña lejanía que impone a pesar de ser escenario y protagonista de una tragedia.
Rafael S., Junior, pasa sus días en una clínica neuropsiquiátrica luego de una supuesta autoagresión que habría intentado mientras estaba internado en un instituto de máxima seguridad para menores. Antes había sido declarado inimputable por ser menor. Su padre, integrante de la Prefectura y dueño del arma con la que su hijo mató, está presto a terminar un arresto de 45 días que le impuso la fuerza luego de sustanciar un sumario que le llevó más de 10 meses y en el que lo acusaron de no "custodiar" la pistola.
La escuela Islas Malvinas sigue haciendo sonar el timbre a las 7.30 para que los chicos entren a clase. Intenta recuperar la rutina educativa, aunque el aula donde ocurrió la masacre está cerrada, no se volvió a usar. Es más, en un principio fueron los propios chicos quienes consiguieron la llave y la cerraron.
En las paredes exteriores de la escuela sigue el mural que los alumnos del 1º B pintaron después de la tragedia, al igual que una leyenda en homenaje a los muertos que está en el frente. Las demás pintadas -graffitis- fueron blanqueadas, pero "por consenso", aclaran los funcionarios. Otros actores de la historia relatan que en realidad se pidieron muchas cosas para mejorar la escuela, pero empezaron por la pintura porque se acercaba el aniversario y "hay que mostrar una escuela prolija".
Hay ocho trabajadores de esa escuela sumariados, entre ellos la directora de entonces, docentes, preceptores y miembros del gabinete que estaban ese día. No quieren hablar. Se investiga si tuvieron responsabilidades "administrativas" en la masacre que ejecutó un chico de 15 años contra sus compañeros, supuestamente apoyado por su mejor amigo, Dante.
Nada se sabe del destino de Dante que al poco tiempo de la tragedia no fue más a la escuela y a quien se le habría acordado un traslado y hasta un cambio de identidad, aseguran algunas voces de Patagones. Hoy, para los que no quieren olvidar, Junior y Dante aparecen como figuras clave a la hora de develar secretos. Sobre ambos hay un cerco que impide saber dónde están.
Voces
Las voces. Los que hablan. Los que hablan de "eso", sin nombrarlo. O que después de un rato aceptan dialogar, pero luego es como si dejaran las palabras en suspenso, lejanas a ellos mismos. Quienes se apenan ante el recuerdo de las víctimas, ante el dolor de los padres y la conmoción de los chicos que estuvieron allí. "Pobrecitos", dicen desde una calle cualquiera de la ciudad-pueblo que alberga unas 30 mil almas justo en el límite sur de la provincia de Buenos Aires. "Somos un pueblo casi caído del mapa", suelen argumentar.
Esa ciudad-pueblo que de golpe sufrió un ataque incomprensible. Que fue invadida por unas semanas por periodistas y cámaras. Pero también por funcionarios nacionales y provinciales. A la que llegaron psicólogos, psiquiatras y especialistas diversos. Pero en la que hoy las distintas jurisdicciones decidieron que subsidiarían la atención a las víctimas (chicos y familiares), pero que quedaba librada a la disposición de cada uno. "La escuela no puede ser una clínica", no duda en afirmar una funcionaria de Educación de Patagones.
Entonces, la emergencia los convocó. Ahora el aniversario, y muchos vuelven. "Vinieron de la Dirección de los Derechos Humanos de la Víctima, pero nada nuevo, querían saber cómo estuvimos este año", comenta no sin pena la mamá de una alumna del 1º B que era íntima amiga de Sandra Núñez, una de las que murió ese día, junto a Federico Ponce y Evangelina Miranda.
Esa mamá, que no cesa de pensar sobre el futuro de su hija a quien todavía le cuesta dormir, y que reclama que se abran talleres en la escuela para que sea una escuela abierta a la que los chicos vuelvan a querer.
Armas y ataques
Las armas, los ataques y las defensas son parte de la historia de Patagones.
Carmen de Patagones está sobre la orilla norte del río Negro que sin embargo es verdoso y desemboca, 30 kilómetros hacia abajo, en el mar. A mediados del XIX su población se armó y defendió la comarca de una invasión brasilera.
Las armas son comunes entre su población, antes y ahora. "Acá las distancias son muy largas y es común que la gente las tenga para cazar o defenderse", dice sin demasiada preocupación un periodista de la zona. Es que por estos días, y a tan sólo unos pocos del aniversario de la masacre en la escuela, médicos del Hospital Pedro Ecay, que en la tragedia se convirtió en el centro de atención de la emergencia, denunció que la autoridad máxima en el área de Salud iba armada al hospital.
Casi nadie relaciona este hecho con lo ocurrido casi un año atrás. "Y sí, todos saben que le gustan las armas", repiten en Patagones. El funcionario vive en frente de una de las familias que perdió un hijo por una bala disparada por un adolescente que la tomó del placard de su casa, donde su padre la guardaba.
Pero no sólo la historia de la población armada para defenderse antes y ahora abona para que haya menos reacción de lo esperado. Pocos días atrás la Prefectura Naval anunció la instalación en Viedma de una base para el sur del país, que sumará 100 efectivos en la zona. Río de por medio de la ciudad donde hace casi un año un hijo de un miembro de esa fuerza arremetió en el aula contra sus compañeros. El anuncio se hizo como una señal de progreso. Los familiares de las víctimas no pueden creerlo.
En los paredones que aparecen cada tanto en la ciudad hay muchas pintadas, pero ninguna política. La mayoría son graffitis adolescentes donde reafirman su identidad, dibujando nombres y amores. Las paredes de Carmen de Patagones tampoco hablan demasiado de la masacre. "Ruiz: hijo de puta", refiere al profesor que debía dar clases el día de la tragedia; "P.F.-M.E.-N .S. Los vamos a extrañar" (las iniciales refieren a los chicos asesinados) y "3 ángeles subieron al cielo-29/09/04", aún pueden leerse en cercanías a la escuela.
Unas cuadras más allá otra sorprende: "No hay salvación para un pueblo sumiso".
Las sinrazones
Esta ciudad tiene uno de los índices provinciales más altos de suicidios de jóvenes pero nadie encuentra razones. Ellos eligen el río. Es más, este año hubo varios intentos y una chica se mató no hace muchos meses. Era alumna de la escuela Islas Malvinas. "Había tenido intentos, era problemática; sí, puede ser que le haya impactado lo que ocurrió, pero no fue sólo por eso", opinan desde el área de Educación de Patagones.
Hay tres escuelas medias y los ciber del centro funcionan como lugar de encuentro para los jóvenes. En los barrios, las esquinas. La oferta laboral no es muy variada: el campo, la construcción, el comercio y la administración pública.
Hace dos semanas se recibieron tres amenazas de bomba en la escuela Islas Malvinas. Acudieron los bomberos y se evacuó. "Algún chico, para molestar", fue el comentario, mínimo. Los llamados coincidieron con la llegada de funcionarios provinciales de Educación. Una avanzada que bajó para cerrar cuáles serán las actividades del próximo 28.
A un año de esa mañana de terror, hay dolor, se siente, se percibe. Pero la herida abierta la portan los que estuvieron más cercanos a la masacre: los chicos del curso, los familiares de las víctimas y no muchos más. El resto prefiere hablar del clima, que -aseguran- está cambiando en Carmen de Patagones.
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Fotos
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Las paredes. A pocos metros de la escuela, una pintada resistió el blanqueo.
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