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 domingo, 18 de septiembre de 2005  
[Nota de tapa] - Tan lejos, tan cerca
Cuando el dolor no encuentra razón
Marisa y Tomás Ponce son los padres de Federico, uno de los chicos asesinados en la masacre de Patagones.A un año, la conmoción no cesa. "Hay responsables", reclaman

Marisa y Tomás Ponce llevan 21 de casados. Son los padres de Federico, uno de los chicos que Junior mató en la Escuela Islas Malvinas. Tenía 15 años, era fanático de Boca y quería ser abogado para llegar a ser juez. "Fede era pura luz", describen sus papás que no cesan de sentir dolor, mucho dolor. Sentimiento que muta en bronca cuando hablan más que de Junior, de su padre "por irresponsable". Tanto Marisa como Tomás tienen 48 años, perdieron siete embarazos y con mucho esfuerzo lograron formar una familia. Fede era el menor de tres hermanos. Gonzalo, 23 años, estudia abogacía en La Plata y Maximiliano, 18 años, terminó en Islas Malvinas el año pasado. "Quería entrar en Prefectura, y una bala de esa fuerza mató a su hermano".

La casa de los Ponce está a pocas cuadras de la calle principal y a un poco más de diez de la escuela. Tomás es transportista y Marisa ama de casa. En un rincón dejó sus cuadros que venía pintando desde hace años, "todavía no puedo retomar la pintura", se lamenta.

Ella es una de las impulsoras de las marchas que se hacen todos los 28, o quizá su cara más visible. Tuvo que aprender a leer expedientes, recorta todo lo que se publica sobre la masacre, no se pierde detalle. Arma petitorios, se reúne con funcionarios. Lucha contra el olvido. "No sé, será apatía, quizá piensan que no les corresponde, o que no tiene sentido, que no se consigue nada, no sé", dice sobre la actitud de sus vecinos.

En la entrevista con Señales habla pausado, quiere hablar, sus manos estrujan continuamente un pequeño pañuelo al que recurre cada vez que las lágrimas irrumpen en su rostro. No le teme a un encuentro con Junior, lo desea para preguntarle por qué contra los chicos, "cuando su problema era el padre". Sospecha que puede salir en cualquier momento de la clínica donde está internado y que volverá a su familia, "a la que lo formó como un asesino, y que sigue teniendo un arma".

Tomás rehúsa más la entrevista, va y viene, lo llaman por teléfono, llega tarde y se suma cuando el grabador y la cámara ya no están. Hasta que acepta hablar en términos periodísticos. Es que también tuvieron que aprender a manejarse con los medios de comunicación. "Se dijeron barbaridades", explica. Es muy simpático y curioso pero al momento de hablar de lo ocurrido y cómo se siente a un año de ese 28 de septiembre se le estruja el corazón. Su llanto se hace casi permanente, casi porque se vuelve bronca cuando piensa en Fede que ya no está y no volverá, y en la impotencia que siente porque "no hay responsables".

Ambos coinciden en que no se olvide lo ocurrido y en la preocupación por los compañeros de Fede. "Los Ponce no somos quejosos, pero sí reclamamos", advierte Tomás.

-¿Por qué se pintó la escuela y se blanquearon los graffitis?

-Marisa: En octubre del año pasado una vez que vino el ministro de Educación provincial presentamos un petitorio donde solicitábamos una serie de reformas bregando por la seguridad de los chicos. Las pintadas eran más que nada expresiones de bronca y dolor por lo ocurrido, y de ser escuchados y que los profesores se pusieran las pilas. Cuando se aprobó la reforma y salió la licitación, que fue en marzo o abril, se empezó con la pintura. "Había que limpiar", dijo la directora entrante (se queda en silencio y cuando retoma el diálogo le tiembla la voz). Y lo que ocurrió no se lava con pintura. No entendieron, porque todo esto pasa por una educación, porque creen que si el chico tiene una ventana con acceso al exterior se puede escapar. Si va a la escuela contento no hace falta encerrarlo.

-Ustedes tienen otros dos hijos, ¿qué les dicen?

-M.: Sí, Gonzalo que está en La Plata estudiando abogacía, en 4º año, y con todo el dolor de no poder defender a su hermano ni trabajar con él, porque Federico decía que iba a ser abogado pero para ser juez. Y Maxi, que tiene 18, terminó en esa escuela el año pasado, daba clases en un aula contigua, pero ese día tenía hora libre y se fue a lo de su abuela. El iba a estudiar para ser suboficial de Prefectura. No hay nadie en la familia con ese perfil pero desde chico lo empezó a decir. Pensamos que era un capricho, pero no. El solo fue a averiguar, no le gusta mucho estudiar, iba a ingresar directamente pero Fede le decía que no apuntara ser segundo y siguió en la escuela para ingresar para suboficial. Y bueno, ahora no sólo desistió porque al hermano lo mató un arma de Prefectura (se quiebra) sino que vio que si bien en este caso fue una persona de Prefectura, se mueven corporativamente. Maxi está muy tocado, está haciendo un proceso, no es nada fácil.

-Tomás: Hemos sido gente de respeto, de criar los chicos de la mejor manera, para que no se burlen de nadie, para que nunca tiren una piedra ni rompan un vidrio, para que sean responsables y sobrevivientes de esta Argentina tan difícil. Todo nos costó mucho para llegar a la felicidad que tuvimos y que nos la quitó este hijo de mil putas que realmente nos hizo pelota. Los Ponce no somos quejosos, son los que aguantan la puñalada, y acá está la prueba. No rompemos vidrios, no quemamos gomas, no insultamos a nadie, fuimos con la verdad, con lo que dice el corazón. Y vamos a ir hasta el fin de nuestros días con la verdad y sin romper. Por supuesto que si nos ponen a Solich en frente, vamos a romper, y vamos a romper más que un vidrio. Fede era un grande de verdad, por eso es que a este Junior le molestarían sus compañeros; porque un grupo que se ríe, sueña, llora, canta, salta, baila, es un grupo viviente y que tiene un triunfo asegurado en la vida. Un tipo como este seguramente no tiene ningún triunfo, tiene el resto de sus días marcados a fuego.

-¿Lograron hablar con Junior, su padre o Dante (el compañero de Junior)?

-M.: Hablé un sola vez con Dante, nos saludamos y le dije que quería hablar con él, pero después se fueron de Patagones. Le hubiese preguntado qué sabía del caso. Porque si tenían planeado suicidarse juntos, si él le había suministrado a Junior material nazi y él lo había incitado a muchos de los gustos, supongo que él sabía. Espero algún día estar frente a ellos. Y a Junior le preguntaría por qué a los chicos y no al padre. Si su odio era contra el padre, por qué no al padre. Y si estuviera frente al padre espero tener la suficiente paz para preguntarle qué, qué pretendía de su hijo.

-¿Y usted Tomás?

-T.: Yo preferiría evitarlo

-¿Siente mucha bronca?

-T.: Creo que es poca, Fede se merecía más. Ellos no pueden haber hecho lo que hicieron, no pueden haber hecho jamás lo que hicieron, no tienen derecho. A nosotros nos robaron el ciento por ciento de nuestra felicidad para el resto de los días (le tiembla la voz). Entonces, todo es poco en referencia a los Solich, todo es poco. Por eso es que no me gustaría tenerlos muy cerca, porque seguramente terminaría preso.

-Que el dolor se calme es casi imposible, pero ¿qué debería ocurrir para que puedan vivir más tranquilos?

-T.: El premio para mí sería que el papá de Rafael Junior Solich viva cien años con enfermedades terribles, que la madre viva cien años y que padezca también terribles enfermedades, y que el hijo intente ser feliz. Si realmente esto se diera, yo moriría en paz, porque si viven dos o tres días, no sirve. Si los matan, no sirve. Tienen que vivir mucho, y penar mucho para poder sentir un diez por ciento del dolor que sentimos nosotros.

L.S.
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Por Fede. "El era un chico muy luminoso, esa luz es la que llevamos encendida en nuestra lucha", explican Tomás y Marisa Ponce.

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