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 domingo, 28 de agosto de 2005  
Ciencia. La carrera de Monsanto y Bioceres por los nuevos transgénicos
David y Goliat contra la sequía
Por separado, una multi y una alianza entre los sectores público y privado nacional buscan cultivos resistentes

Sandra Cicaré / La Capital

La biotecnología disparó una carrera que, por ahora, no tiene fronteras y dos empresas -una multinacional y otra argentina- se anotaron en uno de los circuitos que promete pegar fuerte en la competitividad del sector agropecuario. Se trata de Monsanto y Bioceres, que por distintos rumbos y cada una con un manejo diferente de los tiempos, están encarando investigaciones para poner en el mercado cultivos resistentes a sequía y frío, especialmente apuntando a los commodities como soja, trigo y maíz.

Los desarrollos se ubican en lo que los científicos denominan como los transgénicos de segunda generación, que generan una interacción entre la planta y el medio ambiente y a través de los cuales se busca no sólo modificar la productividad, sino los parámetros tradicionales de siembra que impactan sustancialmente en el aumento de los márgenes de la actividad.

Por caso, si existiera una planta con un gen resistente al frío en la Argentina se podría hacer una rotación en el mismo año de maíz temprano con soja de segunda, implantando anticipadamente -en el mes de julio por ejemplo- el cereal y la oleaginosa a principios de enero.

De ese modo, puede garantizar no sólo la rotación más óptima en un solo ciclo sino además una doble producción de dos cultivos con alto retorno económico.

En este camino, Monsanto ya anunció el descubrimiento de un gen resistente a sequía que está en etapa de experimentación en laboratorio para la soja y en campo en el caso del maíz, en el cordón productivo de Estados Unidos.

"Las pruebas de maíz se podrán ver este verano en la Argentina", anticipó Pablo Vaquero, flamante gerente de Nuevos Negocios de Monsanto Argentina.

El ejecutivo aseguró que "el gen ya fue descubierto e incorporado a la planta y ahora falta el proceso regulatorio" y adelantó que "en Estados Unidos se hicieron las primeras pruebas el año pasado con el germoplasma que se va a utilizar".

Ahora, la compañía espera avanzar con los trámites regulatorios para poder sembrar este año en las Unidades Experimentales de Alta Producción (Uedaps) los lotes con el gen con tolerancia a sequía para que el productor argentino pueda ir viendo cómo se comporta la planta. "Esto empieza a romper paradigmas", explicó Vaquero.


La experiencia local
Por su parte, Bioceres, la empresa comandada por el titular de Los Grobo, Gustavo Grobocopatel, está avanzando en un proyecto para producir plantas resistentes a sequía y frío. Se trata de un proyecto encarado en conjunto con la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y el Conicet. "El convenio está avanzado, estamos transfectando plantas de trigo, maíz y soja con estos genes de resistencia a sequía", confirmó Grobocopatel cuando estuvo en Rosario por el Congreso de Aapresid.

La vinculación entre Bioceres, el Conicet y la UNL comenzó con el financiamiento de los estudios del equipo de Raquel Chan, que el año pasado logró la caracterización de un gen de girasol que, cuando se expresa en la planta modelo Arabidopsis thaliana, le confiere tolerancia a sequía y salinidad. La participación de Bioceres aportó a este proyecto sustento para el desarrollo de las actividades experimentales y para el patentamiento de los resultados tanto en la Argentina como en el exterior, de los resultados.

Recientemente, y a modo de segunda etapa, los mismos actores firmaron un nuevo convenio para estudiar el funcionamiento de promotores naturales para ser probados luego en trigo, maíz y soja. El estudio científico prevé avanzar en el diseño de nuevos elementos genéticos que conferirán a las plantas las resistencias a las sequías o el frío, entre otras cuestiones.

Es que para obtener resultados en materia de transgénicos no basta con introducir el gen de interés de un organismo en otro distinto, sino que es necesario que se ponga de manifiesto en un lugar y un momento específico. Este ordenamiento de la expresión génica está fundamentalmente regulado por unos elementos genéticos denominados "promotores", que cumplen la función de hacer de interruptores que regulan cuando y donde un gen se pone de manifiesto.

Conocer cómo funcionan estos promotores y diseñar nuevos tiene un gran valor en función de su uso como herramientas biotecnológicas dado que en algunas oportunidades es necesaria la expresión de un gen en la raíz pero no deseada en las hojas, o viceversa.

"Los promotores están empezando a probarse en trigo, maíz y soja y dentro de un año deberíamos saber si realmente tenemos plantas resistentes a sequías en estos tres cultivos", precisó el titular de Bioceres y remarcó que siguiendo en esta línea "con suerte dentro de ocho años tenemos plantas resistentes y el 60% de la superficie argentina, que es árida o semiárida, tendrá nuevas opciones productivas".


La bioeconomía
Por distintos caminos y bajo fórmulas de diseño tanto empresario como de investigación diferentes, ambas empresas encararon una carrera por el conocimiento que tiene gran implicancia en la nueva economía. ¿Es capaz la Argentina, principal mercado después de Estados Unidos de semilla transgénica, de producir sus propios eventos?

El gobierno se juega todo a una respuesta positiva y en ese camino decidió encarar acciones como la nueva ley de biotecnología para fomentar al sector a través de incentivos fiscales.

La iniciativa prevé la amortización acelerada del impuesto a las ganancias y la devaluación anticipada del IVA por los bienes de capital o los elementos adquiridos con destino al proyecto. Lo que se intenta con este proyecto que el Ejecutivo envió al Congreso es lograr el patentamiento en la Argentina de los nuevos proyectos desarrollados en el país.

Y aunque no sólo abarca a iniciativas vinculadas al sector agropecuario y se extiende a la industria farmacéutica, la alimentación y el área forestal, la agrobiotecnología está en el foco de la tormenta a raíz de la fuerte disputa que mantiene el gobierno argentino con la multinacional Monsanto por el cobro de las regalías de la soja RR.

En la pelea, la Argentina se niega a que los productores paguen en concepto de patente por cada compra de semilla transgénica a Monsanto y por eso impulsa el desarrollo de nuevos eventos con sello nacional. Así, el propio secretario de Agricultura de la Nación, Miguel Campos, increpó a la compañía y aseguró que el país puede producir sus propios cultivos transgénicos en dos o tres años.

La inversión en biotecnología es costosa y de largo plazo y en el país aunque hay investigadores calificados y un sistema eficiente para evaluar nuevas variedades genéticamente modificadas, sólo unas pocas firmas entraron al negocio hasta el momento.

Estos proyectos de biotecnología se concentran en desarrollos de interés local, como maíz o papas resistentes a distintos virus, alfalfa que vuelve al ganado inmune a la aftosa, y semillas de girasol y frutillas transgénicas.

Por otra parte, los empresarios que se embarcaron en el tema argumentan que la legislación tampoco es demasiado seductora para atraer nuevas inversiones, al menos para la etapa que hoy atraviesan las compañías que se sumaron en este tipo de emprendimientos, ya que prevé amortización acelerada de ganancias, cuando en estos proyectos los resultados económicos todavía son un eufemismo.

Aún así, las que están embarcadas en este tipo de iniciativas saben con certeza que el retorno es seguro. "Hay enormes oportunidades en el mundo para aprovechar y Bioceres e Indear -la empresa que armaron en sociedad con Biosidus y participación del Conicet en el parque tecnológico de Rosario- tienen hoy el diseño como para poder relacionarse con el mundo y generar un valor agregado aquí en la Argentina", dijo convencido Grobocopatel.


El negocio en números
Según los números que maneja Monsanto, contando la primera parte de los eventos que se pueden aprobar en la próxima década, los beneficios acumulados para la soja (mayor productividad, mayor contenido de aceite y proteínas) podrían llegar a 1.760 millones de dólares anuales, a 400 millones para el maíz y a 50 millones para el algodón. Esto sólo contando la primera parte de los eventos que se pueden aprobar en la próxima década. "Estamos hablando de un valor agregado de 2.200 millones de dólares por año para el sector", cuando ahora son 900 millones, explicaron desde Monsanto.
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