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 domingo, 07 de agosto de 2005  
Depredación. Vaticinan que en cinco o diez años algunas especies ya ni se podrán capturar.
La pesca a destajo pone a la fauna del Paraná al borde de la extinción
El mayor problema hoy es la sobreexplotación del sábalo, cuya exportación se triplicó tras la devaluación

Isolda Baraldi - Carina Bazzoni / La Capital

El diagnóstico es inequívoco y unánime: el Paraná está a punto de quedarse sin peces. La punta del iceberg es la captura indiscriminada del sábalo que es la base de la pirámide ictícola del río. Este pez, menospreciado en el mercado local, es el segundo pescado argentino que más se exporta después de la merluza, y su demanda se multiplicó al menos por tres luego de la devaluación. El negocio está cuestionado no sólo por los ambientalistas, sino también por los propios pescadores, los comerciantes a pequeña escala, funcionarios de Santa Fe y Entre Ríos y hasta por dueños de frigoríficos que exigen "transparentar en forma urgente la actividad pesquera".

El titular de la Fundación Proteger, Jorge Cappato, es contundente: "El río está al borde del colapso. Algunos dicen que en cinco años, otros que en diez, pero todos coinciden en que si no se racionaliza la actividad se pierden la flora y la fauna del río".

Todo esto se hizo público esta semana después de que los pescadores entrerrianos cortaron por tercera vez el puente Rosario-Victoria. Una protesta que, según dicen muchos, se armó a pedido de los frigoríficos molestos por el acuerdo firmado entre las provincias de Santa Fe y Entre Ríos, que fijó en 42 centímetros la medida mínima para la captura del sábalo.

De las dos provincias sale casi la totalidad del pescado de río que se exporta. Y como mínimo la actividad tiene un manto de sospechas sobre sus espaldas: todos los involucrados admiten que para responder a la demanda externa se están capturando ejemplares muy por debajo de la talla permitida y que para pescarlos se emplean mallas con aberturas inferiores a las reglamentarias. Sin embargo, al momento de establecer responsabilidades los pescadores le echan la culpa a los acopiadores, los acopiadores a los frigoríficos, y estos últimos a los organismos del Estado que no controlan.

En el medio de esta cadena, hay un negocio que sólo entre enero y junio de este año dejó 5 millones de dólares -según datos del Senasa- y un recurso natural que empieza a escasear. Así, a falta de ejemplares grandes se explotan los más pequeños sin dar lugar a que los peces puedan reproducirse.

Las exportaciones de sábalo pasaron de las 13 mil toneladas en 1998 a las 34 mil toneladas en el 2004. Aunque este número no incluye la cantidad que se pesca para el consumo interno, ya supera con creces el límite de 20 mil toneladas por año que los científicos fijan como tope para mantener el ecosistema del Paraná.

Es que el sábalo juega un papel clave: no sólo se alimenta de la materia orgánica que arrastra el río, sino que sus huevos y crías sirven como sustento a otras especies como el dorado o el surubí.

"Esto es como bombardear las maternidades", grafica Rubén Castro, pequeño acopiador y vendedor rosarino con más de 30 años en el rubro. "El problema es que este negocio está entroncado con la política, hay rumores de que se pone plata acá y allá, y nunca hay controles. En unos años liquidan el Paraná", sentencia.

Según Castro, se paga entre 80 centavos y un peso el kilo de sábalo y se lo vende a otro intermediario, que se encarga de llevarlo al frigorífico, donde el kilo de pescado vale entre 1,20 y 1,50 peso. Todo depende del día y la cantidad de piezas que se ofrezcan.


La versión oficial
El director de Fiscalización de la Secretaría de la Producción de Entre Ríos, Jorge Florean, es el primero en admitir que el negocio se mantuvo fuera de norma durante mucho tiempo. "Cuando asumimos hace un año y medio, encontramos tal desmanejo y descontrol que me dieron ganas de llorar", recuerda el funcionario.

Según datos de la secretaría entrerriana, el año pasado se exportaron desde esta provincia 13 millones y medio de toneladas de pescado; sin embargo, Florean dice que no conoce qué cantidad de dinero significa eso de ganancia para los exportadores ni cuánto recibe la provincia por la transacción económica.

Lo que sí sabe el director entrerriano es que en diez años la talla del sábalo bajó en unos diez centímetros. "Si seguimos así, para el 2015 vamos a tener un pez de 20 centímetros o menos", pronostica. "Dicen que el foco más problemático está en Victoria, pero la verdad es que en toda la costa, tanto de Entre Ríos como de Santa Fe, se está encontrando mercadería que no se puede capturar".

Desde la otra orilla, el secretario de Medio Ambiente santafesino, Marcelo Terenzio, también reconoce que durante mucho tiempo no hubo reglas de juego claras para la pesquería, pero rescata el acuerdo alcanzado con Entre Ríos para fijar el tamaño mínimo de las piezas y realizar operativos de control en conjunto.

"Hoy se está ordenando la actividad", se defiende, y rápidamente agrega que "si hoy se cortan puentes y se discute sobre el tema es porque hay controles".

Producto de estos operativos, en lo que va del año se decomisaron en la provincia unas 60 toneladas de pescado y unos 35 mil metros de mallas, lo que suma unos 5 kilómetros de redes. "Estuvimos en Coronda, donde nunca se había controlado, y encontramos una malla de 2 kilómetros cruzada en el río. Y en el Paraje los Zapallos (departamento Garay) detectamos la instalación de frigoríficos directamente sobre la orilla del río", denuncia Terenzio.

Del lado entrerriano dicen que las inspecciones también dieron sus frutos. A fin del mes pasado se suspendió al frigorífico Epuyén, donde hallaron 90 mil kilos de sábalo más pequeños de lo permitido.

En Santa Fe, el mayor tráfico de camiones con pescado se da en la ruta Nº1, en el corredor que se extiende desde la capital hasta el norte de la provincia. Según las autoridades, desde que sale del río hasta que llega al frigorífico el pescado se somete a una serie de controles para garantizar, justamente, que los ejemplares tengan las medidas reglamentarias.

El primero está a cargo de los municipios, en los puertos, cuando los pescadores descargan. Allí se extiende a los transportistas una guía de fiscalización, sin la cual los camiones no pueden circular por la ruta, que es custodiada tanto por la Dirección de Seguridad Rural de la policía como por inspectores de Medio Ambiente. Además, estos últimos inspeccionan las cámaras de los frigoríficos. Y al momento de embarque, el Senasa vuelve a controlar la carga.

Ahora bien, si existen todos estos controles, ¿cómo puede ser que se comercialicen piezas de escaso tamaño? Terenzio no elude la pregunta: "Es que encontramos comunas que emiten guías con pescado fuera de medida. También es difícil encausar los controles porque cuando los hacemos a la mañana, los camiones pasan a la tarde, y si vamos de tarde, pasan a la noche. Además, cuando el pescado está listo para exportar el Senasa no controla el tamaño y tiene sólo dos empleados para todos los frigoríficos santafesinos".

El director de Fiscalización entrerriano también admite que no cuenta con los recursos para hacer todos los controles necesarios. Apenas, dice que cuenta con 20 inspectores para toda la provincia y que debe destinar varios a puntos fijos de tránsito como las cabeceras del puente Rosario-Victoria; de Zárate-Brazo Largo y del túnel subfluvial. "Para los frigoríficos me quedan tres y en Victoria afecté a agentes jóvenes que no son de la ciudad", confía.

Y en Santa Fe hay además otro escollo: la Secretaría de Medio Ambiente no puede multar a los frigoríficos ya que esto no fue estipulado cuando se sancionó la nueva ley de pesca. "Podemos decomisar pescado o sacar mallas, pero eso no duele, porque es gratis. La multa es lo que duele, y ahí estamos rengos", reconoce.

Mientras tanto, el sábalo se sigue pescando, aunque muchos estiman que no será por largo tiempo.
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La actividad de los frigoríficos amenaza con terminar con los peces en el Paraná.

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