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domingo,
07 de
agosto de
2005 |
Depredación. "Vamos a secar el río"
El dueño de un frigorífico
cuenta los pormenores del
negocio de la pesquería
Admite que se está sobreexplotando el sábalo y denuncia las complicidades que acompañan la actividad
Roberto Mendoza lleva 40 años dedicándose a la pesquería. Su familia fundó el Frigorífico El Timón de la ciudad de Villa Constitución, una de las primeras plantas dedicadas exclusivamente a la exportación de pescado. Durante el 2004, de las cámaras de El Timón salió el 20 por ciento del total de sábalo exportado en el país, lo que representa unas 6.800 toneladas. Mendoza conoce muchas de las argucias que rodean el negocio del pescado en la provincia, denuncia que muchos frigoríficos pescan ejemplares fuera de medida, que algunos tienen protección, y reclama que se transparente la actividad. "Porque si seguimos bajando la medida de los sábalos que se pescan vamos a secar el río", asegura, y advierte que "estas cosas pueden pasar sólo con la anuencia de alguien".
"En los últimos años, la única empresa que está cayendo en la producción es la nuestra porque respetamos la medida de pesca", indica el comerciante que además participa del Consejo Provincial Pesquero, organismo que reúne a funcionarios de la Secretaría de Medio Ambiente, frigoríficos, acopiadores, pescadores, ambientalistas, especialistas, senadores y diputados.
Para Mendoza el problema del sábalo es una cuestión matemática. "Antes de la devaluación había tres frigoríficos pescando y exportando pescado. En ese momento hacíamos 7 mil toneladas anuales. Ahora pasamos a exportar 33 mil toneladas, cuando pienso que es imposible superar las 20, y hay 15 frigoríficos exportando pescado. Es simple: la mitad sobramos", explica.
Siguiendo este razonamiento, cada una de estas empresas necesita llenar sus cámaras. "Y la única forma de mantener la captura de peces es pescando ejemplares de menos de 40 centímetros. Esto lo saben todos pero nadie quiere involucrarse en el problema", se queja, y agrega que, con esta sobreexplotación, "ganan los importadores" porque la abultada oferta baja el precio del pescado.
Y con la misma naturalidad desliza los beneficios non sanctos que se obtienen del comercio fuera de regla. "Se dieron certificados para exportar a galpones que adentro tenían nada más que un container. En los frigoríficos hay sábalos de mucho menos de 40 centímetros. Y cuando hay un operativo en una planta ya lo sabe todo el mundo. ¿Qué quiere decir esto? Que el negocio lo está haciendo el Senasa, Los Pumas (dirección de seguridad rural de la policía encargada de custodiar las rutas), algún picarón de la Secretaría de Medio Ambiente. Porque si pasan estas cosas debe existir la anuencia de alguien", concluye.
C.B.
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