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domingo,
03 de
julio de
2005 |
Un punto de ruptura
Irma Montalván debió hacer frente a los problemas históricos del
Julio Marc
Irma Montalván fue una especie de piloto de tormentas del Museo Julio Marc. En su gestión como directora debió hacer frente a problemas incubados durante largo tiempo y que se manifestaron con toda su gravedad: el colapso del edificio y el propio patrimonio, ante la inexistencia de un inventario y la denuncia por robos de objetos en años anteriores.
"Lo que yo planteé -dice- fue un cambio de paradigma. El Museo tenía en ese momento un discurso decimonónico y exhibía sus objetos y colecciones desde una ideología. Además no se había aggiornado a la nueva visión de los museos en el mundo, donde además del fin didáctico se busca la participación del ciudadano, que debe verse representado por aquello que se exhibe en el museo. El discurso del museo debe servir para despertar interrogantes, dudas y disidencias. Entonces, había que hacer un replanteo desde muchos lugares. Primero desde el acercamiento del público. Era como que el museo expulsaba a la gente. Los objetos estaban descontextualizados, no había información sobre lo que se exhibía, la historia estaba contada de modo desarticulado".
-Y entonces aparecieron los problemas del edificio.
-Cuando empezamos a abrir el museo mayor cantidad de horas, cuando empezamos a reformar las salas, cuando se empezaron a hacer conferencias asiduamente, colapsó la parte eléctrica. Además había gravísimos problemas de inundación y de goteras. En mi gestión se cambiaron 10 kilómetros de cables, para poder funcionar. Era terrorífico, estábamos al borde de un incendio en cualquier momento. Una de las cosas fundamentales que se hicieron entonces fue crear un depósito, con todas las condiciones que necesita el objeto para estar bien protegido. Desde la infraestructura humana se apuntó a capacitar al personal. La Asociación de Amigos apoyó muchísimo.
-¿Había inventario en el Museo?
-Lo que había eran unos libros de registro y unas fichas absolutamente desactualizadas, que empezaban en 1939. No se sabía si esos objetos estaban realmente, si lo que se decía que era de oro o de plata realmente lo era. Nosotros empezamos un inventario informatizado. Y cuando me fui dejé informatizados, inventariados, fotografiados, 26 mil objetos. Aproximadamente un 40 por ciento del total.
-Esos problemas debieron obstaculizar su gestión.
-Tuve mucho apoyo de la Asociación de Amigos. Con la provincia es muy difícil trabajar. En el momento que yo estuve nunca sabíamos con cuánto dinero íbamos a contar. Yo sabía que había dos partidas para gastos en el año. Una en julio, o sea que teníamos que funcionar medio año sin dinero. Exactamente sin dinero, para lo que se piense: comprar materiales de oficina o de conservación, cargar los extinguidores, comprar un trapo de piso. Otra partida venía a fin de año, cerca del 31 de diciembre. Entonces había que tener la lista preparada para hacer la compra, rendir ese dinero y poder prever otros seis meses sin dinero. No se puede funcionar de esa manera.
-¿Por qué no aceptó tomar ahora la dirección del museo?
-No me interesa, es una etapa superada. Estoy trabajando hace un año y medio en el Programa Provincial de Patrimonio.
O. A.
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