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 viernes, 29 de abril de 2005  
Una visita silenciosa y bajo estricta custodia
Los presos alojados en el pabellón 7 recibieron a sus familiares por primera vez desde que ocurrió la masacre

Carlos Roberto Morán / La Capital

Tras 17 días de estricto encierro, los presos del pabellón 7 de Coronda salieron de sus celdas. Fue bajo un fuerte dispositivo de seguridad y para recibir a sus familiares, hecho que ocurrió por primera vez desde que de ese sector del presidio saliera la horda asesina que perpetró la masacre de 14 reclusos rosarinos. Tras los encuentros, la mayoría de las mujeres que fueron dejando la penitenciaría trasladaron fuera de los muros el código de silencio que sus parientes mantienen en el interior. "Nunca cuentan nada", dijo una de ellas. En tanto, al finalizar la jornada, el interventor de la Unidad 1, Jorge Bortolozzi, manifestó que hubo "68 visitantes mayores y 11 menores para 48 internos" y que "todo fue absolutamente normal".

Ocurrió a partir de las 8 de ayer. Entonces, por tandas, los familiares de los detenidos en el pabellón 7 ingresaron al penal tras una exhaustiva requisa para visitar a grupos de seis presos por vez. La madre de uno de los internos, identificada como Marta y residente en el barrio santafesino de Don Bosco, formó parte del primer grupo que accedió al penal, y al retirarse dijo que estaba "tranquila" porque encontró "bien" a su hijo.

"Estuve cómoda, estuve bien, no puedo quejarme. Hoy, como siempre, me trataron (los guardias) con el mismo respeto de siempre", expresó la mujer. Al igual que todas las personas de ese primer grupo, explicó que pudo ver a su familiar "en un pasillo, con una custodia mayor a la acostumbrada" y agregó que su hijo "llegó al lugar de visita con esposas y recién ahí se las retiraron". Ese hecho despertó fuertes críticas en algunas de las mujeres que fueron saliendo de la principal penitenciaría santafesina.

Es que los visitantes consideraron que las extremas medidas de seguridad implementadas obraron en contra de los encuentros: "Antes era como venir a un picnic, pero ahora están muy vigilados y no hubo ningún tipo de intimidad porque la visita fue en un pasillo, con mucha custodia", dijo una mujer.

Asimismo, Marta reveló que su hijo no habló de lo sucedido el 11 de abril pasado porque (los presos) "nunca cuentan nada de lo que ocurre dentro del penal". Y agregó: "uno se imagina lo que pasa, ve el ambiente tenso, pero ellos nunca cuentan nada. Pienso que son códigos de silencio que viven adentro, pero uno los respeta porque los pondría en un compromiso".

Más allá de la visión de Marta, otras mujeres que prefirieron no identificarse, manifestaron su preocupación por las posibles represalias que podrían llegar a sufrir sus parientes recluídos. Es que muchas de ellas sostuvieron que "los presos reciben permanentemente amenazas, a los gritos, desde los pabellones donde están los allegados de los muertos".

También refirieron las mujeres que algunos presos aseguraron haber sido ubicados en "un buzón", o celda de castigo, y de una manera u otra les transmitieron sus quejas por las medidas restrictivas que se les vienen aplicando.

Al respecto, Bortolozzi indicó que esas medidas seguirán flexibilizándose a medida que pasen los días y recordó que los internos del pabellón 7 están teniendo recreos de una hora diaria en el patio interno del pabellón, algo que se irá ampliando con el correr de los días.

Algunos familiares llegaron a asegurar también que los internos podrían realizar a partir del lunes una huelga de hambre en reclamo por un retorno a la normalidad de su vida carcelaria. No faltó tampoco aquella madre que asegurara que "a los chicos les dieron pastillas", la única explicación para que degüellen y quemen a quienes consideraban sus enemigos.

La misma mujer dijo que su familiar "no habló de lo ocurrido en el motín" pero admitió que le pidió que gestione su traslado a otra cárcel. "Mi hermano no quiere tener problemas. El no tuvo intervención en el motín pero quiere irse para no tener inconvenientes", concluyó.
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