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 miércoles, 09 de marzo de 2005  
Aborto: el cigoto no es una persona

El debate sobre el aborto ha tenido últimamente creciente espacio en las Cartas de Lectores de La Capital. Pero es claro que las publicaciones provienen casi exclusivamente de un solo lado, el del antiabortismo más cerrado. Por esto tal vez sería bueno dar cuenta de alguno de los varios argumentos del otro bando. El núcleo de la posición antiabortista puede encontrarse bien sintetizado en el siguiente párrafo de la carta enviada por el Dr. José R. Tosoni: "...no hay duda científica de que cuando un óvulo y un espermatozoide se unen ha nacido un nuevo ser; nuevo ser que si bien tiene dependencia biológica del cuerpo que lo alberga y alimenta es una criatura única e irrepetible que, independientemente de los deseos de su concepción, debería gozar de todos los derechos inherentes a la condición humana, especialmente el derecho a la vida" (el destacado es nuestro). De entre las muchas cartas enviadas sobre el tema, casi todas de enceguecido tono integrista y de condenación moral sin atenuantes, la de Tosoni es la que mejor centra el tema, desde el punto de vista confesional. El asunto es, pese a la igualación que intenta forzar Tosoni, la diferencia entre vida y persona. La unión de un óvulo y un espermatozoide no da lugar de inmediato a una persona, sino, solamente y como dicen sin cesar desde la Iglesia, a "vida", que es otra categoría ontológica. Aún con todos los avances y artificios de la medicina moderna, la naturaleza se las arregla para hacer selección natural y elimina la mayoría de los cigotos humanos antes de su implantación o inmediatamente después: la naturaleza, así, según la lógica de la "defensa de la vida desde la concepción", es una "asesina" que mata silenciosamente a entre el 60 y 70% del género humano antes de que nadie se entere. Si llevamos la argumentación religiosa a su extremo, existiría un holocausto silencioso desde el inicio de los tiempos, por estos 60-70% de "cigotos-ya-personas" que la naturaleza elimina porque percibe en ellos alguna deficiencia adaptativa. Para evitar caer en este absurdo descomunal, hay que volver a poner en primer lugar la diferenciación entre vida y persona. La unión de dos gametos, aunque sean humanos, no forma ipso facto un ser humano, una persona: forma un cigoto con una baja probabilidad de desarrollarse. Si tiene éxito, mucho más tarde, devendrá una persona. Igualar cigoto a persona es la gran falacia del frente confesional.

Pablo Díaz De Brito, DNI 13.588.762


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