| domingo, 06 de febrero de 2005 | Lecturas Revisión de los revisionistas Matías Piccolo "Denuncialistas" Literatura polémica en los '50 de Nora Avaro y Analía Capdevila (comp.) Crítica literaria. Santiago Arcos editor, Buenos Aires, 2004, 336 páginas. $34.
Como bien simbólico, pero sobre todo como capital material, la Literatura es un objeto continuamente en disputa. Despertar a esa pugna permite ingresar en la dimensión política que debe conjurar el ejercicio de la crítica literaria. Siendo esto así, la historia del sistema literario nacional arroja la experiencia de tal contienda, cuyo momento iniciático, más decisivamente consciente y virulento, es el que relevan Nora Avaro y Analía Capdevila en "Denuncialistas. Literatura y polémica en los ´50".
Las editoras, profesoras de Literatura Argentina en la Universidad Nacional de Rosario, logran un panorama ajustado y exhaustivo compuesto por una antología de 36 textos -entre ensayos y artículos- iluminados con pormenorizadas introducciones. El número fuerte de estos escritos se nuclea en torno a la ineludible publicación de los hermanos Viñas: la revista Contorno (1953-1959). Allí hizo base "la primera generación crítica de la literatura argentina", como destaca Martín Prieto en la contratapa del libro. En las hojas preparadas por las investigadoras se reúnen las resoluciones de David e Ismael Viñas, Juan José Sebreli, León Rozitchner, Noé Jitrik, Adolfo Prieto, H. A. Murena, Ramón Alcalde, Adelaida Gigli, Carlos Correas y Oscar Masotta.
El contorno de ese ajuste de cuentas revisionista que estos intelectuales llevaron a cabo para forjar una nueva dirección de los estudios literarios, así como también la propia existencia y disposición en el escenario de las letras nacionales, es resuelto por Avaro y Capdevila en cuatro capítulos: "La generación se define", "Inventario y balance", "Una lectura política del realismo" y "El compromiso crítico". Desde esa división las antólogas logran ordenar los escritos de una manera efectiva; es decir, condensan núcleos de interés sobre temas específicos. Comentando y contextualizando las discusiones, se intercalan unos diez textos de las editoras que van tejiendo entre los artículos y los ensayos la contención de una lectura dirigida hacia el seguimiento de las líneas más relevantes de la generación denuncialista. Así, la investigación arroja, mediante los escritos de Avaro y Capdevila, señalamientos para dar captura al discurso de esta generación, también llamada "parricida", cuya "negatividad", rasgo característico de su práctica, "se presenta bajo la forma del resentimiento". Se ocupan las autoras no sólo de introducir y presentar la selección de textos, sino también de ubicar una perspectiva que permita reflexionar sobre el plan de este grupo consagrado de intelectuales; para indicar, por ejemplo, cuáles son "los límites y los alcances de su parricidio".
Más allá de esgrimir un enriquecido conocimiento técnico y estético para abordar la literatura, los denuncialistas se comprometen en una función aleccionadora: "La tarea, con todo, no termina allí, porque para la nueva generación también es un cometido de la crítica evaluar las razones de la consagración de las obras, interrogar las causales del prestigio de los autores, cuestionar la justicia de los premios, reflexionar sobre la constitución de un público lector. Cometido que llevan adelante con severidad y con vehemencia y que constituye su perfil más explícitamente contestatario".
La lucha por el patrimonio de las letras identifica un establishment que se irá viendo conmovido, fracturado, a medida que otras capas más enérgicamente movedizas (la nueva generación) pujen para boquear en la superficie y reacomodar los "muebles" que allí ven equivocadamente ordenados. "Los intelectuales contestatarios del 50" enfrentan a "la juvenilia burguesa de la generación martinfierrista".
Como grupo, esta nueva progenie de las letras que aflora en la década peronista necesariamente debe señalar a sus contendientes, sin los cuales, en principio, su ejercicio revisionista no sería posible, pero sobre todo porque la apropiación que aquella facción hizo de la literatura requiere, en el presente de los años cincuenta, de una necesaria redistribución y otros escalafones: la confección de nuevos valores de una crítica política y sociológica para lograr componer una senda de trabajo que permita dar solvencia y rumbo a la construcción de una identidad literaria nacional.
En esta pelea los denuncialistas ponen en duda a Borges y derriban la figura de Mallea, mientras conversan con la pluma problemática, comprometida, de Martínez Estrada y levantan la sinceridad combativa de un escritor como Arlt.Los "bandos" están, entonces, demarcados, y de las diatribas que entre ellos se van dando surge un corpus de obras y figuras que acapararán hasta la actualidad el centro de la escena de los programas académicos y sus adyacencias.
Denuncialistas y denunciados conviven y perviven, a pesar de sus diferencias, en un mismo plano de celebridad sin que los valores patricios de las letras, que cada uno a su modo defienden, se vean conmovidos fundamentalmente. En este sentido es interesante ver que las voces de la generación del 50 supieron construir su identidad en torno a la crítica de una generación en particular y a una determinada visión de la literatura que tanto unos como otros disfrutaban.
Porque en el fondo, y hay aquí un dato más que relevante, hay otro torrente de la literatura argentina que estas dos facciones por igual han sometido a marginación e indiferencia. Hay que prestar singular atención al reproche que Bernardo Verbitsky les hace a los nuevos críticos: "Nos quieren borrar por segunda vez del mapa". Aquella otra partida de escritores que emanaron del grupo Boedo, del realismo socialista, de las filas del comunismo, sea por lo que fuere, porque su realismo es "noño y federal", esquemático y costumbrista, en fin porque escribían "feo y mal" han quedado relegados, ocultados; ¿quién se acuerda de aquellos nombres al margen de los especialistas?
"Denuncialistas" es una valiosa antología que ilustra la discusión que dio vida al actual sistema literario (el compuesto por los denunciantes y los denunciados, fuera quedan los realistas carentes de lírica y glamour estético), y en eso evidencia cómo todavía el mapa confeccionado es insuficiente, con grandes zonas oscurecidas que siguen en su inofensivo sueño de subsuelo.
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