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 domingo, 06 de febrero de 2005  
Lecturas
La expresión de la libertad

Carlos Roberto Morán / La Capital

"Vida con mi viuda" de José Agustín. Narrativa. Editorial Joaquín Mortiz. Buenos Aires, 2004, 259 páginas, $29.

Lo primero: la suspensión absoluta de la incredulidad. Lo segundo: dejarse llevar por la historia que narra "a toda madre" el escritor mexicano: José Agustín. Lo tercero: aceptar que esto que cuenta puede ser o es cierto y que transcurre en un México más o menos inmediato, en el cual ya se ha muerto García Márquez y Estados Unidos vive una clara etapa de descomposición. En realidad los datos de la historia no importan demasiado, como tampoco interesa que se hayan impuesto los video-teléfonos y los microdiscos de las computadoras. Lo que interesa es la historia de amor, familiar, de pareja, de la relación de padres e hijos, que narra el autor de "Inventando que sueño", una historia atravesada por un erotismo desenfadado, el chamanismo indígena y la búsqueda obsesiva de ese Saber definitivo que para Agustín está dado por la percepción que llega a través de técnicas orientales, tales como el yoga.

Pero aún no termina: porque "Vida con mi viuda" avanza sobre la realidad política, desmadrada también, del país azteca, sobre los misterios de las drogas y las dotes de los curanderos, hierbas del campo incluidas, así como sobre el otro misterio esencialmente literario: el del doble, mientras emerge una historia secreta y paralela sobre pedofilia y dominio del mundo que, como bien admite el propio narrador en su historia, nos remite a Stanley Kubrick y su último, extraño filme: "Ojos bien cerrados".

En manos de un fabricante de best-sellers, "Vida con mi viuda" resultaría un material maltratado y nada creíble. En manos de José Agustín se trata de otra cosa, muchas veces compleja, otras molesta, otras más poco aceptable, pero que él sabe matizar con literatura de alto nivel, sentido del relato, utilización sin pausa del humor y detalles de todo tipo, desde los escabrosos hasta los líricos, porque hay de todo en este sumum que ha intentado con su novela, a la que ha vuelto luego de diez años de silencio narrativo.

José Agustín (Ramírez) nació en Acapulco en 1944. A los veinte irrumpió con muchísima fuerza y originalidad en la literatura de la época con "La tumba" y sus extraordinarios y renovadores relatos de "Inventando que sueño". Después vendrían otras dos novelas excepcionales: "Se está haciendo tarde (final en laguna)" (una verdadera incursión al Inferno del Dante en la Acapulco tumultuosa y turística) y "Abolición de la propiedad". A Agustín le disgustaba que lo calificaran como prototípico representante de la Generación de la Onda, una manera de ubicarlo en el ghetto de la irreverencia, las drogas y el rock (aunque esas tres constantes están presentes, como marca indeleble, en la mayor parte de su obra).

Las novelas que siguieron después, correspondientes a su etapa de escritor adulto, no mantuvieron el nivel de aquellas ficciones inolvidables, pero siempre hubo en Agustín un costado "inquietante" causado por su heterodoxia y su constante incursión en las zonas del misterio, hasta del Mal que no admite decir su nombre. De todas esas novelas la más importante ha sido "Cerca del fuego" (1986), un acercamiento a la realidad política y social de su país, tipificada por el sexenio del mandato presidencial que cuando gobernaba el PRI resultaba inmodificable y también un misterio irresoluto.

Misterios irresolutos se dan en esta historia que narra el cineasta y casi sexópata Onelio de la Sierra quien en el comienzo mismo de la novela tropieza con su doble que para peor muere en sus brazos. Agustín "no pierde el tiempo" explicando sobre el por qué de la irrupción del doble ni tampoco porque Onelio decide asumir la personalidad del muerto. A partir de ahí se sucederán los acontecimientos que, como se dijo, se muestran tocados y atravesados por una gran diversidad de temas, por cuestiones que tienen que ver con el conocimiento, la vida y la muerte.

"La verdad es que para entonces todo me importaba muy poco; había llegado al momento de apostar la vida, ¿no era un frenesí, una ilusión, una sombra, una ficción?", se pregunta el narrador en los momentos finales de la novela, en la que todos los cabos que ha dejado sueltos confluyen hacia la conclusión en la que el misterio se presenta de nuevo insondable, y el todo concurre y se disuelve en el amor.

Rocambolesca, como bien se la llamó, desmedida, con momentos desopilantes y otros mucho menos creíbles (hubiéramos deseado un texto más contenido, menos estridente como lo es en no pocos de sus pasajes), "Vida con mi viuda" no parece aceptar límites, busca la expresión máxima de la libertad y el desparpajo. Irregular por eso, pero muestra cabal de que, contra el viento y la marea, Agustín sigue haciendo su camino.
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