Año CXXXVII Nº 48652
La Ciudad
Política
Información Gral
Opinión
El Mundo
La Región
Policiales
Cartas de lectores


suplementos
Ovación
Turismo
Mujer
Economía
Escenario
Señales


suplementos
ediciones anteriores
Turismo 30/01
Mujer 30/01
Economía 30/01
Señales 30/01
Salud 26/01
Autos 26/01

contacto
servicios
Institucional

 domingo, 06 de febrero de 2005  
Arte
La vanguardia está en el museo
Un paseo imperdible reúne objetos y obras del escritor español Ramón Gómez de la Serna y otros artistas en el Julio Marc

Homs

La muestra que se está desarrollando en el Museo Histórico Provincial Julio Marc bajo el título "Un paseo por la vanguardia española. Instantáneas de Ramón Gómez de la Serna" aporta, al fin y al cabo, sólo confusión. Pero, eso sí, confusión útil.

Ramón Gómez de la Serna nace en Madrid en l988 y muere en Buenos Aires en 1963. Fue básicamente escritor aunque también artista plástico. Se lo comparó -y si bien es cierto que las comparaciones son odiosas y fáciles-, con James Joyce y con Jean Cocteau. Fue uno de los primeros en "descubrir" a Jorge Luis Borges. Fue el introductor de las vanguardias europeas en España. Ejerció una influencia directa sobre la vanguardia argentina. Fue actor, dio conferencias sobre un trapecio y sobre un elefante.

A partir de una reconstrucción del gabinete de trabajo de Gómez de la Serna en Buenos Aires, ciudad en la que vivió desde 1936 hasta su muerte, se llega a una suma de accidentes, desconciertos y matrices que logran que el producto final sea una cabal expresión de verdadera vanguardia.

Sobre espejadas vitrinas que le hacen honor a los objetos se exhiben algunos de los libros de Gómez de la Serna. Libros con tapas-trampa atrapa retinas. Ver es apenas una parte de la acción, pero para atrapar, basta con hacerse ver bien. Está expuesta también la radiografía que Girondo hiciera del cerebro de Ramón en la revista Martín Fierro, y una edición de los "Veinte poemas para ser leídos en el tranvía" ilustrada por su autor.

Libros mezclados con bolas de espejos. Casta promiscuidad -cómo decía Buñuel-.

Pisapapeles de cristal, imágenes de toda índole procedentes de libros, diarios y revistas cubriendo techo, paredes y piso, Kiki de Montparnasse hecha escultura, los certeros y alucinados discos ópticos de Duchamp, un búcaro lleno de bolitas, y cine.

Se proyectan dos películas en las que Gómez de la Serna actuó. "El orador", que lo tiene cómo absoluto protagonista, y "Esencia de la Verbena", de 1928, dirigida por Giménez Caballero. Un "poema documental" -tal como dice en su inicio- que enumera todos los componentes claves para el éxito de la verbena. Así se suceden, a ritmo desenfrenado de hamacas y calesitas, el primer plano del interior de una olla friendo churros, señoritas que le piden novio a la virgen, fenómenos de feria deslumbrando al público infantil, chicas modernas que bailan el charlestón, citas amorosas, autómatas al servicio de la diversión humana, música de organito que ejecuta la fanfarria para el fuego.

En hologramas flotan objetos procedentes de las cuatro "cámaras de trabajo" que Gómez de la Serna construyó en su vida, siendo este el recurso más contemporáneo de la muestra. Pero, ¿lo moderno de verdad está atrás?

Le sigue una sala con "greguerías" -o "lo que gritan las cosas"-, género creado por Gómez de la Serna, sentencia breve casi siempre ilustrada, en las que la ligereza del trazo delata el carácter casi irrepetible del chiste. Toda la muestra destila humor, aún en sus hondas reflexiones y pese a ciertos momentos dramáticos como el cuadro "El circo" de Gutiérrez Solana, tal vez lo menos vanguardia de todo lo expuesto, pero bellísimo, o los dos lienzos al óleo, espectrales y densos, del propio de la Serna.

La próxima sala es todo Picasso, ¿pasen y vean?

Y no se sorprendan si se topan con gigantescos anuncios circenses, Ramón Gómez de la Serna varias veces se definió como "cronista de circo".

Y como en el circo mismo, casi todo puede pasar. Pruebas de imprenta para portadas de libros y de revistas, un dibujo a lápiz de Juan Gris de virgen y niño, una caricatura de Julio Vanzo, dos Miró, Rafael Barradas -autor de varias tapas de los libros de Gómez de la Serna- y André Lhote rompiendo las líneas, Norah Borges poniendo un poco de tono pastel.

Tres cuadros -dos óleos y un grafito sobre papel- de Maruja Mallo. Tres perlitas. Y veinte xilografías de Francisco Bores que conforman la serie "Tiempo para la alegría" -realizadas entre 1925-77- que merecerían por sí mismas una amplia nota. Son sutiles, de fragilidad aparente, inmensas en sus reducidos tamaños.

Hay tres trabajos compartidos entre la pintora Sonia Delaunay y el poeta Blaise Cendrars, uno de los cuales es el primer intento de "libro simultaneísta".

Y dos cuadros de Francis Picabia, uno de los artistas más lúcidos y geniales del siglo XX. Del negro emerge la potencia creadora, la síntesis que en lugar de reducir despierta inmensidad. Aparece "Le port" al final del pasillo. Y la palabra no alcanza, pobre es su capacidad de evocar. Es mejor ver. Frente a él hay otro óleo sobre cartón, "Balance", con todo el legado dadá y futurista dentro de su leve beige.

¡Picabia en Rosario!

Ojala acuda la población en su vasto conjunto, los diseñadores gráficos y los publicistas, los que hacen cine y televisión, los artistas en general, los contadores, los choferes de taxis, las amas de casa, y las maestras de actividades prácticas. Todos al Julio Marc para aprender, y aprehender, de lo genuino, de lo que cuestiona con altura, de lo bello.

Hasta el 20 de febrero, entrada general dos pesos. Los miércoles, gratis.
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo

Ampliar FotoFotos
Ampliar Foto
Gómez de la Serna desafió las convenciones.

  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados