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 domingo, 06 de febrero de 2005  
El día después. Inhumaron en V.G. Gálvez los restos de Orlando Martínez, baleado en una calle de Ludueña
Gritos de dolor y reclamo de justicia en el sepelio del sargento asesinado
Los seis hijos y seis nietos del suboficial acompañaron el féretro, con una multitud de policías y la jefa de la fuerza

"Voy a hacer justicia por vos, papito", fue el desconsolado grito de una de las hijas del sargento primero Orlando Martínez cuando el féretro del agente asesinado el mediodía del sábado fue colocado en un nicho del cementerio de Villa Gobernador Gálvez. El reloj marcaba las 17 de un sábado por demás de caluroso. La promesa de la joven se extendió en boca de los otros cinco hijos de Martínez, de su propia madre -llegada desde la provincia de Entre Ríos al conocer la infausta noticia- y de los numerosos allegados, parientes y uniformados que fueron a darle el último adiós. Junto a ellos, en total silencio, participaron de la ceremonia la jefa de la policía provincial, Leyla Perazzo; el titular de la Unidad Regional II, José Manuel Maldonado; y la totalidad de la cúpula de la policía rosarina. También estuvieron todos los integrantes de la Patrulla Urbana, el cuerpo de calle en el que prestaba servicio el hombre asesinado tras 22 años de trabajo en la policía. Sólo faltaron a la cita, realizada con todos los honores de la fuerza, los representantes del gobierno santafesino.

El sargento Martínez, que tenía 48 años, fue asesinado de un balazo a quemarropa cuando el mediodía del viernes intentó identificar a dos jóvenes sospechosos que circulaban en una bicicleta por calle Bielsa y Felipe Moré. A bordo de un móvil de la Patrulla Urbana, el uniformado cumplía con sus servicios habituales en compañía de otro agente cuando sorprendieron a los pibes. Entonces les dieron la voz de alto, y cuando Martínez descendió del auto recibió el disparo que se le coló por la axila en un resquicio del chaleco antibala que llevaba puesto.

Los vecinos de Bielsa al 5100, en el corazón del barrio Industrial, dicen que se escucharon tres estampidas. Es que uno de los pibes también disparó contra el compañero de Martínez, dijo el parte oficial, y éste repelió la agresión. Después, mientras se pedía una ambulancia para atender al sargento malherido, los agresores huyeron del lugar por los pasillos de una villa cercana (ver página 33). Uno de ellos, sin embargo, fue apresado a las pocas cuadras y conducido a la seccional 12ª. Se trata de un joven de 16 años de nombre Heraldo que hasta poco antes de las fiestas de Fin de Año estuvo recluido en el Irar por un robo, confió su hermano.


"Rondines en el cielo"
"No es fácil expresar nuestros pensamientos cuando están mezclados con la bronca, el dolor y los sentimientos. Pero sí vamos a decir, para que nadie se haga el distraído, que ha sido asesinado un nuevo mártir de azul, nos lo han arrebatado de las filas policiales, de entre sus hijos, amigos y vecinos. Nuestro Padre Dios, que es fuente inagotable de amor, seguramente ya le habrá asignado cumplir rondines de seguridad y vigilancia en el cielo junto a los camaradas que lo han precedido en el heroico servicio y su sacrificada entrega", dijo el comisario principal Daniel Tamagna, jefe de la Brigada de Explosivos y responsable de leer el discurso oficial de despedida ante el féretro.

Poco antes, una extensa caravana de vehículos policiales y civiles había recorrido la zona sur de la ciudad. Escoltado por motos de la policía, el cortejo partió de la humilde casa de la familia Martínez, en Paraguay al 5000 -en barrio Tiro Suizo- hasta Villa Gobernador Gálvez. Todos los móviles de la Patrulla Urbana seguían al coche fúnebre. Iban ocupados por los compañeros del sargento asesinado, sumidos en un profundo dolor, y también por la familia del agente muerto, hombres, mujeres y niños de condición humilde cuyo único modo de traslado fue en los mismos vehículos que la víctima usaba para patrullar.

Cuando Tamagna concluyó su discurso afirmando, "Comisario Martínez, tarea cumplida, que descanse en paz", el llanto de los familiares del policía ultimado regó la necrópolis y se repitieron los reclamos de "justicia para la policía", palabras que se entrelazaban con las que en voz baja decían los compañeros del policía muerto -miembro de la Asociación Profesional de Policía de Santa Fe (Apropol)- al solicitar mejores armas y elementos de seguridad para patrullar las calles en prevención del delito.

Después llegó la ceremonia de entrega de la bandera argentina y la gorra del sargento a su madre y entonces el cajón fue envuelto en una raída bandera de Boca con la que fue depositado en el nicho ante el estremecedor toque de Diana.

"Quiero irme con vos abuelito", gritaba una nena de no más de 6 años cuando ya los familiares empezaban a dejar el cementerio. Entonces, Agustín Martínez, uno de los hermanos del sargento asesinado dijo a La Capital que "al Gaucho -tal cual lo conocían todos al sargento asesinado- lo mataron, pero a nosotros no nos van a impedir que hagamos justicia por él".

El hombre recordó que su hermano tenía 6 hijos y otros tantos nietos. Que en 1998 había quedado viudo cuando "una cruel enfermedad se llevó a su esposa" y que "siempre había trabajado de sol a sol para que a sus pibes no les faltara nada". Y se preocupó por la salud de su mamá, quien "está quebrada por esto y no se cómo se va a recuperar".

"El Gaucho me dejó muchas enseñanzas, el siempre ayudaba a todo el mundo, en casa, en el barrio y entre sus compañeros era muy querido. Pero vino un pendejo, un gil, y lo mató a sangre fría. Espero no cruzármelo nunca en la calle porque no se cómo voy a reaccionar", dijo David, uno de los hijos del sargento Martínez, que finalmente pidió "que se haga justicia y que el que mató a mi papá se pudra adentro de una cárcel".
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Además de la familia muchos vecinos de Paraguay al 5000 despidieron a Martínez.

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