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 domingo, 06 de febrero de 2005  
Editorial
La evolución del canje

Durante largo tiempo la Argentina vivió irresponsablemente. A partir de la implementación de un modelo económico que desalentó la cultura del trabajo, estableció de manera artificial una paridad monetaria suicida y dependió del crédito internacional para mantenerse, el país -impulsado por una dirigencia política que no pudo o no quiso ver lo que sucedía- se endeudó en dólares hasta alcanzar una suma que superaba varias veces su producto bruto interno. La ilusión duró una década y el final se emparentó con el estallido, dejando como saldo la más profunda de las crisis que haya conocido la Nación. De ese profundo pozo se está intentando salir en el presente, a la vez que también se procura -por intermedio del canje de deuda- dejar en el pasado el "default", el más grande de la historia moderna. El resultado del complicado proceso todavía es una incógnita, y las predicciones oscilan entre el optimismo gubernamental y la férrea oposición de las entidades que agrupan a los bonistas.

La última semana fue pródiga en novedades, tanto desde el punto de vista de los hechos como desde el de las interpretaciones. En el primero, la media sanción dada meteóricamente por el Senado a un proyecto de ley impulsado por el Ejecutivo a partir del cual se prohíbe una segunda oferta a los acreedores constituye un gesto de indudable peso político, aunque haya sido visto por muchos como una sobreactuación. En el segundo, contrastaron las lecturas críticas y que aludían a un bajo nivel de aceptación por parte de los bonistas con las categóricas definiciones del presidente de la Nación en torno a las favorables perspectivas que se avizoran. Lo concreto es que hasta el momento ha entrado en el canje el 32 por ciento de los acreedores, alrededor de 26.160 millones de dólares sobre los 81.800 implicados. Por supuesto que se aguarda el ingreso del porcentaje mayoritario casi sobre la conclusión del plazo, tal cual resulta usual en casos como el presente.

Tal vez no sean tantos los argentinos que comprendan adecuadamente las proyecciones que pueden tener tanto el éxito como el fracaso de la megaoperación. Lo que se encuentra en juego se resume en una disyuntiva de hierro: integración con el mundo o aislamiento nacional. Ojalá el éxito final corone los esfuerzos y la normalidad retorne tras calvario tan prolongado.
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