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 domingo, 06 de febrero de 2005  
Interiores: Profilácticos

Jorge Besso

En este mundo hay una minoría (muy minoría) que está forrada en plata, lo que les permite estar preservadas de las calamidades de la pobreza y de muchas calamidades de la naturaleza.

Un mundo poblado de forros de clases muy diversas y también, claro está, de usos muy diversos. En general las cosas de calidad tienen forros de calidad al punto que los forros de las prendas de calidad son de una calidad muy superior a las telas comunes de las prendas comunes. Prendas habitadas por gentes comunes, es decir pobres, habitualmente forreados en operaciones generalmente dirigidas desde Washington, aunque en estos días muchos de los gerentes forreadores están reunidos en Davos.

Como se sabe, Davos es un foro económico anual que en la época de la Argentina Potencia de Menem era visitado por la crema política y económica de nuestro país, momento histórico de la argentinidad donde nos codeábamos con el primer mundo hasta que nos pegaron un codazo, y encima la tarjeta roja fue para nosotros y para recordarnos que no pertenecemos ni pertenecimos, al primer mundo.

En el siglo pasado, hasta los finales de los setenta y comienzos de los ochenta, el preservativo o profiláctico, o condón que en estos lares se conoce y se nombra como forro era un objeto que estaba en la pendiente del desuso. Una enfermedad lo rescató del descarte ya que las pastillas anticonceptivas y diversos artilugios o dispositivos con el mismo fin permitían el encuentro y el contacto piel a piel. Además el retroceso casi absoluto de las enfermedades venéreas, a manos de los antibióticos, hicieron que el condón pasara de descartador a descartado, más o menos relegado a los períodos de descanso pastillero.

Como se sabe el sida vino a recuperar la utilidad y el prestigio del condón que tiene su historia, y su sitio en la web: www.info-pene.com en la que se puede ver que los antecedentes se remontan a 3000 años atrás, en Egipto, donde al parecer colocaban una funda de lienzo en el pene para evitar la capacidad reproductiva del semen en caso de alcanzar al óvulo. En cuanto al origen del nombre, nada claro hay en la historia, más allá de un posible doctor Condom que habría recibido el encargo por parte del rey Carlos I de fabricar fundas de tejido animal para detener y desviar al susodicho semen.

Hay variadas anécdotas en esta particular historia, pero una de las más llamativas las protagonizó el ejército norteamericano (para variar). Durante la Primera Guerra Mundial se les prohibió a los soldados norteamericanos el uso del condón con un resultado obvio: un número considerable de enfermedades venéreas. En la Segunda Guerra Mundial corrigen semejante pacatería y realizan una campaña de promoción del condón con un lema que es un magnífico ejemplo del famoso pragmatismo de los americanos del norte, al mismo tiempo que de su falta de sutileza: "¡No se olvide! Póngaselo primero antes de meterlo".

En cualquier caso la historia muestra que el clásico condón, hoy por hoy muy modernizado en colores y texturas varias, tiene una antigüedad de al menos 1000 años más que la iglesia católica la que en estos días protagonizó un moderado enfrentamiento entre la cúpula española y la cúpula del Vaticano, a propósito del adminículo de caucho y otros materiales. Inesperadamente, la iglesia española que durante 40 años arropó al franquismo se descuelga con la admisión del uso de profilácticos para la prevención y la lucha contra el sida. La novedosa admisión por parte de las autoridades del catolicismo español duró apenas 24 horas, pues ante la ira vaticana la admisión inicial se transformó en una explicación, en rigor una rectificación, que puso las cosas en su lugar: nada de condones. Abstinencia y fidelidad.

Muchas voces y columnas se alzaron reclamando una actualización de la iglesia ante el uso milenario del condón, que bien podría justificar una excepción, al menos para la prevención de una enfermedad grave como el sida. Es que para el Vaticano primero está la institución y la doctrina y en todo caso después la gente, ya que en definitiva la gente está de paso en este mundo, en cambio la institución no. Sin embargo, surgió una voz disidente de las propias filas vaticanas cuando el cardenal y teólogo suizo George Cottier, vino a decir que habría que admitir la profilaxis en la sexualidad "en situaciones límite y de emergencia" (sida). Ahora bien, aun dentro de estos límites se estaría admitiendo el placer como motor de la sexualidad y no la reproducción de la especie. ¿Por qué razón alguien insistiría en tener relaciones sexuales aún teniendo que usar preservativos a causa de una peligrosa enfermedad? Es que los amantes, ocasionales o estables, no se seducen, ni se invitan a reproducir la especie, sino que lo que los convoca es la pasión o la rutina y en todo caso venimos a parar a este mundo por una decisión que toman otros o por un descuido de esos mismos otros.

Por lo demás, en el mundo de estos tiempos, hay parejas o matrimonios entre especímenes del mismo género y que con toda evidencia tienen una sexualidad no reproductiva, y además algunos de ellos reclaman poder adoptar los hijos que no pueden concebir sexualmente. En suma hay, por así decir, mucho más sexualidad que reproducción a la vez que se puede o se desea tener hijos aun sin reproducción propia.

Pero la frase del cardenal suizo, como cualquier frase, puede tener más de un sentido ya que bien mirada la sexualidad humana tiene que ver con situaciones límites y con emergencias, con límites que se traspasan para poder alcanzar al otro y para que el otro nos alcance, y también con límites que nunca se traspasan (más las emergencias que se contienen). Y todo porque no somos animales cuya sexualidad viene programada desde el instinto y las desviaciones son, precisamente, excepciones (además de que en ocasiones son por invasión humana). A los animales los guía la especie. A los humanos los guía el deseo, los valores que quedan y muchas veces los prejuicios. Y a los prejuicios los guía y los distribuye el poder antes que a la riqueza.
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