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 domingo, 06 de febrero de 2005  
Cultura: Modelos de belleza

Cuando se intenta explicar qué es la belleza, aparecen distintas enunciaciones acordes con el lugar y el momento histórico de quién la define. Los ideales y los modelos fueron cambiando a lo largo de la historia.

Algunos pueblos antiguos, como los egipcios o mesopotámicos, no pensaron acerca del tema de una manera sistemática como sí lo hicieron los griegos quienes fueron los que le dieron el valor y el sentido a este término. En la Ilíada y la Odisea están presentes algunos rasgos futuros de la civilización griega como la exaltación de la belleza. Entre los dioses figura Afrodita, diosa de la belleza, y Apolo, dios de la música y la poesía.

Para Platón, filósofo griego, la belleza es una idea, única, eterna e inmutable, perteneciente al mundo inteligible. Las cosas bellas se encuentran en el mundo sensible y son copias de aquella idea suprema. En su obra "El banquete" describe el camino hacia la belleza y señala como el hombre debe enamorarse de los cuerpos bellos primero, luego debe pasar a la belleza del intelecto y después a la de las leyes y la ciencia para alcanzar la belleza en sí misma.

Su discípulo, Aristóteles, al igual que el maestro asocia la belleza con la proporción y el tamaño perfecto y con la disposición ordenada de las partes.

La antigüedad romana no ofrece aportes significativos, incluso en el siglo III de nuestra era sigue habiendo estatuas griegas en los templos y palacios, o, en su defecto, copias romanas de la cultura helénica.

Durante la Edad Media lo natural va dejando paso a lo sobrenatural y el antropocentrismo al teocentrismo. El espíritu clásico va dando lugar al espíritu cristiano. Para los monjes la belleza terrena no debía distraer al hombre de la auténtica belleza, la divina. La finalidad del arte es conmover al espíritu para agradar a Dios. Hay un retorno al simbolismo, a la estética de lo sagrado. Las formas se tornan planas, diferenciándose de la volumetría griega. La temática del arte está centrada en resaltar a los grandes protagonistas de la religión cristiana como la Virgen, Cristo, los apóstoles y los santos.

A partir del siglo VII al reiniciarse los contactos entre Oriente y Occidente, se produjo un proceso de incorporación de conocimientos técnicos y propios del arte de la civilización bizantina. Esta influyó en las manifestaciones artísticas cristianas: el románico y el gótico. El primero dominado por un simbolismo formalista y antinaturalista, de ahí el estatismo de sus construcciones. El segundo, aunque también simbólico, es urbano y burgués y responde a un auténtico camino a lo divino.

A partir del siglo XV, en Italia, fue germinando un movimiento cultural, el Renacimiento, que comenzó con el resurgimiento de la antigüedad y siguió con grandes descubrimientos como la pintura al óleo, la perspectiva, la preparación del fresco, entre otros, provocando un nuevo concepto de belleza.

Arnold Toynbee, historiador del siglo XX, plantea que no se puede considerar a este movimiento como un acontecimiento único ya que durante la Edad Media hubo varios renacimientos, éste último es sólo una manifestación concreta de un fenómeno recurrente, aunque señala que su característica más importante fue la libertad: libertad de esquemas rígidos, propios del gótico, y libertad en las imágenes. La característica de este período es que se intenta reflejar la belleza de la naturaleza y de los cuerpos. Las obras de Miguel Angel, Leonardo o Botticelli son un claro ejemplo de ello.

Kant, en el siglo XVIII, establece que para discernir si algo es bello o no, se establecerá en la imaginación una relación entre la representación del objeto y la sensación de agrado o desagrado que experimenta el sujeto frente a él. Para este filósofo no hay regla de buen gusto objetiva que determine qué es lo bello, sino que depende de cada sujeto.

Durante el siglo XIX, algunos artistas reivindicaron su derecho a describir cosas feas para dar cuenta de los problemas sociales. El surrealismo, movimiento artístico del siglo pasado, es una crítica a la sociedad de la época. Sus representantes, Salvador Dalí, Joan Miró, Paul Eluard, Antonin Artaud, entre otros, defendían la libertad, el amor y la imaginación y se proponían transformar la sociedad.

Para Michael Foucault (1926 -1984) la idea de belleza es una construcción social que cambia con el tiempo. Cada hombre invierte en terapias o tecnologías para embellecerse de acuerdo con los modelos de su época. Y, además, considera que a las obras de arte puede vérselas como un documento histórico digno de análisis.

El teatro, la pintura, la escultura, la música son un reflejo de lo que sucede en la sociedad, de las formas de vida, de las actividades o de las ceremonias. Sólo hay que saber mirarlo. Es una función que no sólo deben verla los especialistas, sino todos los que conforman la sociedad.

El autor de "El retrato de Dorian Gray" dice: "La belleza no tiene necesidad de explicación, es uno de los hechos absolutos del mundo, como el sol, la primavera o el reflejo en las aguas sombrías de eso que llamamos luna. Esto no puede discutirse". ¿Y quién se animaría a discutirle a Oscar Wilde?

Carina Cabo de Donnet

Profesora en filosofía y pedagogía

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