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 domingo, 06 de febrero de 2005  
El director del Rivadavia dice que escasean los empresarios solidarios
Ielpi: "El sector privado tiene una deuda con la cultura de la ciudad"
Sostiene que hay una especie de excitación colectiva sobre las posibilidades de crecimiento que tiene Rosario

Adrián Gerber / La Capital

Sufre de incontinencia verbal cuando habla de Rosario. En cada palabra se nota que pone el cuerpo, que se involucra. Cuando mira el presente y el futuro derrocha proyectos y entusiasmo, y cuando revisa el pasado, la historia, mucho conocimiento. No disimula su orgullo por la ciudad. Hasta por momentos da la sensación que estuviera hablando de una de sus tres hijas, de alguna de sus dos nietas o de su esposa, vicedirectora de la escuela Mariano Moreno, con la cual lleva "un mes de novio y 35 años de casado". "A Rosario la quiero mucho, porque es vivible, solidaria, es linda y en los últimos 20 años ha tenido la fortuna de tener buenos intendentes más allá de sus matices. Eso le permitió un cambio en su fisonomía y una ubicación en el contexto nacional mucho más importante... A quien le gusta la cultura, recorrer librerías, ver teatro, exposiciones, escuchar música, charlas, seminarios, Rosario es un paraíso", sentencia. Si la ciudad necesita alguien que la promocione, no hay que buscar más, acá está: se llama Rafael Ielpi, y es el actual director del Centro Cultural Bernardino Rivadavia.

Escritor, periodista, poeta, ex secretario de Cultura durante la gestión de Horacio Usandizaga y ex concejal durante 10 años (ocupó la presidencia del cuerpo). Escribió innumerables letras de canciones de diversos músicos de la ciudad.

Ielpi (65 años) también es autor de libros sobre la historia de Rosario. Entre ellos, el más conocido es "Rufianismo y Prostitución" (en colaboración con Héctor Nicolás Zinni), que devela la vida prostibularia del barrio Pichincha en la primera mitad del siglo XX. La cuarta edición de esta obra apareció el año pasado y sus 1.800 ejemplares se vendieron en unas pocas semanas. Ahora, trabaja en un nuevo libro, esta vez sobre la historia de un ícono del chauvinismo rosarino: el bar El Cairo.

Vivió en el barrio La Florida durante 22 años, pero se mudó al centro hace 12 cansado de los robos (tres veces le saquearon la casa), entre otros motivos. El departamento que alquila en el deslumbrante Palacio Fuentes, de Sarmiento y Santa Fe, es sencillo, pero cálido. Al entrar impacta una enorme biblioteca, donde ni con calzador entra un libro más. Y todo el living decorado con artesanías, de las que sobresale una colección de mates.

Así, Ielpi parece ser el más rosarino entre los rosarinos, pero su documento dice que nació en Esquel, cuando en verdad fue en El Maitén (Chubut). "Como no había Registro Civil, me anotaron en Esquel", explica, y luego subraya: "Me vine a vivir a Rosario a los nueve años, pero el nacimiento es azaroso, como lo fue el del Che en esta ciudad por más que a nosotros nos interese que se diga que es rosarino por razones turísticas".

-¿Qué diagnóstico hacés del Centro Cultural Rivadavia?

-El único centro cultural municipal que tiene Rosario es el Rivadavia. Tengo una especial reticencia con el Centro Cultural Parque de España porque veo que la ciudad lo tiene como uno de sus orgullos y recibe aportes importantes del exterior, mientras que el Rivadavia que es de todos los rosarinos ha estado históricamente pobre de presupuesto, olvidado. Es un error, deberíamos enorgullecernos más allá del origen lamentable del edificio (se construyó como sede de prensa del Mundial 78 durante la dictadura militar). Pretendo que este centro cultural se conozca en todo el país, tenga la jerarquía que se merece. Debería ser una especie de Centro Cultural San Martín (Buenos Aires), guardando las distancias.

-¿Y cómo se hace para jerarquizarlo?

-Contribuyen muchas cosas. Desde la programación, que yo la puedo garantizar, hasta la readecuación de infraestructura y servicios, y el entorno mismo. La plaza Montenegro debería ser otra cosa. De hecho, más allá de los artesanos y vendedores ambulantes que se instalan, necesitaría un ordenamiento distinto. Esas son las quejas que recibí de algunos participantes y organizadores de congresos que se realizaron el año pasado. Y al centro hay que reequiparlo, actualizarlo.

-¿Qué se hizo desde que asumiste?

-Algo pudimos hacer cuando conseguimos partidas especiales para el mantenimiento general del aire acondicionado, que por años no se hizo. Pero hay serias carencias: en el centro se hacen congresos y convenciones, y tenemos salas con sillas que tienen 25 años. Hay cosas que hay ir solucionando y tengo la confianza que lo vamos a hacer. Porque creo que este intendente (Miguel Lifschitz) tiene una clara visión de la cultura como un bien común que no debe pasar por los avatares de los réditos políticos. En ese sentido, hay que pelear, no es fácil conseguir un peso, el presupuesto de Rosario está bastante acotado, y hay áreas que siguen siendo prioritarias.

-¿Cómo se explica el gran movimiento cultural que tiene la ciudad?

-Es un poco histórico, Rosario ha tenido un gran desarrollo en las diversas disciplinas de la cultura. Acá nació (Antonio) Berni, la Mutualidad de los Artistas Plásticos, que fue revolucionaria para la época; acá nació el Grupo Litoral, el Coro Pro Música, el Coro Estable; acá nacieron grandes músicos. Y desde la restauración democrática ha habido una eclosión cultural fantástica, se ve en el teatro, en la literatura, en la música. Hay editoriales rosarinas cuando antes había muy pocas, hay sellos discográficos. Hay toda una tradición cultural bastante negada por nosotros mismos por falta de autoestima que nos llevó a estar dependiendo de la metrópolis cultural durante casi un siglo. Pero me parece que ahora somos una especie de metrópolis regional incluso en lo cultural, no sólo económico, y eso nos ha dado independencia.

-¿Qué papel creés que está jugando en la ciudad el sector privado con respecto a la cultura?

-Creo que hay una deuda. Todavía no existe dentro del sector privado la conciencia de que aportar a la cultura es institucionalmente redituable. Nadie va a vender más por auspiciar un concierto, eso lo tengo en claro y ellos también. Pero apoyar las actividades culturales de la ciudad en la que una empresa desarrolla su actividad debería ser una obligación, como lo debería ser contribuir en los momentos de crisis colectiva o en las catástrofes.

-Ahora está en boga el concepto de "responsabilidad social de las empresas".

-Exactamente, tampoco hablemos de filantropía, ni mecenazgo. Hay otra forma de contribuir a la cultura. Me parece que el Congreso de la Lengua con su megaimportancia deslumbró a muchos empresarios y el aporte se hizo inesperadamente importante de parte del sector privado. Me parece que ese apoyo excepcional podría convertirse en un aporte ordinario y permanente, con otra dimensión, por supuesto. Nadie le va a pedir un millón de pesos para restaurar El Círculo, porque ya se restauró. Yo siempre digo que necesitaría sólo 50 mil pesos para dejar el centro cultural en condiciones, pero no es fácil conseguirlos. Hay algunos empresarios sensibles que tienen las puertas abiertas, pero no son la mayoría.

-A principios del siglo pasado a Rosario se la conocía como la Chicago argentina y ahora el socialismo, desde que conduce la Intendencia, sueña con hacer de la ciudad una especie de Barcelona. ¿En verdad, a qué ciudad se parece Rosario?

-Lo de Barcelona es un tic de nuestros amigos y aliados socialistas. Hay un deseo de emulación que no sé si es tan saludable. No puede haber traslados mecánicos de modelos de un lugar a otro si no se tienen en cuenta una serie de circunstancias importantísimas, como los grados de desarrollo de los países y de cultura de su gente. No sé si Rosario puede llegar a ser la Barcelona argentina. Ojalá sea una segunda capital cultural del país, aunque no se parezca a Barcelona. Que sea la México distrito federal de Argentina, ¿por qué no? Creo que de hecho somos la capital cultural sucedánea.

-Y ni hablar de Obeid que en el medio de la efervescencia por el Congreso de la Lengua comparó a Rosario con Nueva York.

-Las dos comparaciones me parecen una exageración, aunque lo de Nueva York es aún más. Creo que lo que hay es una especie de excitación, no sé si colectiva, porque hay gente que tiene problemas más graves, o exaltación respecto de que hemos descubierto que nuestra ciudad puede exceder sus fronteras y pasar a ser noticia tanto en el país como en el mundo. Y eso es saludable que ocurra, me parece que está bien que la comunidad se comprometa en el crecimiento general de la ciudad, no sólo cultural, sino en el económico, turístico, urbano... Creo que en ese sentido el Congreso de la Lengua ha tenido una relevancia que nosotros aún no dimensionamos respecto de la ubicación que le dio a la ciudad en el mundo. Creo que todos tenemos que involucrarnos, también el gobierno municipal, en esa sensación colectiva de que Rosario puede pegar el salto cuantitativo y cualitativo que la ciudad se merece.

-¿Te sentís más cómodo trabajando en el campo de la cultura o de la política?

-Sin duda, en la cultura.

-¿Seguís siendo radical?

-Sigo siendo afiliado al radicalismo.

-¿Y cuál es la diferencia?

-Que en estos momentos no tengo ninguna militancia... (hace un silencio). Estoy en una gran crisis, esa es la verdad. Y no por los postulados fundacionales del radicalismo, que siguen siendo muy buenos, sino porque la política se ha convertido en una carrera desenfrenada hacia la obtención de cargos de cualquier tipo para ganar plata. A mí eso me cansó y me ha producido una gran depresión moral.
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"No sigo militando en el radicalismo, estoy en una gran crisis, esa es la verdad", revela Ielpi.

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