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 domingo, 12 de septiembre de 2004

Rosario tropical
Historias de la cumbia de un sábado por la noche
Un recorrido a lo profundo de la bailanta rosarina. Mitos y costumbres de un mundo rodeado de prejuicios. RadiografIa de un fenómeno que superó los límites de la diferencia de clases

Gabriel Zuzek

Hasta no hace mucho la idea de que un presentador televisivo de música tropical pisara la Casa Rosada para formar parte de una acelerada reunión de gabinete hubiera sido un disparate. Sin embargo, en el mes de agosto el jefe de Gabinete Alberto Fernández -por expreso pedido del presidente Néstor Kirchner- recibió en la casa de Gobierno a Daniel La Tota Santillán, conductor del programa de bailanta Pasión de Sábado. En aquella reunión el funcionario tuvo que rectificarse de sus declaraciones en las que señalaba que el fenómeno de la cumbia villera era uno de los responsables de la inseguridad que viene sufriendo buena parte del país.

Ajenos a esta polémica coyuntural y sin sorprenderse por el auge que ha tomado la movida tropical en los últimos años, los empresarios locales del género siguen apostando a este negocio en el que sobrevuelan demasiados mitos y falsas leyendas. La violencia y las drogas son parte de ese universo imaginario y prejuicioso con el que deben lidiar las personas que trabajan en el ambiente. Ellos son conscientes de estos recelos y aseguran que lo que ocurre en la bailanta no se diferencia en nada de lo que sucede en una discoteca de clase media o alta.

En Rosario, son dos los locales bailables que dominan la atracción de miles de jóvenes durante los fines de semana. Allí los cuerpos se balancean en masa, sudan y se desgajan bailando al ritmo de la cumbia. En el escenario los grupos invitados pivotean los acordes para que oídos, pieles y cinturas se estremezcan de la mano de un compás animado. Son casi siete horas de diversión, el tiempo suficiente para que el trajín de las frustraciones cotidianas descanse en el territorio del olvido.


La diosa del baile
El manto cetrino de la medianoche ya se desplegó sobre la ciudad y en la vereda de la calle Salta -a la altura del 3500- numerosas personas se amontonan con cautela esperando que La Diosa abra sus puertas. Sentadas sobre el capot de un auto dos adolescentes se hablan al oído. Tienen las sonrisas furtivas y con los párpados excedidos de maquillaje parecen buscar cómplices con los cuales compartir sus secretos. En la boletería, a un costado de la puerta principal, varios jóvenes hacen cola en busca de una entrada porque esa noche está anunciada la presencia de Los Charros y el idolatrado conjunto santafesino Grupo Cali.

Cuando finalmente se abren las puertas, la gente se demora en una antesala en donde tienen que volver a formar fila para poder ir ingresando de a tres o cuatro personas, previo cacheo por parte del personal de seguridad y de la policía provincial. En ese hall abundan las sonrisas, los chistes y un cierto halo de excitación previa por lo que puede ofrecer la noche.

La Diosa es parte de la empresa Explosión Tropical, cuyo dueño es Roberto Turcutto y la cara visible es su esposa Teté. El responsable de las relaciones públicas de la empresa y el encargado de controlar que todo funcione normalmente es Adrián Cuesta. Muchos recurren a él en busca de las codiciadas entradas anticipadas -más baratas- que ya se agotaron hace unas cuantas horas. Adrián tiene 32 años, gesticula con vehemencia y pone cara de póker al no poder dar respuestas a las tardías solicitudes. Sin descanso va y viene desde la pista de baile hasta el hall de entrada supervisando todo lo que esté a su alcance.

"Nosotros tenemos como meta promover todo lo que es la música santafesina -dice Cuesta-. Nuestra empresa tiene la exclusividad de varios grupos y entre ellos el Grupo Cali, que para la gente de la movida tropical es como un himno. No somos de hacer hincapié en la cumbia villera, no porque tengamos diferencias o algo por el estilo sino porque nuestra idea es fomentar la música de la provincia".

El boliche La Diosa funciona en lo que era el cine-teatro de la Unión Ferroviaria, un salón rectangular que puede albergar a más de dos mil personas. Incesantemente un surtido de luces de colores juegan y se reflejan sobre las paredes pintadas al estilo cebra. En esquinas opuestas funcionan dos barras "con tragos accesibles para todos", señala Adrián Cuesta, y sobre el fondo se levanta el escenario. Además, junto a la primera barra hay una tarima para la animadora y presentadora de los números.

La consulta sobre cómo se trabaja en materia de seguridad se vuelve inevitable. "Existe un mito de que en la bailanta hay violencia. Entre paréntesis: en los lugares llamados chetos también hay líos. Acá pasa lo que puede pasar normalmente, alguna peleíta por celos pero nada más", afirma Cuesta.

José Luis es morrudo y más bien petiso. Su cara redonda termina en unos abundantes rulos castaños. Tiene 35 años y hace seis que trabaja en el rubro seguridad del boliche. Su esposa también es parte de la empresa y se desempeña como cajera en una de las barras. "Las más difíciles son las mujeres -asegura José Luis, a propósito de su trabajo- porque se quieren subir al escenario mientras los músicos están tocando. Pero a este lugar viene gente a la que le gusta la cumbia santafesina, son gente más grande y más tranquila que los que podés encontrar en un baile de la cumbia villera". Aunque la noche recién esté comenzando algunos bailarines ansiosos despuntan sus habilidades aprovechando ciertos claros que aún quedan en la pista.


En el éter
Otra rama de la empresa Explosión Tropical es la FM 95.9, radio que se jacta de pasar música tropical las 24 horas. En noviembre próximo esta emisora, que funciona en un anexo de La Diosa, cumplirá un año de vida. En el estudio, el conductor Gustavo Adolfo anuncia con euforia los números musicales de esa noche y conversa al aire con los oyentes que le solicitan cataratas de canciones y saludos.

"El programa se llama El Aguante de la Diosa y sale los viernes y sábados a partir de las 23 horas. Se trata justamente de eso -dice Adolfo-, de que la gente se enganche porque a esa hora empieza a definir la salida a los lugares populares". El conductor es flaco, expresivo, y tiene la capacidad de hablar constantemente como si estuviera en el aire. Empezó en la locución hace unos quince años y además del programa de los viernes y los sábados, conduce su propio programa, El Club de los Consagrados, de lunes a viernes en la franja horaria que va de 10 a 13.

"Los sábados tratamos de hablar telefónicamente con los artistas de la movida que están viajando a hacer sus shows por diferentes lugares de la provincia de Santa Fe y el país. Por La Diosa pasan muchísimos artistas todos los fines de semana, como esta noche, que tuvimos al aire a Daniel Cardozo de Los Charros y a Sergio Torres del Grupo Cali, que es nuestro artista exclusivo", concluye Gustavo Adolfo.


Maestra de ceremonias
El baile ya está a pleno y sólo algunos pocos indecisos se pasean aún por el hall estudiando la posibilidad de entrar. La gente se apiña contra las barras en busca de alguna bebida y los más cansados se sientan en el escenario, donde los plomos preparan los instrumentos para iniciar los recitales. Pero todavía falta la maestra de ceremonias.

Con altas botas blancas, minifalda, un top verde ajustado al cuerpo y el largo cabello rubio que le cae sobre sus hombros, hace su ingreso la reconocida animadora Teté Turcutto. Antes de subirse a la tarima, donde deberá animar la noche, realizar los concursos y las presentaciones de los grupos, cuenta cómo fueron los inicios en la movida tropical. "Hace aproximadamente veinte años que hago esto -dice-. Comenzamos con Turcutto Producciones, que es mi marido y el productor en el club Olímpico de Villa Gobernador Gálvez. Estuvimos once años en ese club donde por cada sábado convocábamos más de 2 mil personas y había oportunidades en las que quedaba gente afuera".


Mambo Mogambo
En la zona sur de la ciudad, precisamente en la esquina de bulevar Avellaneda y Gálvez se erige Mogambo, una gran mole de ladrillos a la vista y capacidad para más de 3.500 personas. A la una de la madrugada la fila que hace la gente para entrar al local casi llega hasta el Bulevar 27 de Febrero. Varios patovicas custodian el ingreso, mientras a unos metros de la entrada un vendedor de panchos y choripanes ordena su carrito y saca cuentas en el aire sobre los réditos que le puede dejar la noche.

En su interior, Mogambo es similar a cualquier discoteca y antes de que inicie el baile la música que se escucha puede llamar a una confusión: riguroso ritmo de marcha y hasta algún rock and roll. La pista es inmensa y en cada lateral está flanqueada por dos largas barras en las que sobresalen luces refulgentes. En una de las esquinas sobre la pared del fondo y a más de dos metros del piso está el escenario. La oferta de la noche son el grupo La Cumbia y Corré Guachín, ambos provenientes de la Capital Federal. Para entrar al boliche hay que superar un previo cacheo del personal policial que está a cargo de un sector de la seguridad del local.

Oscar Vargas viste un sobrio traje color negro combinado con una camisa color violeta. Tiene 49 años, la nariz aguileña y habla con el tono que distingue a las personas que disfrutan con lo que hacen. Acaba de cumplir catorce años dentro de la movida tropical y es el encargado de las relaciones públicas de Mogambo, además de ser el dueño de la FM Leader de música tropical, que se puede escuchar en el 88.3 del dial. "Empecé pasando cumbia en FM Estrella de Rosario. En esa época prácticamente nombrar la cumbia era como decir una mala palabra -apunta-. Eramos unos pocos los que defendíamos la cumbia y sobre todo la santafesina, que es la más linda por el contenido de las letras".

Vargas hace una pausa, sus ojos parecen detenerse en cada una de las personas que ingresan; vuelve a sonreír y expone su teoría sobre el fenómeno de la cumbia villera: "este tipo de música nació hace cinco años, es muy bailable pero a la gente no le gustan las letras porque a veces incitan a la violencia. Sin embargo, no hay que desmerecerla porque son chicos que no tienen cómo expresarse en la sociedad y lo canalizan a través de la música y de lo que dicen".

Cuando de los innumerables parlantes que cuelgan del techo se escuchan los primeros acordes de una canción del grupo Trinidad todo cambia de repente; es un instante fugaz seguido por un murmullo de alegría y la pista de baile se colma.

Gastón y Saya están sentados en el borde de la pista. Hace tres meses que están en pareja, ella tiene 23 años y es estudiante de peluquería. Gastón tiene 18 y trabaja en una tapicería, por las mechitas rubias que se destacan en su pelo parece que ha dejado que Saya practique con su cabeza.

"Nosotros venimos juntos a divertirnos. A veces vamos a otros boliches pero éste nos gusta porque nosotros vivimos acá cerca, además disfrutamos del ambiente porque hay mucha seguridad", dice Saya.

Juan Pablo Areda trabaja en los tribunales y afirma que prefiere la música variada: "a mí me gusta venir a disfrutar, divertirme y bailar toda la noche". Es flaco, de ojos negros y no para de moverse mientras también hace hincapié en el tema de la seguridad: "acá cuando te ven un poco en pedo te sacan enseguida y la verdad que eso es muy bueno", resalta.

En Mogambo también funciona la FM 96.5 y lógicamente el fin de la radio es hacerle la publicidad al boliche. A pocos minutos de subirse al escenario a brindar su show, el líder del grupo La Cumbia, Luis Rojas, más conocido en el ambiente como Luisito, detalla algunos aspectos de su elección de vida. "Esto yo lo llevo en el alma -dice-; te juro que toda la semana trabajo y espero para tener este momento. Disfruto de cada show y eso que en las mejores épocas llegamos a hacer diez funciones por noche. Terminás muerto y sos consciente de que no podés cantar en todas partes igual, pero el público valora el esfuerzo y nosotros lo disfrutamos mucho".

Rojas tiene 26 años y es chaqueño, pero se considera porteño por adopción porque vive en Buenos Aires desde 1986. Se terminó el tiempo de las palabras y Luisito sube las escaleras que lo conducen al escenario. Llegó la hora de la música y el baile.

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La pasión por el baile se respira en La Diosa.

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