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 domingo, 06 de junio de 2004

Reportaje
Rocardo Ragendorfer: "Blumberg fue manipulado por traficantes de fracasos"
El autor de "La Bonaerense" advierte sobre vacios legales en nuevas leyes

Osvaldo Aguirre / La Capital

Escribió "La Bonaerense", con Carlos Dutil, y luego, por su cuenta, "La secta del gatillo". Ricardo Ragendorfer (La Paz, Bolivia, 1957) conoce como pocos a "la maldita policía", que hasta no hace mucho era promocionada como "la mejor policía del mundo". Veterano de numerosas redacciones, pasó entre otras por las del diario Sur, las revistas El Porteño, Noticias, Pistas, Tres Puntos y actualmente TxT y La Mano, e hizo también investigación periodística para la televisión, en "Historia del crimen". Una experiencia que le sirve para reflexionar con lucidez sobre los delitos y los delincuentes en la Argentina.

El fenómeno Blumberg, el crónico problema de la corrupción policial y los secuestros extorsivos fueron algunos de los temas que desgranó Ragendorfer en la conversación. El escenario fue Los 36 billares, bar tradicional de Buenos Aires donde suele parar a tomar un café.

-¿Cuál es tu visión del fenómeno que encarnó Juan Carlos Blumberg, a partir del asesinato de su hijo Axel?

-Dado que transcurrió tiempo desde el inicio de este fenómeno y también, creo, de su fin, se puede decir que estaban las condiciones dadas para que se generara algo de esa envergadura. Frente a los titubeos y la inacción oficial, tanto con respecto a la inseguridad como a la corrupción, era dable suponer que surgieran fenómenos de ese tipo. Blumberg me hace acordar al personaje de la novela "Desde el jardín", de Jerzy Kozinsky, un personaje moldeado por las circunstancias de la vida y una especie de magia -en doble sentido para Blumberg, porque su instalación como líder fue mágica y el soporte ideológico que lo sustenta corresponde al pensamiento mágico, un pensamiento alimentado, tal vez, con los peores prejuicios. En ese sentido, Blumberg gozó de los beneficios de cosas no tan mágicas. Por ejemplo, del apoyo de ciertos medios de comunicación y de ciertos operadores. Desde los orígenes de la cruzada Axel, Blumberg fue manipulado por algunos viejos traficantes de fracasos. Recuerdo que tras su primera visita a la Comisión de Legislación Penal salió diciendo "Casanovas es el diputado que más sabe sobre seguridad": Casanovas, el ministro de Justicia de Ruckauf, que siendo fiscal pidió una pena de muerte fundamentándose en la "Summa teologica" de Santo Tomás de Aquino. Desde el inicio, entonces, fueron inocultables sus buenas relaciones con Casanovas, con Ruckauf y con la diputada riquista Mirta Pérez. Lo que originalmente pudo haber sido una reivindicación, un reclamo justo y masivo, comenzó a ser una lucha por implantar cosas que no son tan justas y tampoco masivas. Eso fue Blumberg.

-Tuvo una especie de acto fallido cuando cuestionó a Sebastián Bordón, el chico asesinado por la policía de Mendoza.

-Eso fue su tiro de gracia. Después no volvió a aparecer en los medios. Tarde o temprano iba a pasarle algo así. Fundamentalmente porque el hecho de ser víctima de la inseguridad no lo habilita para mostrarse como un experto en seguridad y un impulsador de legislaciones. Si uno se opera del apéndice y es víctima de mala praxis no por eso está habilitado para hablar ante una multitud acerca de la forma correcta de operar un apéndice. Las leyes que impulsó Blumberg y la forma en que las impulsó fueron, en el mejor de los casos, absolutamente desafortunadas. Hay una encuesta que señala que el 70 por ciento de la gente que firmó el petitorio no tenía la menor idea de lo que estaba firmando. En los lugares donde se divulgaba el petitorio no te mostraban lo que se impulsaba sino la cara de Axel y un montón de firmas: la gente firmaba por Axel. Por otra parte, las medidas en sí parecen ideadas por una mente poco jurídica y bastante apurada. Me refiero a que en las formas en que fueron diseñadas esas leyes, apresuradamente aprobadas por un cuerpo legislativo demasiado obediente, existen vacíos legales ridículos, como que un tipo que asalta cuatro veces un gallinero recibe más condena que un homicida, o que te pueden llevar preso por tener una bala calibre 22 y no por tener municiones de guerra.

-Sin embargo, parece que después del caso Axel pararon los secuestros.

-No. Se dejaron de difundir. Los medios funcionan así, no es que haya una mano negra que digita lo que se publica o lo que no se publica. El secuestro de Axel, con su epílogo fatal y esa fenomenología que produjo, llevó el tema a un cenit al cual es difícil que se acerque otro hecho. Los secuestros se siguen produciendo.

-Los procedimientos que se hicieron, ¿sirvieron realmente para apresar a los responsables?

-Aparentemente cayeron todos los autores del hecho. Lo que nunca cae es la conexión policial. Por ejemplo, ahora se sabe que la banda del Negro Sombra contaba con la protección de la comisaría 5ª de El Talar de Pacheco, del comisario Solís, un oficial Sosa y del sargento Talavera, echados en la última purga de Arslanián aunque no están ni siquiera investigados por la Justicia. Del mismo modo que Horacio Lala López, detenido en el rescate de Ernesto Rodríguez, contaba con el apoyo de tres efectivos de la departamental de San Isidro, los cuales eran a su vez los hombres de confianza del comisario Degastaldi. Ninguno de ellos está preso, aunque sí investigado, ya que la fiscal Rita Molina los sacó del caso Belluscio por sospecharse que participaron en ese hecho y en otros. Entonces, los autores del secuestro y la muerte de Axel están presos; pero no sus mandantes y sus protectores.

-¿Cuál sería el papel de la conexión policial?

-Es muy variado, va de la protección a la entrega de la víctima. Hay tres tipos de relación policial con los delitos: en la escala más baja están los policías que delinquen a espaldas de la institución; en una escala intermedia se podría colocar a los policías que se dedican a determinadas tareas ilícitas con una operatoria más o menos independiente aunque arreglando la liberación de zonas y cierto manto de impunidad con la corporación policial; por último existen los delitos que forman parte de las cajas de la corporación policial. Al secuestro extorsivo lo podríamos ubicar en el segundo estamento.

-Esto me recuerda a la distinción que hacés en "La secta del gatillo" entre el crimen organizado y el crimen desorganizado.

-Ese sería otro corte del problema. Dentro del crimen organizado están todas las cajas policiales y algunos delitos del segundo rubro que acabo de mencionar: piratería del asfalto, tráfico de drogas, automotores y por supuesto secuestros. Y dentro del crimen desorganizado existe una franja delincuencial que no suele asociarse a la policía por su precariedad de recursos y por su precariedad de resultados. Ningún policía corrupto en sus cabales se asocia a un pibe chorro que trae un botín de siete pesos y encima mata a una persona. Pero esos delincuentes sirven para hacer estadísticas, reclamar mayores atribuciones y subir la perilla de la sensación térmica de la inseguridad.

-¿La policía corrupta es sólo un problema de la provincia de Buenos Aires?

-De ninguna manera. Tanto la Policía Federal como las otras fuerzas federales, la bonaerense y las otras fuerzas provinciales cabalgan un poco por los mismos ejes, tienen las mismas generalidades. El caso más emblemático es el de la policía bonaerense porque es la fuerza policial más numerosa del país y porque actúa sobre la provincia más compleja y más vasta de la Argentina. Pero si ponés un poco la lupa sobre la policía cordobesa, sobre la policía santafesina, ves más de lo mismo. Hay diferencias, claro está, que son socio-económicas, culturales y territoriales, en el sentido de que hay lugares que son territorios arrasados por la desindustrialización, como Córdoba o la provincia de Buenos Aires, y hay otros desvastados por supervivencias feudales, como Santiago del Estero o San Luis. A los primeros le caben más modelos de policías como Pedro Klodczyk y en la otra categoría tenemos gente como Antonio Musa Azar.

-¿La llegada de León Arslanián al ministerio de Seguridad bonaerense cambia la situación?

-Es difícil. Arslanián está haciendo cosas inexplicables: por ejemplo ascender a comisario mayor y poner al frente de una departamental al comisario (Osvaldo) Seisdedos, que es un tipo no sólo de apellido estruendoso sino de terrible pasado, vinculado a (Mario) Chorizo Rodríguez. Más allá de eso, suponiendo que no cometiera errores, es difícil solucionar este problema tomándolo en forma unilateral. No es exactamente la policía el foco del problema sino que hay toda una constelación de factores, que tiene que ver con el modo en que se hace política en la provincia de Buenos Aires y con el modo en que se administra justicia. Una situación tan compleja al menos requiere una solución multidisciplinaria. La forma de encarar el problema que puede tener Arslanián es muy acotada: él simplemente es ministro de Seguridad, no tiene injerencia sobre los aparatos políticos ni sobre la Justicia. Independientemente de los problemas que causaron su eyección del cargo, su gestión anterior tampoco fue gran cosa. Arslanián comprendió que la corrupción no eran casos aislados sino algo estructural y que giraba alrededor de una recaudación que era vertical, que iba de abajo hacia arriba. Entonces descuartizó la estructura policial, extirpándole la jefatura, es decir la punta del triángulo, y distribuyéndola en dieciocho departamentales. ¿Qué pasó? La recaudación dejó de ser vertical y pasó a ser horizontal. En última instancia lo único que quedó de su reforma fue un cambio de nombre: las regionales pasaron a llamarse departamentales.

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Ragendorfer desnudó los secretos de la "maldita policía".

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