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 domingo, 06 de junio de 2004

Tatuajes: Enigmas de la moda

"Un cuerpo sin tatuajes es un cuerpo estúpido", reza un antiguo proverbio polinesio. De su interpretación se desprende el carácter decorativo que tenía la antigua práctica, compartida por muchos pueblos del mundo. En efecto, tanto los rituales religiosos como los ritos de iniciación incluían los dibujos pintados en los cuerpos, no sólo como un derecho individual, sino también como una obligación social.

Ubicado sobre la piel, el órgano que separa el mundo interno del externo, el tatuaje es un mensaje. "Siempre nos dice algo", sostiene la licenciada Rosa Petronacci de Hacker, psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina especializada en niñez y adolescencia e investigadora del tema. "Así como las mujeres egipcias se tatuaban para comunicar que estaban embarazadas, nuestros onas lo hacían para dar cuenta del dolor físico que les provocaba la muerte de un ser querido", acota. Lo común, en ambos casos, era la convención tribal o familiar. Tenía un carácter identificatorio y grupal. No era algo individual como ocurre ahora.

"Encontramos el tatuaje en los pueblos primitivos, los delincuentes y las clases bajas de la sociedad (marineros, soldados, obreros, presos y prostitutas). Fue un estigma que se asoció con la marginalidad y la violencia", sostiene Petronacci en un trabajo titulado "Tatuaje, escenario de la violencia", coescrito con la licenciada Noemí Hartman de Ganapol. Ambas coinciden en que la práctica de pintarse la piel ha retornado en estos tiempos de profundos cambios culturales, económicos y políticos, donde prevalecen las actitudes individualistas, lo sensorial y lo inmediato y cuando la imagen reemplaza a la palabra, y la acción al pensamiento.


Fascinación por el cuerpo
Entre los tres y los cinco años, los niños sienten fascinación por pintarse brazos, manos y piernas. "Lo hacen para sentir que el cuerpo es de ellos, para apropiarse de él. Están en una etapa de mucha exhibición, quieren ser el centro y les gusta ser mirados", reconoce Hacker.

Más adelante, en la adolescencia, cuando los cambios corporales que vivencian los jóvenes dan origen a una reorganización psíquica en busca de su propia identidad, es común que utilicen la piel de las manos para anotar números telefónicos o para escribir un machete. También pueden hacerse pintar un dibujo o colocarse una figura autoadhesiva. Pero, pasado un tiempo, es común que se limpien las partes manchadas o despeguen lo fijado.

Lo agresivo, doloroso, costoso y enigmático es el tatuaje profundo que no se borra y pasa a formar parte del cuerpo, una práctica a la que algunos adolescentes se someten con la excusa de aceptar un mandato de la moda.

A propósito de este revival, el filósofo francés Foucault sostuvo en 1989 que "el cuerpo está directamente inmerso en un campo político, las relaciones de poder operan sobre él, una presión inmediata; lo cercan, lo marcan, lo doman, lo someten a un suplicio, lo fuerzan a algunos trabajos, lo obligan a ceremonias, exigen de él signos". De allí derivaría una interpretación del ingreso del tatuaje a la moda y de la repercusión de la violencia del mundo en los cuerpos.


De la autoagresión al clamor
Aunque sólo entre el 10 y el 15 por ciento de los adolescentes se tatúa, desde la mirada psicoanalítica, siempre hay una historia para escuchar. "La piel constituye un importante papel en la conformación del sentimiento de identidad. La búsqueda de identidad genera un proceso de progresiones y regresiones. Los tatuajes, marcas identificatorias, se relacionan con esta búsqueda", sostienen las autoras del trabajo.

Si bien no se pueden hacer generalizaciones, ya que para cada adolescente que se tatúa la incentivación tiene un significado que tiene que ver con su propia historia, existiría una necesidad imperiosa de ponerse una marca mientras están buscando su lugar en el mundo. "En una sociedad donde todo es efímero, el tatuaje daría la ilusión de eternidad. Si uno les pregunta por qué se tatúan, ellos contestan: porque es lindo, porque quise o porque el cuerpo es mío. Encontrar el significado para ese adolescente no es fácil. Se resguardan en el uniformismo, un mecanismo de defensa que anula las diferencias. Así, estando todos iguales, se sienten más protegidos. Entonces, el significado es inconsciente y la excusa, la moda", manifiesta Hacker. Sin embargo, admite que el tatuaje habla de otras cuestiones. Porque no es lo mismo pintarse o hacerse un tatuaje que se borra a agredirse con uno más profundo.

El problema es que uno de cada cuatro adolescentes tatuados después se arrepiente y tienen que acudir al dermatólogo para resolver la situación. "Destatuarse cuesta diez veces más que tatuarse. El láser ayuda, pero la piel queda alterada y el dolor es muy intenso", sostienen las psicólogas.

Más allá de la reversión o no del daño epidérmico, las profesionales entrevistadas afirman que el tatuaje anuncia lo que el adolescente no puede tramitar. Por lo tanto, detrás de cada tatuaje agresivo, hay un adolescente que busca ser mirado, reconocido, aceptado y contenido. Parafraseando al viejo proverbio polinesio, podríamos decir que un cuerpo con tatuajes es un alma que clama.

Cristina Susana Gozzi

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