Año CXXXVII Nº 48410
La Ciudad
Política
Información Gral
Opinión
La Región
El Mundo
Policiales
Cartas de lectores


suplementos
Ovación
Escenario
Economía
Señales
Turismo
Mujer


suplementos
ediciones anteriores
Salud 02/06
Autos 02/06
Turismo 30/05
Mujer 30/05
Economía 30/05
Señales 30/05


contacto

servicios

Institucional

 domingo, 06 de junio de 2004

Educación: Una mirada celeste y blanca

En la escuela primaria de Los Molinos -desde el mismo jardín de infantes- aprendí a amar a la patria. Cantaba el himno nacional emocionada. Nunca dejé de usar escarapela ni de sentirme orgullosa cuando izaban la bandera. Era un honor asistir a un acto patrio, fuera 25 de Mayo o 9 de Julio. ¿Qué pasó en el medio de ese camino recorrido? Hoy debemos por poco rogar a los alumnos para que usen escarapela o canten el himno.

La patria no es ni el padre, ni la madre, ni el hogar, ni la tierra prometida y sin embargo, es todo eso junto.

Así como la familia debe enseñar los valores más elementales de los seres humanos; la escuela debe enseñar a querer y a respetar la patria, mediante la reflexión acerca de los valores cívicos. No hacerlo significaría revelar la desidia y el desamor por lo propio. Y lo propio dejará de ser "identidad" para convertirse en "lo ajeno".

Muchos alumnos de las escuelas argentinas no saben que tenemos cuatro símbolos nacionales y que cada uno tiene una historia independiente (la escarapela, el himno, la bandera y el escudo). Muchos tampoco saben que el retiro de la bandera en los actos públicos no se aplaude (según ceremonial de la Nación); que el himno no finaliza sino cuando terminan sus acordes musicales (y allí debe ser aplaudido) y que la escarapela puede usarse en el lado derecho o del lado izquierdo, según la "corriente romántica", que aduce razones afectivas para lucirla sobre el corazón.

Del lado que sea, usar una escarapela es como decir "pertenezco a" o "me siento parte de..."

¿Cuándo fue que los alumnos dejaron de tener en cuenta estas cosas? Seguramente, cuando los responsables de la educación escolar dejamos de hablar de ellas.

Veo con preocupación y con dolor el hecho de que muchos alumnos de escuelas argentinas empleen en los papeles que cubren sus libros, en sus biromes y, a veces, hasta en sus ropas, los colores de banderas ajenas a la nuestra. Rayas y estrellas, especialmente.

Hay que predicar con el ejemplo. Si yo no usara escarapela, si no cantara el himno, si no respetara la vida de los que hicieron posible la patria, yo no me atrevería a pedirlo.

Si a los alumnos se los obligara, sin razones mediante, a usar escarapela, cantar el himno, seguramente harían caso omiso y por rebeldía, no lo tendrían en cuenta.

Estoy convencida de que los alumnos de las escuelas argentinas deben ver reflejado en los educadores (padres, docentes, sociedad) aquello que tienen que hacer para ser y sentirse argentinos. Un partido de fútbol internacional, no puede generar el orgullo nacional si desde adentro no se percibe ese mismo orgullo en las tareas más triviales y cotidianas.

Quizás no haya razones valederas para que los niños y jóvenes se decidan a pensar en los valores cívicos aún así, quiero compartir una que para mí se convirtió en "la razón": la patria para constituirse, para ser se ha llevado la vida de muchos hombres y mujeres que la entregaron por ella. En honor a esas vidas entregadas para que nosotros hoy tengamos un país que se llama República Argentina, amemos nuestra historia, porque también la historia grande que aparece en los libros, está plagada de cosas pequeñas.

Como dice un proverbio africano: "Mucha gente pequeña en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo". A lo mejor, este mismo pensamiento movilizó a San Martín o a Belgrano, y vaya si cambiaron el mundo.

Marcela Ruiz

Profesora de lengua y literatura

[email protected]

enviar nota por e-mail

contacto
buscador

  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados