| domingo, 06 de junio de 2004 | Punto de vista: Una fiesta para saludar a Silvio José L. Cavazza / La Capital Dejamos atrás la frontera de Almagro con Palermo al filo del alba. Habíamos pasado una buena noche. A pesar de que se produjeron desmanes de todo tipo, con inadaptados oponiéndose a la noble causa pero también con pancartas con leyendas del tipo "Aguante Soldán" o "Free Soldán". Sólo el resultado importa: Silvio está libre. Tal vez el concierto de los Barreiro ayudó a la causa. La banda punk rock porteña, que cierta noche supo enamorar al mismísimo Alex de la Iglesia, interpretó los últimos temas propios más algunos covers de Sandro bajo el lema "Liberen a Soldán". Llegamos temprano al lugar, antes de la medianoche. La neblina sobre la autopista nos abrió el apetito. Una especie de agujero negro con afilados dientes a la altura del estómago estrujado por la tensión del largo viaje bajo la niebla. Todo por Silvio. Los Barreiro, que también lo entendieron así, ya son nuestra banda de cabecera. Atrás quedaron nuestros viejos amores por Manuela Bravo o el oscuro Carlos Bisso. Nunca la música se atrevió a tanto, dijo un inspirado Pachi. ¡Rímolos abstenerse!, contestó uno de nosotros. Un rockabilly por aquí un twist por allá y en el medio un sonido Ramones sacudiendo el antro. ¡Gracias Silvio!, gritaban los Barreiro entre tema y gemido, mientras nosotros nos poníamos a hablar con Marcelo Dos Santos, escritor argentino. Por suerte nos habíamos lanzado una tarde a marcelodossantos.com.ar y sabíamos de su sapiencia, de que todos sus relatos de los años 70 se habían perdido, de sus novelas de ciencias ficción -"Madres" y "Padres"-, de sus libros de no ficción, de su recetario de cocina. Y allí estaba Marcelo hablando con nosotros como si nada. Es probable que en Rosario lancemos un club de fans de Marcelo Dos Santos. Al menos, él no pareció oponerse. Pero vayamos a los que nos interesa: todas eran muestras de amor y paz hasta que los rímolos entraron a mitad del concierto, repartiendo, primero sospechosos barbitúricos y pancartas insultantes, y luego palo y palo. Los Barreiro continuaron saltando en el escenario y arengando a los nuestros que, entre corte y quebrada, metían cabezazos a los malditos rímolos. Casi hasta el alba. En el aire soplaba rock and roll y un ¡gracias Dios por liberar a Silvio! enviar nota por e-mail | | |