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 domingo, 04 de abril de 2004

Educación
Leer no cuesta nada

Decía Descartes que "la lectura de todo buen libro es como una conversación con los hombres que los han escrito, los más dignos de las edades pasadas, una conversación selecta en la cual no nos descubren sino sus mejores pensamientos" y que "leer un libro enseña más que hablar con su autor, porque el autor en el libro sólo ha puesto sus mejores pensamientos". Por su parte, Jorge Luis Borges ha señalado en una de sus célebres conferencias que "de los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación".

Lectura y libro, anverso y reverso de una pequeña historia de amor de la que podemos ser protagonistas o conformarnos con ser testigos. Y a veces, ni siquiera eso.

En la época de Renato Descartes (siglo XVII) el único medio para llegar al conocimiento era el libro; actualmente, las nuevas tecnologías hacen posible esto. Internet y los medios masivos de comunicación (especialmente la televisión) se convirtieron en protagonistas de estos "tiempos modernos".

Cabe la posibilidad de culparlos a ellos del alejamiento de los adolescentes de la lectura. Pero también está la posibilidad de "tomar al toro por las astas", hacer una autocrítica y, ubicándonos en el centro del problema, decir en voz alta: "Cuando en una sociedad los adolescentes hacen o no hacen determinadas cosas, es porque imitan actitudes". ¿No será que los adultos estamos enseñando eso? ¿Seremos capaces los docentes de motivar a la lectura a los alumnos? ¿Y a nuestros hijos? ¿Leemos lo suficiente delante de ellos? ¿Cuántas horas de televisión miramos por día?

Dicen que la sociedad en la que vivimos se privilegian más las imágenes que las palabras, que importa más lo que se ve y se muestra que aquello que se dice y se piensa. Por más que existan las nuevas tecnologías, los seres humanos estamos en el medio de un mundo en el que la lectura es un factor de poder y las palabras, una herramienta fundamental, para definirnos en nuestra humanidad.

Es mentira que cualquiera puede navegar por Internet. Hay que ser un cibernauta competente a la hora de leer íconos, signos y tecnicismos.

El pedagogo Francisco Tonucci sostiene que si los chicos miran mucha televisión es porque los padres no los sacan a jugar a la plaza. A veces la plaza está lejos, es cierto. Pero, ¿quién no tiene un patio, una ventana soleada, un balcón verde para disfrutar de un buen libro?

El mundo de la lectura no es ni mágico, ni apasionante, ni divertido si no está supeditado a la magia, a la pasión y a la diversión que cada uno le otorga a lo que lee.

Leer permite descubrir mundos diferentes al que vivimos. Leer permite imaginar. Y la imaginación es una permanente construcción de puentes: hacia los otros y hacia uno mismo.

Marcela Ruiz

Profesora de lengua y literatura [email protected]

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