| miércoles, 29 de octubre de 2003 | Tour fatal. Recuerdos del chico que vio morir a su novia en el micro "Cuando me di cuenta de que ya no respiraba, me tiré del colectivo" Diego y Lorena viajaban en los asientos 43 y 44. El intento reanimarla cuando los sobrevivientes ya habían saltado Eduardo Caniglia / La Capital La ilusión de Diego y Lorena de conocer las Cataratas quedó trunca en segundos. Cuando un tremendo infierno de hierros retorcidos y fuego lo despertó, él atinó a auxiliar a su novia. Primero se estremeció al ver que dos astillas de cristal cubrían el cuello de Lorena. Después, con desesperación intentó reanimarla. Sacudió el cuerpo inerte de la chica y le gritó. La ausencia de pulsaciones y los ojos emblanquecidos terminaron de convencerlo de que su pareja estaba muerta. Entonces se tiró del colectivo y clamó por ayuda.
Habían pasado quince minutos de la medianoche del lunes y las llamaradas y rayos de fuego surcaban el cielo, en el cruce de las rutas nacionales 127 y provincial 2, en cercanías de Los Conquistadores y a unos 50 kilómetros de Chajarí. Unos segundos antes, un micro de la empresa P-Tak de San Nicolás, con 58 personas a bordo, había embestido a un camión Ford cargado de garrafas.
Diego Capoulat, de 26 años, y Lorena Garay, de 22, empezaron a cumplir su sueño a las 16 del domingo cuando subieron, en la terminal de ómnibus de Rosario, al micro que había salido de San Nicolás.
Diego trabaja en el salón de entretenimientos del Village y Lorena era empleada. Se habían conocido 10 días atrás y casi al mismo tiempo habían contratado el tour en una agencia de turismo céntrica.
El viaje transcurría sin sobresaltos, sólo una frenada brusca había alterado el recorrido, aunque Diego no recuerda en qué momento del trayecto. La pareja ocupaba los asientos 43 y 44, en el lateral derecho del piso superior de la unidad. Poco antes de la medianoche el coche se detuvo en un parador de la localidad de Federal para cenar. En escasos minutos se desataría la tragedia, cuando la pantalla de la videocasetera del colectivo anunciaba una película.
El muchacho se dispuso a dormir y Lorena lo acarició y lo besó. Sin saberlo, se despidieron. Fue la última vez que Diego la vio con vida. Entre lágrimas y sollozos, él intentó reconstruir con dificultad el tremendo encontronazo, que fue precedido por otra brusca frenada. Cuando se despertó estaba tirado en medio del pasillo del coche. Un compañero de viaje que iba sentado delante de él le dijo que el micro había chocado al camión. "El colectivo estaba semitumbado y las garrafas explotaban", contó el empleado del Village.
Diego estuvo 10 ó 15 minutos inconsciente y cuando se recuperó vio que ya no había pasajeros en el lado derecho del micro. "La gente había saltado y los vidrios de las ventanillas estaban rotos", explicó.
Las llamas ya envolvían al colectivo cuando el joven se dio vuelta y divisó a su novia. Estaba aprisionada sobre el asiento y parecía desvanecida. El muchacho intentaba en vano levantarla. Lorena no respondía a los gritos de su novio, que ya no podía sostener el cuerpo inmóvil de la muchacha. En el relato Diego hace un profundo silencio y el llanto le impide seguir hablando. Luego, dice para tranquilizarse. "El único consuelo que me queda es que no sufrió porque estaba durmiendo".
Cuando asumió que la situación de Lorena era irreversible, por un instante pensó en quedarse con ella. Ya no escuchó sus pulsaciones. Después acercó su oído a la boca y la chica no tenía aliento. "Cuando me di cuenta que ya no respiraba, me tiré del colectivo", comentó. Cayó sobre un charco de agua y sangre.
Corrió con desesperación en medio de la oscuridad hacia un lugar más iluminado. Sus gritos resonaban cuando las explosiones sacudían al pueblo de Los Conquistadores. Junto a él estaban los sobrevivientes del micro, que tuvieron tiempo de arrojarse del coche antes de que las garrafas comenzaran a estallar mientras que otros pasajeros a duras penas lograban bajarse del ómnibus con quemaduras.
Diego tenía golpes en todo el cuerpo. Después una ambulancia lo trasladó al Hospital Santa Rosa de Chajarí. Allí lo atendieron "muy bien, a pesar de los pocos recursos con que contaban". Estaba shoqueado y un psicólogo debió asistirlo el día que estuvo internado en el centro asistencial.
A las 7 de ayer, Diego llegó a Rosario a bordo de un pequeño colectivo de la operadora mayorista Clip y desde ese momento intenta superar el mal trance, aunque no le resulta fácil. Acostado en una habitación de su casa de Piedras al 2700, en la zona sur de la ciudad, las imágenes del infierno sobrevuelan en su mente y en su retina y lo atormentan a cada momento.
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