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 miércoles, 29 de octubre de 2003

Prostitutas y ladrones reinan en el barrio porteño de Constitución
Es una de las zonas más "calientes". El miedo se enseñorea al caer la noche

Las prostitutas, los "pungas", los "dealers" y los "cañeros" se adueñan durante las noches de las calles en el populoso barrio de Constitución, que en poco tiempo pasó a ser una de las zonas más "calientes" de la Capital Federal. Muchos comerciantes no dudan en afirmar que hay connivencia policial detrás de la increíble retahíla de atracos y aprietes que sufren, y, además, saben dónde se esconden los delincuentes: en las casas usurpadas de la zona.

Las trabajadoras de la calle aparecen en cantidad después de las 20 y tienen arreglos con los dueños de los albergues transitorios, que le dan un porcentaje por cada cliente que le llevan. Es un circuito que comprende varios estamentos muy relacionados.

Cuando hay operativos policiales, están avisadas y dan vueltas en taxis -cuyos conductores también las vigilan y les traen clientes- hasta que la razzia termine. Las "chicas" circulan de a dos o tres por cuadra y tienen a sus fiolos marcándolas de cerca, debido a que el negocio lo maneja una red de proxenetas atentos a la recaudación: en las calles de Constitución se puede conseguir sexo oral por 20 pesos, y la tarifa aumenta según los "servicios".

Después de la salida de la convertibilidad, muchas prostitutas que habían llegado a Buenos Aires desde otros países de América latina se volvieron, pero aún quedan en el barrio muchos grupos de dominicanas.

Los travestis, en tanto, quedaron en minoría porque muchos emigraron a la zona roja de Palermo Viejo, al punto de que hoy en Constitución componen menos del 30 por ciento de esta oferta sexual callejera, de acuerdo con las fuentes consultadas.


Los actores de la "industria"
Arrebatadores, "punguistas", "cañeros" (robo agravado por el uso de arma de fuego) y los "de jeta" (rodean a su víctima entre cuatro o cinco, le pegan una trompada en la cara y lo amenazan con matarlo a golpes si no entrega sus pertenencias), pululan en esta zona caliente, que entre las primeras horas de la noche y hasta entrada la madrugada parece tierra de nadie.

La terminal más pingüe del circuito delictivo son los comercios que se dedican a la compra-venta, que ha proliferado en los últimos tiempos. Con toda impunidad, los dueños de esos locales exhiben en sus vidrieras, muchas veces, las mercaderías que son arrebatadas o sustraídas minutos antes en las calles de la zona.

Pasado el auge de los robos de estéreos, ahora la moda es el arrebato de teléfonos celulares. Los ladrones muchas veces los manotean cuando la víctima está haciendo uso del aparato en la vía pública.

En esta verdadera jungla de cemento, los "dealers" o "puntas" (vendedores de drogas) tienen asignadas sus propias esquinas. Un papel de cocaína se puede conseguir por 10 pesos, mientras que un "porro" vale uno. Cerca de los colegios de la zona, se puede ver a estos "dealers", en moto, "negociando" con los alumnos.

A diferencia de otros lugares, donde los delincuentes no roban donde en la zona en donde viven, aquí no se respetan códigos. Todo vale. Es más, tras cometer los delitos, los malhechores se refugian en sus aguantaderos, generalmente casas usurpadas. (Télam)

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Las "chicas" copan las calles después de las 20.

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