 | lunes, 20 de octubre de 2003 | El clásico Empate en el clásico con sensaciones disímiles y polémica Central sigue expectante, Newell's ciclotímico José M. Petunchi / Ovación Newell's, a pura ansiedad, gastaba a cuenta imaginando la fiesta de la reivindicación cuando faltaban 15 minutos para el final. Era endeble el uno a cero a esa altura. Tan endeble como escasa la diferencia en ese pasaje del segundo tiempo. Porque el equipo de Veira dispuso de situaciones para aumentar pero cometió el error capital de no liquidarlo. Y, de a poco, se fue retrasando peligrosamente. Nada parecía importar, sin embargo, en las tribunas locales más que expulsar el fantasma de las frustraciones recientes de los últimos clásicos. Los cantos parecían un desahogo anticipado. Pero le permitió a Central cuando estaba desorientado que recompusiera su imagen. Y el estigma reapareció con toda la furia a los 32 minutos, cuando el cabezazo abajo de Talamonti infló la red de Palos con el mensaje del empate. Entonces fue automático: la explosión cambió de tribuna. La fiesta se mudó de lugar y cambió de colores. Y la cosa siguió porque, matemáticas al margen, el punto tenía el valor de una victoria; de mantener una racha floreciente. Incluso la celebración pudo ser más estrepitosa si Elizondo no hubiese anulado correctamente el gol de Messera casi en el final. Hubiese sido un castigo demasiado duro para Newell's. El empate le alcanzaba para celebrar y seguir en el camino ascendente. Quedó a la vista.
En un partido en que las mayores obligaciones eran de Newell's, el empate pareció caerle mejor -porque tenía menos necesidades- a Central, que hizo mucho para ganarlo en los primeros 30 minutos, aunque los rojinegros tuvieron alguna chance. Después los leprosos estuvieron a un tris de la victoria, cuando estando en ventaja le perdonaron la vida a los canallas, que, en el mejor momento rojinegro, se levantaron y a punto estuvieron de dar vuelta la historia en el final con ese gol invalidado que opacó el éxtasis canalla y apagó el incendio leproso.
En el medio de situaciones tan variables, los dos armaron un partido cambiante, emotivo, vibrante, con muchas situaciones de riesgo y por momentos de ida y vuelta. Caliente de a ratos, y con nervios, muchos nervios, siempre. Tanto que casi nunca se jugó bien. Sólo los minutos iniciales en que Central de la mano de Vitamina Sánchez, en sociedad con Messera, generó más volumen de juego, pero ni el Equi ni el Yerbatero ni Herrera lo plasmaron en la red.
Del otro lado, Ñuls era confusión. Se amoldaba al partido, esperaba y salía de contra. Pero paradójicamente lo hacia por izquierda, porque Patiño en la derecha pasaba desapercibido. Entonces, no tenía claridad ni profundidad. Recién lastimó en el final, cuando Patiño, en la primera que hizo bien, se la bajó a Vásquez, que fusiló a Gaona y el 1 respondió espectacularmente.
Esa jugada le dio envión. Newell's salió del vestuario con el tanque lleno. Y fue mortal cuando Patiño definió notablemente desde la medialuna. A partir de ahí tuvo el partido servido, a su merced. Y Central, que edificó su presente en base a orden, fútbol y paciencia, se desorientó. Patiño empezó a gravitar y la velocidad de Rosales a preocupar. Lo tuvo en un cabezazo del inquietante Vásquez y en un misil de Mauro al primer palo.
Pero cometió un error letal. No lo remató. Y Central, sin su fútbol habitual, pero con temperamento y sacrificio, recompuso su línea. Avisó en dos ocasiones hasta que Talamonti la mandó al fondo del arco. Un premio a lo hecho en el primer tiempo más que a la coyuntura. El gol anulado a Messera hubiese sido una mina de oro en medio del desierto para Central y un cachetazo inapelable para Newell's, que debía ganar y sólo se quedó con un punto que deja expuesta su ciclotímica realidad. Los canallas se fueron satisfechos del Parque con el punto; felices por esta racha sin derrotas ante su rival de siempre y expectantes por la 3ª posición en la tabla. enviar nota por e-mail | | Fotos | | Reclamos por el segundo gol canalla que no fue. | | |