Año CXXXVI
 Nº 49.842
Rosario,
jueves  15 de
mayo de 2003
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El riojano se colocó sobre la Constitución y las instituciones
Para mantener su leyenda de invencible en elecciones, el ex presidente se burló de sus millones de electores

Omar Bravo / La Capital

Al renunciar a la segunda vuelta electoral, el ex presidente Carlos Menem colocó su figura por encima de la Nación, de la Constitución nacional y de todas las instituciones de la República. También se burló de los casi 5 millones de argentinos que lo votaron el 27 de abril. El cúmulo de argumentos que él y sus allegados deslizaron estos días para semejante decisión no alcanza para ocultar el verdadero motivo: no quiso enfrentar la realidad de la paliza electoral que los encuestadores preanunciaban como la madre de todas las derrotas de la historia política argentina.
Para un dirigente que llegó por elecciones libres a todos los cargos que ocupó resulta inaceptable su "versión estadista", donde -so pretexto de una contribución a la pacificación de los espíritus- toma la decisión de abstenerse de competir para no excitar el enfrentamiento entre sus seguidores y el enorme frente de sus opositores, el antimenemismo que él mismo denostó en uno de sus spots de campaña electoral hace dos semanas. En aquel aviso Menem decía tras el 27 de abril que "el antimenemismo no podía ser superior a la Argentina". Ayer él, o sea el primer menemista, sí se colocó por encima de la Nación.
Es aún más penosa la ristra de denuncias de fraudes que Menem y los suyos denunciaron respecto de la primera vuelta, aunque se cuidaron bien de no llevarlas ante la Justicia. Tampoco fue registrada por los veedores y las ONG que supervisaron los comicios, donde Menem resultó triunfador, parcial, pero ganador.
Anteayer La Capital y varios corresponsales extranjeros accedieron a algunas de "las denuncias". Los lugares donde el Frente de la Lealtad habría sido perjudicado serían los distritos de La Matanza (Buenos Aires) -"votaron cinco mil muertos", dijo una fuente menemista que clamaba anonimato- y en las provincias de Jujuy y Formosa, donde el resultado favoreció a Néstor Kirchner por amplio margen. Los voceros sostenían que un reclamo sobre la supuesta falta de transparencia sería tramitado ante la OEA y otras organizaciones y tribunales internacionales.
Menem resolvió mantener a ultranza su leyenda de dirigente político invencible en elecciones democráticas, dentro y fuera del peronismo, burlándose de su propia criatura, el ballottage, pero también de una sociedad que, en contra de todos los pronósticos, acudió masivamente a votar en la primera vuelta electoral y que se aprestaba a volver a hacerlo el domingo próximo, donde el voto en blanco apenas crecía respecto de aquel acto comicial.
Pero quizá lo más grave es que la sociedad se disponía a dar una vuelta de página con lo que identifica como el modelo neoliberal iniciado en marzo de 1976. El retiro de Menem impide que la sociedad lo concrete.
El ex presidente resistió de todas las formas posible que ese cambio de rumbo se lleve a cabo. El año pasado hasta llegó a mandar emisarios propios a hacer lobby ante las autoridades del Fondo Monetario Internacional (FMI) para que obstruyeran y hostigaran a los enviados del gobierno de Eduardo Duhalde, que penosamente trataban de arrancarle a Horst Khoeler y a Anne Krueger aunque más no fuera una tregua por un puñado de meses.
En todo caso, Menem eligió entrar en otra leyenda, oscura esta, que lo coloca junto a quienes se burlaron de la democracia y de los mandatos de la sociedad, claudicando de sus responsabilidades institucionales, como Carlos Chacho Alvarez, Fernando de la Rúa y Adolfo Rodríguez Saá. También con los dirigentes de su entorno que, en un caso de ceguera imperdonable, le aconsejaron seguir el camino de la renuncia a aceptar las reglas de juego de la Constitución nacional reformada.
La leyenda del invencible se destiñe y marcha a su ocaso. Definitivo.


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