Sergio Faletto / La Capital
Todo rival se siente más visitante en la Bombonera. Pero más que siempre cuando Boca juega por algo más que los tres puntos. Porque los jugadores de la casa potencian su jerarquía, la Doce impone su hegemonía y cada rincón late al compás del fútbol y del aliento. La puesta en escena xeneize no deja nada librado al azar. El equipo impone respeto. Los hinchas xeneizes generan admiración y temor. Ellos en su casa son dueños absolutos de los tiempos y de las formas. Todo se hace a su manera. Y desde temprano exhiben la escritura que los convierte en propietarios de un espectáculo. Convirtiendo así a los eventuales rivales en intrusos. A quienes tratan también como tal. En este contexto estuvo Central. Y también varios centenares de canallas que fiel a su historia marcaron su osada presencia. Por más Bombonera que sea. Y más allá de la considerable diferencia numérica que establece el anfitrión. Los xeneizes poblaron desde temprano el 70 por ciento del emblemático estadio. Cantaron siempre. Aplaudieron a rabiar. Comulgaron una vez más con la tradición que los identifica. Y llegaron con la remota esperanza de que San Lorenzo le gane a Independiente. Si hasta un ingenioso plateísta colgó, pasada las 16, un trapo blanco con su deseo escrito en letras azules: "Los dos a la final y feliz domingo para todos", invocando a la memoria al viejo programa de juegos que conducían Silvio Soldán y Jorge Formento, este último también presente en el estadio. Cuando el partido comenzó, la Doce desplegó con sincronizada organización su gigantesca bandera que la distingue: "Podrán imitarnos pero igualarnos jamás". Pero el orden se alteró a los 20 minutos del partido, cuando vieron que los canallas comenzaron a invadir la bandeja superior de enfrente. Y se acordaron de Central. Rivalidad que no le es indiferente. Porque saben y entienden que en el Gigante los visitantes son ellos. Y porque comprenden que si bien Boca es Boca, Central es Central. Sentimientos distintos. Tradiciones parecidas. Tanto como los mellizos Barros Schelotto, quienes con camisetas diferentes pero actitudes similares se convirtieron en otro de los íconos del enfrentamiento de ayer. Mientras los xeneizes esperaban una señal desde el Nuevo Gasómetro, los canallas intentaban fortalecerse en la adversidad del marco. Los hinchas locales comenzaron dos fallidos festejos por supuestos penales a favor de San Lorenzo que no se sancionaron, pero después utilizaron la misma energía para gritar los goles a favor como para insultar a los fundadores del Ciclón. Cuando la historia del Apertura ya estaba escrita, algunos locos perdidos se perdieron en la cancha. Pero fue sólo una anécdota. Que no impidió la conclusión: la Bombonera es un reducto casi inexpugnable al que los canallas seguirán desafiando.
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