La puesta en escena de los juveniles, más de medio equipo ayer en la Bombonera, era una de las mayores incógnitas del conjunto de Russo. Y los rendimientos fueron bien diferentes. Mientras Ramiro Fassi se erigió en el mejor jugador del equipo porque a su temperamento le agregó una entrega envidiable y ganó mucho más de lo que perdió en los innumerables mano a mano que debió afrontar, Luciano Figueroa fue una sombra del goleador auriazul que se había transformado en las últimas fechas (terminó tercero en el campeonato Apertura) en una especie de reaseguro de gol. Eso por citar los dos extremos del rendimiento canalla. Emiliano Papa tuvo un muy aceptable primer tiempo, pero después se fue apagando con el resto del equipo hasta que el técnico decidió reemplazarlo por Rivarola en el complemento. Paulo Ferrari, igual que Fassi, pareció ser el que menos sintió el impacto del escenario, pero tuvo inconvenientes en la marca, como todo el equipo, y casi nunca pudo transformarse en atacante, tal cual es su característica. Talamonti jugó nervioso. Cometió un doble error que derivó en el gol de Clemente Rodríguez y ese impacto incidió en su actuación de ahí hasta el final. Pero como atenuante se debe consignar que se sumó al desconcierto generalizado que mostró Central en la Bombonera. César Delgado, el único que había jugado en la Boca (jugó 7 minutos tras reemplazar a Diego Erroz en la era Juan José López) comenzó muy bien y armó un par de desbordes que desacomodaron a la defensa de Boca, pero ahí terminó su aventura. Aquí va otro dato que no debería considerarse menor y que también involucra a Figueroa. La pelota le llegó muy pocas veces y casi siempre con incomodidad, imprecisa o en inferioridad numérica. La primera aventura de los chicos ya pasó. Es un paso adelante, aunque esa sentencia parezca disparatada si se toma como referencia el resultado. Pero fueron 90 minutos en la Bombonera. Una especie de inversión para el próximo torneo Clausura.
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