Mauricio Tallone / La Capital
El sentido común advertía que no era aconsejable subestimar la obligación que tenía Newell's en su búsqueda de la redención futbolística en el Coloso. En atención a esto, el acto reflejo, casi epidérmico, convocaba aquella sensación concebida hace tres fechas ante Olimpo de que los rojinegros debían enmendar con un triunfo convincente esa tarde desaprobatoria. Ni siquiera la buena cosecha numérica de la victoria con Racing en Avellaneda y el empate frente a Estudiantes en La Plata habían logrado desentrañar del inconciente colectivo del hincha los chivos expiatorios perisféricos de aquel 1 a 0 ante los bahienses. Porque la amnistía de equipo confiable había que conseguirla en casa y no en terrenos neutrales. Por obra de esta coyuntura se imponía buscar los planos del partido de ayer contra Vélez. Y vaya si el equipo del Bambino le encontró la vuelta a esto de atender como se debe a domicilio, que hasta se dio tiempo para ajustar su coartada a la identidad del contraataque y a partir de esas réplicas halló los caminos para resolver la incomodidad que le propuso el rival. En los primeros minutos se observó a un Newell's casi obsesionado con Leyenda, pero su ansiedad se tradujo rápido en búsqueda anunciada. Todavía el trámite no había arrojado un dominador absoluto cuando Ponzio le puso mucha tiza a un tiro libre desde la derecha y el recorrido de su remate encontró involuntariamente la cabeza del lungo Nanni, que no sólo sentenció a Leyenda sino que ahuyentó de movida cualquier arrebato de impaciencia. Pero con el rasgo paradojal a cuestas, esa diferencia en el resultado no inauguró la mejor versión de los rojinegros. Porque a partir de ese momento no fueron templados en el manejo de los tiempos, se dejaron tentar por la pereza y se diluyeron en aventuras individuales comandadas por Manso y Sacripanti. De tanto estar en babia le permitieron a Vélez redimirse de su orfandad ofensiva y sacar a Passet de su papel de espectador. En ese lapso el arquero leproso se la jugó ante un mano a mano con Nanni. La segunda etapa sí entró en una meseta que se ajustó exclusivamente a los intereses de Newell's. La intención por prolijar la tenencia de la pelota que le daba Ponzio y las trepadas de Vella por el sector derecho convivieron con un esquema que funcionó mejor desde la espera. A todo esto Ischia había ensayado su plan canje con el ingreso de Gracián por el inexistente Patricio Pérez pero los visitantes repitieron errores conocidos. Para colmo enseguida llegó la corajeada de Domizi que derivó en la jugada más polémica del partido (ver aparte). Ponzio envió un centro desde la derecha, el Pájaro guapeó con Pellegrino y Leyenda, el rebote le quedó al delantero y lo único que hizo fue empujarla al gol. Ante esa acción, la primera seña de Brazenas fue contradecir con un gesto a su asistente (Juan Milone), que tenía la bandera levantada y por eso se pensó que no iba a dar el gol. Pero tras una consulta, el árbitro convalidó el tanto rojinegro haciendo uso del recurso de la última palabra. El final encontró a Newell's dueño y señor de todo. Saldando la deuda que tenía con su gente por el acto fallido de Olimpo y reforzando la idea de que se está en presencia de un equipo que escala en la tabla (está quinto) con la receta que ya le impregnó el Bambino.
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