Brasilia. - Los electores brasileños se volcaron masivamente a votar en elecciones generales, dejando de lado preconceptos políticos y sociales. "Voto Lula da Silva, porque considero que es el único que puede articular una concertación nacional entre trabajadores, empresarios y dirigentes políticos", comentó Ivette Rodrigues, una dama elegante, mientras hacía fila para sufragar.
Rodrigues, de 39 años, es lo más alejado del estereotipo del votante de izquierda que elegiría al ex obrero metalúrgico Luiz Inacio Lula da Silva: manos meticulosamente cuidadas, cabellera teñida de rubio y brillante, nariz sospechosamente perfecta. "No creo en esa mentira de que Lula vaya a hacer un gobierno radical", aseguró antes de relatar que tiene un título universitario pero prefiere quedarse en casa, "para cuidar de la familia".
"Fidel Castro sólo hay uno y no viene por las urnas", agregó, mientras intentaba calmar con arrumacos a "Rocky" un diminuto perro Lhasa Apso que la acompañaba amarrado y se había puesto nervioso con la aglomeración.
Lula, de 56 años, figuró como amplio favorito en las encuestas preelectorales, con una propuesta mucho más moderada que en sus tres postulaciones anteriores, y una imagen muy distante de la del militante radical que lo caracterizaba hace unos años. Los rivales con mayores posibilidades de eventualmente ir a una segunda ronda con el candidato del Partido de los Trabajadores (PT) son el oficialista socialdemócrata José Serra y el socialista moderado Anthony Garotinho.
"Es la primera vez que voto en mi vida, y para presidente quiero a Garotinho, porque me parece buena gente, creo que realmente piensa en el país, y además se ve tan tiernito", afirmó entre sonrisas Carla Moreira, una beldad morena de 18 años que hacía proselitismo rentado por el liberal Joaquim Roriz.
Roriz, a quien sus críticos y medios de comunicación opositores definen como un liberal fundamentalista y lo acusan de tráfico de influencias, es el gobernador del Distrito Federal y aspirante a la reelección por el Partido Frente Liberal (PFL), aliado de Serra. "Trabajo de voluntaria. No nos pagan más que el almuerzo, pero lo haría por cualquiera de los candidatos, porque verdaderamente hace falta ayuda para la gente que no entiende el nuevo sistema de votos", dijo Carla, enviada por el grupo de Roriz a Samambaia, a unos 50 kilómetros al este de Brasilia.
Filas interminables
A 50 metros de allí, en una escuela primaria de la ciudad, miles de electores se agolpaban pacientemente en filas interminables esperando participar de la mayor elección informatizada del mundo. Con un electorado habilitado de más de 115 millones de personas, Brasil puso en marcha el domingo la cuarta elección presidencial directa desde el fin de la dictadura militar de 21 años, empleando urnas electrónicas en el ciento por ciento de sus colegios electorales.
En Brasilia, donde votaba Ivette, los electores se tomaban alrededor de tres minutos para toda la compleja selección de seis candidatos, según fiscales de varias corrientes. En Samambaia, el trámite duraba el doble. Además de por presidente, los brasileños votaban gobernadores de los 26 Estados del país y el Distrito Federal, y legisladores federales y locales. (Reuters)