Brasilia. - Un intelectual respetado, políglota, diplomático, profesor universitario y con fuerte carisma ante el auditorio más diverso, Fernando Henrique Cardoso lo tenía todo para retirarse como el presidente brasileño más querido desde Juscelino Kubistchek.
Llamado "un artista de lo imposible" por sus emprendimientos, Kubistchek cautivó a los brasileños en las décadas de 1950 y 1960, y concretó el mítico proyecto de fundar una nueva capital para el país, Brasilia, hace 42 años.
Cardoso pareció seguir sus pasos con una carrera iniciada como militante social con ideas izquierdistas que combatió la dictadura militar de 1964-1985, debiendo partir al exilio, mientras ganaba prestigio dentro y fuera del país. Llegó a la presidencia con enorme popularidad el 1º de enero de 1995, al frente de un plan de estabilización económica que era considerado un modelo perdurable, luego de diversos fracasados proyectos que habían dejado sin esperanzas a los brasileños.
Sin embargo, los avatares de la política, el parcial derrumbe de su política económica, el desempleo en niveles inéditos y el tipo de cambio dando saltos ante la especulación, lo condenaron a caer en aquello de que "nadie es profeta en su tierra". Cardoso entregará las llaves del Palacio de Planalto, la sede del gobierno, en el momento de más baja popularidad de sus ocho años de gobierno.
En sentido estricto, el gobierno de Cardoso, un profesor de sociología que ha dictado cátedra desde San Pablo a París, pasando por Santiago de Chile, Caracas, México y Stanford, había comenzado incluso antes de que él fuera electo para el cargo, con el inicio del Plan Real de estabilización y una nueva moneda. El actual mandatario fue canciller y ministro de Hacienda del gobierno de Itamar Franco, quien sucedió a Fernando Collor de Mello tras su dimisión para impedir ser destituido a raíz de un escándalo de corrupción.
Cardoso dirigió el diseño del Plan Real, que su entonces amigo Franco puso en vigencia acotando oportunamente una odiada espiral inflacionaria cuando ya era un aspirante a la presidencia. La inflación bajo control y la apertura comercial, unida a una moneda que cotizaba casi a la par del dólar, aumentó el consumo, impulsando la actividad económica en plena campaña electoral de 1994, lo cual ayudó a catapultar la candidatura de Cardoso.
Ola de bonanza económica
El entonces nuevo gobierno disfrutó durante casi cuatro años de una ola de bonanza económica, que aprovechó para impulsar diversos programas sociales. Su popularidad trepó rápidamente y recibió elogios a nivel internacional, lo cual le facilitó la reelección en 1998, cuando venció a Lula en la primera ronda electoral.
Sin embargo, el ingreso masivo de productos importados significaría en su segundo mandato una de las razones para la brusca caída de su popularidad: la balanza comercial comenzó a ser negativa ante el furor importador. El déficit comercial drenó divisas, desestabilizando el tipo de cambio, y las cuentas públicas entraron en saldo rojo que llegó al 3,4% del Producto Interno Bruto (PIB) en el 2001.
Ya en 1998 Cardoso debió recurrir al organismo que criticó en un sinnúmero de libros y ensayos: el Fondo Monetario Internacional, que le exigió un duro ajuste económico. En 1995 había retomado el proceso de privatización de empresas públicas que su antecesor, Fernando Collor de Mello, había iniciado en 1991. Las ventas de activos públicos alcanzaron a gigantes como el consorcio de telefonía Telebras y la minera Vale do Rio Doce, además de distribuidoras de electricidad y ferrocarriles, entre otros. También flexibilizó el monopolio de la estatal petrolera Petrobras.
El proceso de privatizaciones totalizó ingresos por 85.200 millones de dólares y transferencia de deuda por 18.000 millones, totalizando un negocio de 103.000 millones de dólares que convirtió a su mentor, Cardoso, en víctima de las metas alcanzadas. "Desde la privatización se cuadruplicó el número de líneas en el país, es muy fácil adquirir una conexión telefónica y hay más del doble de teléfonos celulares que antes, pero las tarifas aumentaron en forma descomunal. La morosidad da pánico", sostiene la reportera económica Isabel Versiani. El crecimiento del PIB cayó de un promedio anual de 8,75% en la década de 1970, a 1,77% en la de 1990. En la "Era Cardoso", Brasil registró el crecimiento económico más bajo en 40 años, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (Ibge).
El círculo de privatización, endeudamiento, aumento de tarifas, despidos en el sector público, incorporación de tecnología y despidos en el sector privado, además de dolarización del precio de los combustibles, determinó el cuadro completo de deterioro político del gobierno de Cardoso. Y también su abierta ruptura final con Lula, y probablemente lo peor para él, su alejamiento de su mejor amigo, Octávio Ianni, el sociólogo más importante del Brasil actual y ahora uno de los principales asesores de Lula. Con el segundo gobierno de Cardoso la tasa de desempleo alcanzó los dos mayores porcentajes de las últimas décadas: 7,6% como promedio anual en 1998, 7,7% en julio de 2002, de acuerdo con el Ibge. La violencia urbana también creció a índices explosivos. Durante su presidencia, Cardoso desarrolló la llamada "diplomacia presidencial".
FHC, como se lo conoce popularmente, es el mandatario brasileño que más ha viajado, disertado en el extranjero, e intermediado en asuntos externos a pedido de gobiernos amigos en la historia brasileña. Algunos insinúan que, dado el prestigio que ganó como estadista gracias a esta tarea diplomática, es probable que finalmente le reste ser "profeta", pero fuera de casa. (Reuters)