Año CXXXVII Nº 49611
La Ciudad
Política
Información Gral
El Mundo
Opinión
La Región
Policiales
Cartas de lectores



suplementos
Ovación
Economía
Escenario
Señales
Turismo
Mujer


suplementos
ediciones anteriores
Turismo 23/09
Mujer 23/09
Economía 23/09
Señales 23/09
Educación 22/09
Página Solidaria 19/09
Estilo 01/09

contacto

servicios
Institucional



 domingo, 30 de septiembre de 2007  
El cazador oculto: “Las ventajas de abandonar la televisión”

Ricardo Luque / Escenario

¿Quién lo iba a decir? ¿Quién iba a imaginar que llegaría tan lejos? Si era un pibe de barrio, simpático, entrador, bien dispuesto, pero sin más atractivos que sus ojos azules, siempre brillantes, y esa sonrisa cómplice con la que, sin esfuerzo, se ganaba el corazón de las madres, las abuelas, las tías y, por supuesto, las hijas que se derretían cuando las miraba a los ojos. A través de la pantalla. Claro. O no fue él quien sedujo a Susana Giménez, cuando era la mujer más deseada de la revista porteña. Una medalla que hoy mismo lleva con orgullo en el pecho. Una conquista que le valió el respeto de los hombres. Un público al que la carita de perro triste con la que hacía temblar a Andreita del Boca en “Estrellita mía” no le movía un pelo. Un público que aplaudió las travesuras de “pendeviejo” con las que sacaba de quicio a Luis Brandoni en “Mi cuñado”. Eran tiempos de gloria en los que bailaba en la calle Corrientes, jugaba al fútbol en el equipo de los “galancitos” y formaba parte del elenco estable de la farándula de Michelangelo. Bailaba en la discoteca del amor, dormía en hoteles abiertos día y noche, vivía una juventud sin barreras. Un personaje creado a imagen y semejanza de Isidoro Cañones. De pronto, la vida dio un giro inesperado. De un día para otro le dijo adiós a la televisión. Se terminó el estrés de las grabaciones y ya no hizo falta el vaso de whisky para bajar a tierra. No más vivir pendiente del rating, ni de los caprichos de las estrellitas de temporada. Nació entonces su romance con el cine. Un amor que había descuidado encandilado por los brillos del éxito. “Nueve reinas”, donde el chanta de “Mi cuñado” se insinúa triste, solitario y final, lo puso en la mira de Hollywood. Pero esta vez no se dejó tentar. Esta vez eligió bien: primero “El hijo de la novia”, después “Luna de Avellaneda” y “El aura”. La muerte de su amigo Eduardo Mignogna lo apuró a ponerse detrás de cámaras en “La señal”. Ahora le llegó el sueño del Oscar con “XXY”. Un premio por haber sabido cambiar a tiempo. Un premio merecido para Ricardo Darín.
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo



  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados