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 sábado, 23 de junio de 2007  
Yo creo
“Una caja china con sorpresas impensadas”

Asia proyecta su cultura sobre Occidente. Al menos ya no es una curiosidad ir al cine y encontrarse con una gestualidad y un idioma absolutamente inextricable para los occidentales. La llegada de películas coreanas, chinas o japonesas, si no es abundante, es regular y constante. Del cabecilla de la avanzada más popular, Zhang Yimou, acaba de estrenarse en Buenos Aires “La maldición de la flor dorada”, que además viene con gancho: es protagonizada por la ex mujer del realizador Gong Li, musa sofisticada y figura de los primeros y recordados filmes del director, “Sorgo rojo” y “Joudu”. Esta semana “The Host” se sumó a la cartelera rosarina, un exponente del cine de terror, un género que ya es un clásico entre las producciones de Oriente que desembarcan en esta zona del mundo. Japón inspiró alguna de las películas de terror más taquilleras. “La llamada”, que se basó en un best seller arrasador; “Agua turbia”, remake de un clásico nipón, y “El grito”. El coreano Kim Ki-Duk tiene filmes como “El arco” y “La isla” que subrayan un estilo personal e inclasificable y cuenta con una legión de admiradores. Claro, no hay que olvidar a Akira Kurosawa y a sus poesías visuales y a Ang Lee, maestro de la acción más refinada. A medida que los países emergentes de Oriente se ganan un lugar en el mundo su cine conquista espectadores más allá de sus fronteras. Las películas chinas son pioneras en salir a buscar públicos en Occidente. Por estas tierras, hay un nicho del mercado que consume producciones tan dispares entre sí como “El arco”, “La casa de las dagas voladoras” o “El tigre y el dragón”. El “Made in China”, o el “Made in Hong Kong”, no sólo es posible verlo en productos de consumo doméstico. Hay otra industria que se abre paso desde Oriente y que poco a poco está haciéndose un lugar al lado de aquella que hasta hace poco sólo mostraba en su lista de ofertas aspiradoras, tupers y flores de plástico.


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