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 domingo, 06 de mayo de 2007  
Parto natural
Informados para elegir la mejor manera de nacer

El parto natural en muchos ámbitos se interpreta como una concepción fundamentalista a ultranza: parir sin goteo de oxitocina artificial, epidural (peridural), episiotomía ni instrumentación. Allí donde la tasa de cesáreas es alta; como en nuestro país y especialmente en el ámbito de la medicina privada; hay quien utiliza ese término para referirse a un parto vaginal. Pero parto natural no es simplemente un parto “sin dolor”, sino aquel que se produce gracias a la fisiología, y en el que los procedimientos obstétricos se aplican únicamente en caso de necesidad. Es lo opuesto al parto medicalizado, atendido por la obstetricia convencional en el cual la tecnología sustituye la fisiología de la mujer, desvirtuando la experiencia del nacimiento y generando riesgos innecesarios para la madre y el bebé.

En el primer caso, la técnica está al servicio de la naturaleza: parto respetado. En el segundo, la naturaleza es doblegada por la técnica: parto medicalizado. Las tasas de cesáreas en los países y hospitales que respetan al parto como un proceso natural no suelen superar el 10% (Francia, Holanda, Canadá, Alemania, Noruega). En nuestro país, el índice de cesáreas es de casi el 35%, trepando a casi el 40 ó 45 % (incluso más) en algunos ámbitos privados.

Contrariamente a lo que se piensa, parto natural no es volver al pasado, sino recuperar la capacidad y la confianza en la propia naturaleza. Tampoco es renunciar a la tecnología, sino adjudicarle el lugar que le corresponde: sólo para las complicaciones y en los casos de riesgo.

Las prácticas de rutina en salas de pre-parto y parto, no son buenas ni malas, son oportunas o inoportunas. Cuando se imponen de forma sistemática e indiscriminada a mujeres que no las necesitan, son inoportunas y violentan un proceso que debería ser respetado. Las intervenciones innecesarias desencadenan una serie de procedimientos que ponen en riesgo tanto a la madre como al bebé por nacer (riesgos que luego la medicina y la tecnología se encargan de “curar”), e incluso perjudican al bebé ya nacido cuando se lo separa abruptamente del regazo materno, que es el lugar que la naturaleza le ha previsto. De esta manera se somete al proceso a un ritmo acelerado que no es el propio, sino el establecido por la institución o por el médico.

En ocasiones es la propia madre quien se rehúsa a esperar, pidiendo que el proceso se acelere. Por eso es tan importante que las futuras mamás cuenten con espacios para reflexionar acerca de las cuestiones que hacen a la llegada de un hijo, entre ellas el tiempo, teniendo en cuenta que hoy es posible “acelerar” el desarrollo de un parto, pero ¿será posible “acelerar” los tiempos de un hijo, en tanto otro diferenciado?

¿Cuáles son, entonces, las condiciones idóneas para un parto natural y respetado? Según el doctor Michel Odent (médico francés, cirujano y obstetra que desde hace más de 40 años viene pregonando la humanización del parto) son: intimidad, seguridad y apoyo emocional para la madre y el bebé; y libertad de expresión y de movimientos con diferentes posturas para el trabajo de parto y el expulsivo.

Numerosos estudios demuestran que la posición vertical favorece el parto, y la horizontal lo entorpece. En horizontal, acostada o semi-sentada, el canal del parto se alarga y se estrecha y el coxis se dirige hacia lo alto, convirtiéndose en una vía de paso más angosta para el bebé.

Otros conceptos que se manejan son la asistencia profesional respetuosa, la búsqueda de procedimientos naturales de abordar el dolor, y tiempo para recibir y acoger al bebé.



El cordón umbilical

El respeto por la fisiología del parto implica reconocer la función del cordón umbilical que continúa latiendo y suministrando sangre oxigenada al bebé durante varios minutos después del nacimiento, que es el tiempo que el recién nacido necesita para comenzar a utilizar sus pulmones sin angustia ni riesgo de privación de oxígeno (obligándolo a iniciar la respiración en forma forzada, la sangre acude a los pulmones en detrimento del cerebro).

Pinzar el cordón inmediatamente tras el nacimiento es una práctica que, a la luz de la evidencia científica, debería haber sido abandonada. Quienes propugnan el pinzamiento precoz, lo hacen bajo los argumentos de que disminuye el riesgo de policitemia, hiperbilirrubinemia y, especialmente, facilita el manejo del recién nacido.

Los defensores del pinzamiento tardío exponen que este simple acto disminuye la anemia en la infancia, ayuda a la adaptación del recién nacido a la vida extrauterina y facilita el vínculo materno.

También, en los recién nacidos prematuros, el retraso del pinzamiento provoca niveles más altos de hemoglobina y hematocrito, con una menor necesidad de transfusiones. En la mayoría de los hospitales occidentales, el pinzamiento del cordón umbilical se realiza rutinariamente en forma inmediata o temprana.

El motivo para pinzar el cordón tardíamente está también dirigido a la prevención de la anemia infantil por carencia de hierro en los dos primeros años de vida del niño.

El déficit de hierro tiene una altísima prevalencia en las poblaciones de bajos recursos, sobre todo en la infancia y durante el embarazo, lo que realza aún más la importancia de contar con una estrategia simple que reduzca esta afectación.

Esta carencia de hierro puede producir serios trastornos en el desarrollo del niño, en múltiples órganos o sistemas. Una especial preocupación es el efecto nocivo sobre la maduración del sistema nervioso. Se asocia, además, con alteraciones del sistema inmunológico, apatía, y posteriormente, retraso de la función mental con disminución de la capacidad física e intelectual en adultos.

Quienes bregan por un parto respetado y un trato respetuoso, proponen que la forma de separarse el bebé del útero sea de una manera que le facilite su entrada a la vida extrauterina.

Para que esto sea posible es preciso que cada mujer y cada pareja pueda elegir con libertad.



Cristina Giménez (Médica)

Mariana Kaplan ( Psicóloga)
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