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 domingo, 01 de abril de 2007  
Bajo el agua. Suman 28.000 los evacuados y funcionan 135 centros de alojamiento
Santa Fe, aislada, comenzó a tener problemas de desabastecimiento

Santa Fe.— La angustia torna parecidos los rostros. En esta ciudad esa es la cara del nuevo flagelo hídrico.

   Tal vez eso explique la incómoda sensación que se percibe al visitar alguno de los 135 centros de evacuación.

   En cada uno de ellos está a la vista una misma miseria, una desorganización pareja, una urgencia idéntica.

   Pero también el mismo rostro en cada uno de los 28.000 evacuados, en los casi 5.000 autoevacuados, o en los damnificados directos e indirectos, cuya cuenta las autoridades ya han perdido pero que hace un par de días situaban en 60.000 personas.

   Entre estos figuran quienes viven fuera de la zona ganada por el agua pero que por una u otra razón también padecen la crisis de la ciudad que, en palabras del intendente Martín Balbarrey, sigue siendo “absolutamente grave”.

   En este escenario no faltan los tumultos. Los piquetes de vecinos damnificados surgen cuando los ánimos se exaltan, y eso ocurre cuando los baños químicos son insuficientes, el sueño es difícil de conciliar y la comida escasea o se demora tanto que produce el fantasma del desabastecimiento.



Masivo. Esto último modeló ayer el rostro de la capital de la provincia, donde la gente se volcó masivamente a comprar todo tipo de alimentos, incluso hasta vaciar las góndolas.

   También lo hicieron para extraer dinero de los pocos cajeros que funcionaban y todavía suministraban billetes. Frente a éstos se formaron largas colas durante todo el día. Por lo que conseguir efectivo para quienes poseen cuentas bancarias importaba un peregrinaje que comenzaba con la búsqueda de un cajero fuera de la zona sin energía eléctrica y que, además, no estuviera con su reserva agotada.

   En supermercados y almacenes la inquietud estuvo presente. Las empresas advirtieron que faltarán productos lácteos como consecuencia de que la cuenca lechera se encuentra bajo agua y con todos los accesos anegados el ingreso de camiones con mercaderías se ha visto resentido. Frutas y verduras y otros productos frescos comenzaron a escasear.



Aumentan los precios. Como siempre ocurre en este tipo de situaciones no faltaron los vivos sin escrúpulos que comenzaron a cobrar precios exorbitantes. Sobre todo en las zonas más afectadas donde el poder adquisitivo es, para colmo, el más bajo. Un paquete de velas costaba 10 pesos y el kilo de pan 5. Es que la inundación también sacó a relucir lo mejor y lo peor de los santafesinos.
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Sin las lluvias torrenciales, los inundados mostraron optimismo en cuanto a una mejoría del clima.

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