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 sábado, 02 de diciembre de 2006  
Reflexiones
Un paso en dirección correcta

Juan C. Figueroa Casas (*)

La sanción de la llamada ley antitabaco en la provincia de Santa Fe ha dado lugar a múltiples y variados comentarios en la opinión pública e implica un marcado cambio en costumbres ciudadanas. El Círculo Médico de Rosario, integrado por 34 asociaciones científicas filiales de diversas ramas de la medicina, cree oportuno hacer llegar a los profesionales de la salud y a la comunidad en general la posición de la institución, asumida por su comisión directiva con respecto a dicha ley y su trascendencia en la salud de la población.

El tabaquismo es un fenómeno del siglo XX. En términos de salud es posible calificarlo como "el Mal del Siglo". A principios de esa centuria el consumo de tabaco era menor de medio kilo por persona adulta por año, ya que su uso más importante era como tabaco masticado o aspirado por nariz. A partir de 1918 comienza el consumo masivo del tabaco bajo la forma del clásico cigarrillo produciéndose un incremento constante hasta la primera mitad del siglo. No se advierten hasta entonces efectos dañinos en la salud ni la adicción que conlleva. Los paquetes se obsequian como efectos personales, como compañía indispensable de los soldados en los campos de batalla y de quienes desempeñan tareas solitarias, y hasta se consideran como un toque avanzado de "glamour" en la población femenina que inicia, hacia la década del 50, su consumo generalizado. La publicidad los asocia con el éxito deportivo, social, y la conquista amorosa. En vertiginoso ascenso, el cigarrillo alcanza entonces su pico de máximo esplendor. Envases multicolores cuidadosamente diseñados, cortos publicitarios con artistas famosos recomendando sus bondades, marcas y sabores diferentes, compiten por un mercado en continua expansión y sustentan el desarrollo de una industria que produce enormes fortunas. En 1963 el consumo alcanza cifras tan elevadas como 4.345 cigarrillos por año por persona, con una prevalencia de fumadores de 41% sobre el total de la población adulta.

Sin embargo, en este meteórico recorrido el tabaquismo comienza a tropezar con obstáculos sólo advertidos posteriormente y como consecuencia de su prolongado uso. Ya en la década del 30 se conocen algunas comunicaciones relacionando al tabaco con daños en la salud. En el año 1950 surgen los primeros informes científicos asociando el tabaquismo con el cáncer de pulmón. Pero recién en 1964 la publicación del Departamento de Salud, Educación y Bienestar del Centro para Control de Enfermedades de EE.UU. demuestra y advierte la relación causal entre el llamado "hábito de fumar" (hoy adicción demostrada) y diversas enfermedades como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, el cáncer de laringe y pulmón, afecciones cardiovasculares y muchas otras.

Las voces de advertencia se multiplican entonces y la oposición a la libre difusión del tabaquismo crece, primero lentamente, y luego en forma acelerada. Las sociedades médicas advierten a la población sobre sus riesgos primero, y, más adelante, reclaman abogando por su prohibición al menos en los ambientes públicos. La industria se defiende con publicidad más sutil y no siempre sincera pero no puede evitar la obligación de marcar sus paquetes con leyendas que indican claramente que "el cigarrillo es dañino para su salud".

La información en contra del tabaquismo crece y se acumula rápida y abrumadoramente. Hoy se lo identifica como el riesgo prevenible más importante para la salud humana en el mundo. Se ha estimado en 21 millones las muertes prematuras causadas por el cigarrillo sólo en la década 1990-99 en los países que informan los decesos causados por el tabaquismo. Más de la mitad de esas muertes ocurre entre los 30 y 69 años de edad.

Las víctimas producidas por el cigarrillo superan con creces las causadas por las grandes plagas como la viruela, la peste, el cólera o aún el sida y las guerras mundiales. El riesgo no está limitado a los fumadores. La exposición pasiva al humo del tabaco aumenta claramente el riesgo de cáncer de pulmón y enfermedades cardiovasculares en los adultos y los niños crónicamente expuestos (durante el embarazo o posteriormente) tienen riesgo aumentado de muerte súbita del recién nacido, enfermedades respiratorias y otros problemas de salud. Separar los fumadores de los no fumadores en un mismo edificio, ventilarlo y renovar su aire, no elimina la exposición de los no fumadores a la inhalación pasiva.

Desde que comienzan a conocerse los datos mencionados (década del 60) se inician las campañas antitabáquicas. La primera desarrollada en Rosario en 1971 fue liderada por la Sociedad de Tisiología y Neumonología, filial del Círculo Médico de Rosario, e ilustrada por artistas de la ciudad -Julio Vanzo, entre ellos- destacando los riesgos del tabaquismo. Estos primeros ensayos, al ser ocasionales, tuvieron sólo impacto transitorio en la comunidad. No obstante, numerosas entidades públicas y privadas se han agregado posteriormente propiciando sucesivas campañas antitabáquicas consistentes en implantar una serie de medidas destinadas a disminuir las enfermedades causadas por el cigarrillo. Algunas de estas medidas fueron: educación a fumadores sobre los riesgos y formas de cesación, restricción de publicidad, advertencias en los paquetes de cigarrillos, movimientos de derechos de los no fumadores, concepto del fumador pasivo, cambio de actitud sobre la aceptabilidad social del tabaquismo, restricción del acceso al cigarrillo a los menores de edad, responsabilidad legal de los manufactureros por los daños ocasionados, aumento de impuestos al cigarrillo (10% del aumento en el precio produce que un 6% abandone), prohibición de fumar en lugares públicos y asegurar lugares libres de humo en los sitios de trabajo.

Estas acciones son resistidas tanto por la industria manufacturera como por quienes de algún modo se benefician con el tabaquismo y, aún, por las futuras víctimas que reniegan de la posibilidad de abandonar a su "traicionero acompañante". La concepción de fumar como signo de mayoría de edad es muy difundida, comenzando cada vez a edades más tempranas (entre los 11 y 15 años en encuestas realizadas en escuelas de nuestro país). Una vez iniciado el tabaquismo la adicción sobreviene rápidamente y la libre elección de abandonarlo es -por esa misma razón- sumamente restringida.

En este estado de cosas la provincia de Santa Fe ha dictado la denominada ley antitabaco, que prohíbe fumar en todos los lugares de acceso público. Esta acertada medida no sólo protege los derechos de quienes no son fumadores y de quienes trabajan en dichos sitios, sino también a los propios fumadores quienes son estimulados y ayudados por las restricciones a limitar su consumo. Es, además, eficaz como señal permanente para, eventualmente, convencer a este último grupo del daño que el tabaquismo les causa. También, y quizás más importante, induce a los más jóvenes a no emprender esta adicción y contribuye a descartar el modelo que representan los adultos fumadores.

Las políticas públicas deben defender la salud de la población mediante actos dirigidos no sólo a la curación de enfermedades, sino también -y muy especialmente- a su prevención. El paso dado con la sanción de esta ley va, sin dudas, en la dirección correcta y está en el contexto de lo que sucede en los lugares más avanzados del mundo. La obligatoriedad de incluir en la educación escolar, desde la mitad de la educación primaria en adelante, adecuada información contra este grave mal es otro paso en la agenda a seguir.

(*) Presidente del Círculo Médico de Rosario
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