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 domingo, 30 de julio de 2006  
[lecturas]
Tres miradas europeas

Federico Donner

Ensayo. Autorretato a distancia (Tocqueville, Weber y Adorno en los Estados Unidos), de Claus Offe. Traducción de Joaquín Etorena. Katz Editores, Buenos Aires, 2006, 160 páginas, $ 29.

Este es un texto que repasa los viajes de Alexis de Tocqueville, Max Weber y Theodor Adorno a los Estados Unidos en distintas épocas, a modo de pretexto para esbozar una genealogía filosófico-política de la relación entre Europa y el actual "país líder" de Occidente.

En lo que respecta a los dos primeros autores, sus viajes tenían como objeto y condición la comparación entre ambos mundos a fin de que les resultara en diagnósticos y ulteriores soluciones políticas y sociales para la situación europea. Distinto es el caso de Adorno, judío alemán exiliado, quien padece su estadía forzosa en los EEUU; situación que, según Offe, lo lleva a realizar investigaciones atravesadas por cuestiones de gusto personales y de recortes marcadamente arbitrarios.

El objeto teórico es el de los Estados Unidos. Más precisamente, el concepto de Occidente, es decir, la supuesta similitud o diferencia entre la sociedad norteamericana y la europea. Offe propone cuatro caracterizaciones posibles de los Estados Unidos con respecto a Europa, dos positivas y dos negativas (huelga decir que esto resulta válido para una situación en la cual los Estados Unidos y Europa son considerados fuerzas más o menos parejas): los EEUU pueden ser considerados positivamente como vanguardia de Europa (Tocqueville), como una sociedad más atrasada y por ende carente de ciertos vicios morales (Weber); y, negativamente, como una sociedad infantil y arcaica (Hegel) o, como la pesadilla del futuro inminente de la sociedad de masas en Europa (Adorno).

Es preciso aclarar dos cuestiones. En primer lugar, las posiciones de los pensadores que aquí nos competen han sido revisadas por ellos mismos. En segundo término, Offe sostiene acertadamente que estos modelos teóricos hoy en día resultan anacrónicos, no por errores analíticos y descriptivos sino por una cuestión de naturaleza histórica. Esto es, sin más, por la nueva posición de los Estados Unidos como nación líder de Occidente en términos bélicos y económicos (facticidad que, más allá de cuestiones valorativas, resulta innegable y hasta una verdad de perogrullo).

De aquí que, entonces, el recorrido por estas miradas del pasado no consiste en un mero juego de erudición infructuoso. Por el contrario, implica la revisión del concepto de Occidente y, más trilladamente, de la moderna Filosofía de la Historia. Desde que el Atlántico ha sobrepasado en importancia al Mar Mediterráneo, los pensadores han intentado ver en Europa y en EEUU un futuro común, y se preguntaban si ocurriría una europeización de los EEUU o una americanización de Europa. Si bien podemos afirmar lo segundo, los motivos históricos difieren de aquellos esbozados en el siglo XIX y en la primera mitad del XX ya que, como sosteníamos, se trataba en ese entonces de fuerzas más o menos equilibradas.

Sin embargo, continúan siendo vigentes y útiles para el análisis contemporáneos los trabajos de estos tres autores en relación con la especificidad del ethos político y civil norteamericano. Al respecto, mantienen su importancia para una genealogía de la autoconciencia política norteamericana; en primer lugar, lo que Tocqueville llamó una conciencia política ateórica e irreflexiva, es decir, la creencia que los valores morales expresados en la constitución norteamericana son autoevidentes (el concepto de self-evident tiene implicancias de largo alcance). El pensamiento político norteamericano no ha concebido al Estado como formador del ciudadano, sino, por el contrario, lo ha relegado al lugar de una confederación de las comunidades religiosas y asociaciones civiles secularizadas cuyo papel principal es el de no interferir en las libertades religiosas y morales de los ciudadanos. Si el proceso de laicización del Estado europeo se dio por un debilitamiento de la Iglesia, el surgimiento del Estado norteamericano como institución laica, se produjo por un recelo de las comunidades religiosas de no ser molestadas por el Estado en un marco teórico-político más bien pobre e irreflexivo desde el punto de vista de la larga tradición del pensamiento europeo. Esa falta de cohesión política, por la limitada jurisdicción interna del Estado federal, ha signado toda la historia de la política internacional norteamericana, siendo éste el único terreno apto para cristalizar lo que podríamos llamar la identidad nacional norteamericana o patriotism. Por último, el rol de los EEUU en el mundo, es concebido, en este pensamiento acrítico, como una misión encomendada por Dios, una misión liberadora, mesiánica, la cual, sin lugar a dudas, no puede prescindir de una amenaza externa constante, real o forzada, pero siempre calificada en términos religiosos.

Sería un error confundir el mesianismo de la política exterior norteamericana como un mero juego de palabras que recubre un cinismo incrédulo: por el contrario, este mesianismo está arraigado en lo más profundo de la tradición del pensamiento político y de la dinámica entre sociedad civil y Estado en ese país del norte.
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Tensión. EEUU y Europa en la mira de Offe.

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