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 domingo, 22 de enero de 2006  
Los publicanos y "señores" argentinos

Carlos Duclos

La acción tributaria es tan antigua como necesaria, pero a la vez el sistema de uno y otro tiempo, el hombre al fin, se encargó de que fuera tan odiosa a los ojos de la sociedad como injusta. A veces, en realidad, perversa como tan perversos fueron los que tuvieron a su cargo trazar las políticas y hacerla cumplir. Los romanos, por ejemplo, apelaron a la figura del publicano para recaudar sus impuestos. Los publicanos -que se hacen célebres en virtud de la historia evangélica de Mateo o Leví, el apóstol de Jesús que se arrepiente de ser un opresor de sus semejantes- no eran funcionarios del Estado sino agentes privados al servicio del imperio que tenían a su cargo cobrar impuestos. Desde luego que el concurso para convertirse en un publicano no lo ganaba cualquiera, sino que debía mostrar y demostrar el sujeto que tenía la capacidad suficiente para hacerse del tributo. Y estas capacidades muchas veces, las más de las veces, comprendían insensibilidad, falta de escrúpulos y hasta efectivo uso de la fuerza. Lo que importaba al publicano era garantizar primero que se satisfaciera la necesidad imperial en cuanto a fondos, fueran estos destinados al erario, al fisco o a la caja privada del emperador y segundo e inmediatamente separar una ganancia para él por el trabajo realizado.

Demás está decir que los publicanos eran odiados en todo el imperio y en algunos lugares, como en la antigua Palestina, eran considerados seres abominables, lisa y llanamente pecadores. Sus actos, que contemplaban el principio de que el fin justifica los medios, justificaban esta calificación.

Durante la Edad Media apareció el feudalismo y, como se sabe, dentro de éste el señorío. Los campesinos, que eran la sociedad, el pueblo en general de aquel entonces, debían pagar al señor feudal el impuesto. Este acto, el de tributar, como todo el régimen feudal en general, no estaba desvinculado, tampoco, del uso de la fuerza. El señor feudal, un noble, que tenía a su cargo el territorio, debía rendir cuentas a su vez (aunque no siempre) a su superior, por lo general el rey y por ello la cobranza debía hacerse por las buenas o por las malas, y si el campesino no había logrado por los motivos que fueren hacer rendir la tierra como correspondía debía hasta sacar el pan de la boca de sus hijos para satisfacer la necesidad del feudo.

Al respecto dice Carlos Barros, de la Universidad de Santiago de Compostela, que "el feudalismo es, por consiguiente, un sistema social articulado alrededor de la fuerza: la clase señorial ejerce una violencia estructural sobre los campesinos, y los vasallos consienten y buscan la dependencia al necesitar y desear la seguridad que les ofrece el poder de su señor frente a terceros, aspecto éste de gran magnitud y que no se encuentra en otros modos de producción, donde es el Estado naturalmente quien detenta el usufructo oficial de la violencia".


Publicanismo y feudalismo argentino
Cuando se compara la técnica recaudatoria del antiguo imperio romano y del medioevo con las metodologías democráticas de los países subdesarrollados como Argentina se puede observar que el sistema se soporta en la práctica sobre tres ejes que son tan perversos como los de la antigüedad: inequidad, violencia e inescrupulosidad. Lo que le importa al gobierno, sea éste nacional, provincial o municipal, es la recaudación y en la tarea cotidiana no hará distingos entre quienes pueden tributar o no pueden. El alarmante (por muchos aspectos alarmante) aumento de las tasas sancionado y promulgado por el gobierno socialista de Rosario, es un ejemplo. El método empleado no tiene en cuenta ni el servicio prestado, ni la capacidad del contribuyente para hacer frente al pago de la exigencia. El vecino debe pagar se preste el servicio o no y aún cuando su capacidad económica no sea la de su vecino -inmensamente más rico- pagará el mismo monto. Y además, teniendo en cuenta el contexto urbano, por un mismo servicio (que como se dice a veces no se presta) los vecinos pagarán suma desiguales. ¿Hay algo más injusto?

Pero así como esta y otras medidas socialistas de socialismo no tienen nada, así tampoco ciertas medidas del gobierno justicialista, en materia tributaria, de justicialismo tampoco tienen nada. Lo del señor Montoya, por ejemplo, en la pésimamente gobernada provincia de Buenos Aires, es un claro ejemplo de "señorío" moderno. El señor avanza a gusto y placer teniendo como propósito único el recaudar sobre la falacia de que se emprende contra los ricos incumplidores, cuando en realidad se avasalla -como en el régimen feudal- la justicia y sus herramientas. Por lo demás, eso de emprender contra los ricos incumplidores es apenas una figura gramatical, un giro idiomático, un sofisma si se quiere, porque en realidad se emprende contra el incumplidor aunque el incumplidor sea un empleado, un profesional, un comerciante, un empresario o un productor a quien las cosas no le van bien.

Tampoco lo de Montoya es un hecho aislado. De a poco se va observando que en distintos lugares y de distintas formas se va imponiendo una mayor e impune presión tributaria. Desde la patética creación de "agentes encubiertos" de la Afip que desde las sombras acechan a los comerciantes, hasta los inspectores municipales agazapados detrás de un árbol a la pesca de que un automovilista produzca una infracción, marca claramente el propósito de los gobiernos argentinos: recaudar. La reciente noticia de que la Afip saldrá a cazar ricos en Rosario y el interior no es sino otro sofisma, otra versión falsa de la verdad. El Estado caza sin hacer mayores distingos y caza a veces saltando por encima de derechos. De otro modo no se explica que un trabajador deba pagar impuestos a las ganacias y la ministra de Economía se niegue a reducir el monto mínimo. ¿Qué clase de justicialismo es este?

El feudalismo tenía un propósito claro en una sociedad europea signada por las constantes batallas y guerras. Puede o no compartirse ese propósito que era, fundamentalmente, mantener eficiente y eficaz al hombre de armas en una sociedad signada por batallas y guerras. En este nuevo "señorío argentino" ¿qué propósitos se persiguen? La salud pública está en crisis, la educación lo mismo, la seguridad no existe, la Justicia quiere ser demolida, la brecha entre ricos y pobres sigue tan amplia como siempre. Tal vez el propósito, entre otros es seguir manteniendo a una gran masa de desocupados a lo largo y ancho del país que son para el sistema, en definitiva, no seres humanos sino votos que mantienen en el poder al histórico señorío nacional.
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