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 domingo, 15 de enero de 2006  
Interiores: determinaciones

Cuando hablamos de determinaciones se trata de una palabra y de un concepto muy fuerte, sea que se hable de lo determinado, o de lo determinante. En cualquier caso estamos diciendo que algo, lo que sea, es lo que determina que algo sea lo que es a otro algo. Bien mirado no se trata de demasiado lío, ya que simplemente estaríamos diciendo que el conjunto de las cosas existentes se dividen en las que son determinantes y las que son determinadas. A este conjunto de cosas determinadas y determinantes habría que agregarle el azar, es decir las líneas de determinación que sólo se juntan circunstancialmente, al punto que pierden su carácter de tal.

El conjunto de determinaciones invisibles que hicieron que el bolillero consagrara precisamente mi número de billete de lotería. O el del otro. El humano es un ser con múltiples determinaciones que en líneas generales se dividen en:

  • Determinaciones externas.

  • Determinaciones internas.

    Las externas son todas aquellas que rodean nuestro nacimiento, incluyendo de un modo esencial las que hicieron posible nuestro nacimiento, que podrán tener que ver con la determinación de nuestros padres o con el descuido, pero siempre con la implicación del deseo. Pero las determinaciones externas son muchas y se las pueden agrupar en invisibles y visibles, entendiendo por visibles las determinaciones económicas y socio culturales que nos envuelven desde que nacemos.

    Pero además están las invisibles que son todas aquellas significaciones explícitas o aun implícitas que también nos atraviesan desde el comienzo como pueden ser seguir el camino de nuestros padres, o por el contrario no seguirlo; la importancia de la honestidad y de la verdad; o contrariamente, el hábito de la transgresión; la recurrencia de la violencia o el valor de la tolerancia; el lugar del amor y el lugar del dinero. La valoración del miedo y del valor, y demás significaciones y valores que pululan alrededor de cada cual. Las determinaciones internas es una referencia a todas las huellas y marcas, sobre todo tramadas en el largo comienzo de nuestra vida que hacen preferir las pasiones, o celebrar las razones. Fijaciones inconscientes que anclan a los sujetos a las múltiples adicciones, tanto las permitidas como las prohibidas, y sin las cuales quedan desencajados de la existencia. O bien marcas o huellas que determinan elecciones problemáticas, conflictivas o simplemente equivocadas que se repiten a lo largo de la vida, y que sin embargo no pueden advertir al supuesto elector que la mayoría de las veces no está eligiendo nada, sino que está siendo guiado por hilos que no maneja.

    Lo cierto es que vivimos en el cruce entre estas dos determinaciones, las externas y las internas. En dicho cruce no sólo transcurre nuestra vida, sino que es lo que la hace posible, sin olvidar los imposibles de nuestra existencia que seguramente, y sin que haya estadísticas al respecto, son muchos más que los posibles. Es un domicilio a la vez común a todos y a la vez distinto, ya que cada uno y cada cual viven ahí a su manera, en un domicilio nunca del todo cómodo de forma que quizás esté allí el origen del verdadero estrés: en ese habitar entre las presiones externas y las internas.

    Es en este sentido que al humano le toca bailar con la más fea. Esta es una expresión fuera de época, pertenece a otros tiempos pues es posible que se refiera a los bailes de antaño en que la mujer era "sacada a bailar", es decir tenía que esperar sentada en el sector femenino destinado a tal efecto a que algún hombre situado en el sector masculino, también destinado a tal efecto, le hiciera seña de un modo discreto. La operación de invite era conocida como "cabecear".

    La mujer a su turno, también con cierta discreción, pero de un modo nítido, podía asentir y en tal caso era llevada a bailar. O en caso de no gustarle el cabeceador recurrir a mirar para otro lado. Con el riesgo evidente de quedarse en el lugar de esperar sentada (en algunos aspectos se puede recordar la legendaria película "El baile" del gran Ettore Scola). Otra expresión que se aplicaba y se autoaplicaba a la mujer que no era sacada a bailar era que había planchado toda la noche.

    Tiempos difíciles para la mujer en tanto eran tiempos en que ni siquiera podían reclamar ser contenidas, ya que estaban contenidas, o mejor constreñidas a moverse poco en pocos espacios, pues una mujer que se moviera mucho no era bien vista, y menos todavía si se movía demasiado en situaciones íntimas en cuyo caso levantaba sospechas, es decir despertaba los fantasmas masculinos. De forma tal que los hombres estaban determinados a la actividad y las mujeres determinadas a la pasividad como en las escenas y en el escenario del baile. Era la ilusión perfecta de un orden perfecto que vendría a ser la ilusión de casi todas las sociedades.

    También es la ilusión de cierta manera de pensar la ciencia, concebida y para concebir a todas las cosas como determinadas que desde el ojo de la religión se ven como predeterminadas. Con toda probabilidad todas las cosas son una mezcla imprevisible de determinaciones y de azar, de forma que nadie tiene un destino inexorable, salvo en el instante final que siempre hay alternativas. Además, en ocasiones a veces previsibles y en otras tantas imprevisibles, tanto a hombres como a mujeres les toca bailar con la más fea.

    Pero alguna vez alguien se preguntó, ¿y a la más fea con quién le toca bailar? Pregunta que por lo general no se hace porque estamos determinados a no hacerla, determinados como estamos a no preguntarnos por el otro. En lo posible, se trata de romper ciertas determinaciones sobre todo en estas sociedades comandadas por asociaciones de aplastadores.
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