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 domingo, 15 de enero de 2006  
Las personas muy exigidas, competitivas y perfeccionistas son candidatas al colon irritable
El problema secreto del presidente
Kirchner tiene una disfunción intestinal que podría afectar sus tareas cotidianas. De qué se trata realmente

Florencia O'Keeffe / La Capital

Los problemas de salud de los presidentes generan incertidumbre política y preocupación en la sociedad. Sucedió con Menem, después con De la Rúa y ahora con Kirchner. Y muchas veces la falta de información provoca especulaciones de toda índole y mayor confusión. Después de algunos intentos por ocultar lo que estaba pasando, el gobierno precisó que Kirchner sufre de colon irritable, una afección frecuente entre quienes ostentan cargos de alta responsabilidad y exigencia.

El sindrome afecta, en rigor, al 15 por ciento de los argentinos. Políticos, empresarios y pilotos de avión se anotan entre los más proclives a sufrir este problema crónico que afecta la calidad de vida y tiene un fuerte componente emocional. En los últimos años, hombres y mujeres relacionados con la política, entre ellos ex ministros y funcionarios de primera línea, escucharon el mismo diagnóstico.

"Las personalidades competitivas, perfeccionistas, exigentes, sometidas a altos niveles de exposición y rendimiento son candidatas al colon irritable", dice Silvia Bernstein, psicóloga clínica y autora del libro "Usted puede dejar de sufrir, soluciones para convivir con el colon irritable".

Pero ¿de qué se trata en realidad? ¿por qué se habla poco de este problema si afecta a tanta gente? "A nadie le gusta estar comentando sobre sus esfínteres y menos si están en el poder", dispara Bernstein, quien señala que "sacar a la luz este tema es positivo porque puede ayudar a muchos que padecen en silencio".

El colon irritable o sindrome de intestino irritable engloba una serie de alteraciones o trastornos abdominales o intestinales que suelen incluir dolor, molestias, disconfort (distensión e hinchazón) y cambios en el tránsito evacuatorio que pueden presentarse como constipación, diarrea o, en algunos casos más complejos, con la alternancia de ambos, explica Orlando Rufinengo, jefe de la Unidad de Endoscopía del Servicio de Gastroenterología del Hospital Centenario de Rosario.

Al diagnóstico se llega por evaluación clínica aunque en algunos casos es necesario recurrir a estudios de tipo invasivo para descartar que los síntomas del colon irritable no respondan en realidad a una patología orgánica como puede ser el cáncer, ya que algunos signos se parecen. "Cuando existen dudas hay que hacer estudios más profundos, sobre todo si hay señales de alarma como la aparición repentina de los síntomas luego de los 50 años; antecedentes familiares de enfermedades malignas; que las molestias despierten al paciente de noche; anemia, pérdida brusca de peso", menciona Rufinengo.

"La mayoría de las veces son los mismos pacientes los que insisten en chequear y volver a chequear que no tienen nada malo", comenta el médico y profesor de la UNR. Y añade una aclaración tranquilizadora: "Hay que dejarle en claro a quien recibe el diagnóstico de colon irritable que de esto no se va a morir". No obstante, "probablemente el problema lo acompañe a lo largo de su vida con períodos mejores y otros no tan buenos".

El temor, la angustia, el estrés, la ansiedad, están fuertemente relacionados con este sindrome. Por lo tanto, si quien lo sufre no está debidamente contenido pueden profundizarse los síntomas. De hecho, la derivación a la consulta psicológica es alta entre este tipo de pacientes, comenta Rufinengo.

De todos modos, aclara que "no es necesario estar muy mal desde el punto de vista psicológico para desarrollar un intestino irritable; lo pueden desencadenar los vaivenes de la vida misma, lo que tenemos que afrontar en lo cotidiano; y ni hablar de personalidades en cargos jerárquicos". Un hecho grave y no resuelto del pasado, una tragedia, una pérdida afectiva o la muerte de un ser querido también actúan como disparadores de este sindrome.


Las tardanzas y el saco
"La del presidente debe ser una modalidad diarreica, de ahí las llegadas tarde, las impuntualidades", dice otra de las fuentes especializadas consultadas por La Capital que prefirió mantenerse en reserva. El mismo especialista sugirió que el saco desabrochado del presidente puede obedecer a las constantes distensiones y molestias abdominales: "Tal vez no sea sólo una cuestión estética", agrega.

Es que esta disfunción (todos los consultados coinciden en aclarar que no es una enfermedad) compromete las actividades cotidianas. "Es como una orquesta en la que todos los instrumentos suenan a destiempo", ejemplifica Silvia Bernstein y agrega: "Solemos decir que el enfermo tiene el humor de sus intestinos".

Aunque hay diversos grados de malestar, es común que la persona con colon irritable viva en un estado de permanente vigilancia y vergüenza. Bernstein cuenta que "hay muchos que no quieren ni salir de su casa, porque están todo el tiempo pendientes del baño y la pasan realmente mal".

Por eso, más allá del tratamiento médico que suele incluir medicamentos, dieta y ejercicios físicos, se hace necesario el apoyo psicológico. "Intentamos bajarles el nivel de estrés, el grado de exigencia excesiva, el susto; buscamos llevarlos a una situación en la que puedan volver a disfrutar", dice Bernstein que por estos días le envió un ejemplar de su libro "Usted puede dejar de sufrir" al mismísimo Kirchner.

Aunque se cuida de no opinar del cuadro que afecta al presidente, Bernstein dice que "una persona que tiene una agenda completísima y una vida pública lo debe sufrir el doble; los pacientes aseguran que no pueden dejar de sentir sus vísceras. ¿Se imaginan como la puede llegar a pasar el hombre más expuesto del país?".

"Una cosa es lo que tuvo Menem en su carótida que una vez resuelto, más allá de su gravedad, dejó de ser un problema en sí mismo; esto, lo del intestino, es algo crónico que afecta la vida cotidiana", señala la especialista.

Para alivio de los afectados, se sabe que con un seguimiento médico correcto y el apoyo psicológico necesario en muchos casos, el problema se puede pilotear sin que se transforme en una tortura.

Por si quedan dudas, Bernstein remarca que el sindrome de colon irritable no es una somatización ni un problema de hipocondría, sino que existe "una zona lábil con una sintomatología específica y esto puede ser tratado".
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No tan bien. La disfunción que sufre Kirchner genera muchas molestias.

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