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 domingo, 13 de noviembre de 2005  
[Lecturas]
Para pensar la ética
Filosofía. "La huella en el palimpsesto. Lecturas de Levinas", de Silvana Rabinovich. UACM, México, 2005, 489 páginas

Federico Donner / La Capital

Más que abordar el pensamiento ético de Levinas desde un punto de vista tradicionalmente académico, Silvana Rabinovich intenta desbordarlo hacia una lectura polisémica, hiper, hipo, trans y paratextual. No se trata tanto de una reducción del pensamiento del filósofo lituano a los cánones del discurso filosófico académico oficial, sino de hacer estallar, diseminar (en el sentido derridiano del término) las categorías (si es que podemos usar este término cuando nos referimos a Levinas) que propone este pensador.

La obra de Levinas es una invitación a pensar de otro modo al de la onto-teología en la cual incurrió la filosofía desde Parménides a Heidegger. Rabinovich no se cansa de aclarar en este texto que, el de Levinas, no es un motivo de disolución o superación del pensamiento occidental, sino que se trataría de pensar lo "otro" que, con una perseverancia admirable, ha sido siempre reducido a lo "mismo".

Si bien podemos ubicar a Levinas en una tradición que ha inaugurado Nietzsche de confrontación contra las categorías de la presencia, de lo mismo y del ser, debemos hacer una salvedad clave: el filósofo de la ética no sólo no anuncia el fin de la filosofía, sino que por el contrario sostiene su profunda importancia y necesidad. No es que repentinamente la presencia, lo mismo, el ser, se vuelvan estériles, sino que se cuestiona su primacía. Ante la primacía del pensamiento del ser (metafísica, onto-teología), Levinas afirma a la ética como filosofía primera.

El aporte central de "La huella en el palimpsesto" es la marca de la tradición ética judía como lugar (mejor dicho, como no-lugar) de posicionamiento frente a la primacía del ser en el pensamiento centroeuropeo -sobre todo alemán- helenófilo. No es esta obra una hermenéutica que intenta desvelar las subterráneas "influencias" de las lecturas judías de Levinas (quien no sólo las asume en sus textos sobre el Talmud); más bien es una lectura en la que lo judío, esto es, no entendiendo por ello ni un dogma ni un movimiento nacional de "retorno" de la anomalía diaspórica, sino en el sentido en el que lo hace Lyotard en "Heidegger y los judíos", esto es, como metáfora del exilio, como lo irreductible a lo "mismo", como "el nomadismo del pensamiento".

Las huellas (como aquello que nunca estuvo presente, por lo que este texto carece de toda pretensión hermenéutica) de la tradición judía en Levinas dejan, según la autora, su marca en el intento de traducción de esa lengua bárbara (el hebreo) al griego. Esto es, en términos filosóficos, en las reflexiones levinasianas sobre la primacía del tiempo sobre el espacio (el tiempo mesiánico entendido como esperanza frente a la presencia), sobre la desformalización del tiempo sincrónico de la conciencia frente a la concepción diacrónica (donde los instantes vienen del futuro o, por el contrario, donde el yo siempre llega tarde), sobre la radicalización de la síntesis pasiva de su maestro, Husserl, en la cual la conciencia está ya siempre refiriendo a otro.

Pensamiento an-árquico (carente de arché, principio o autoridad), u-tópico (ouk-tópos, sin lugar), este texto resulta, pese a la complejidad de su objeto, una invitación a pensar la filosofía y, sobre todo, la ética, de otro modo.
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