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 domingo, 13 de noviembre de 2005  
Historias de la noche. Un DJ que pasó por más de 50 confiterías bailables
El disc-jockey más antiguo de Rosario
Miguel Garde cumple 30 años poniendo discos y recuerda la "profesión" que ama desde que era un adolescente

Pablo R. Procopio / La Capital

"Es quien pone el tema exacto en el momento justo". Miguel Garde define así al disc-jockey, o DJ como le dicen ahora a los también llamados pinchadiscos (una antigüedad que quedó demodé). Este mes, el hombre cumple 30 años en lo que él llama una "profesión" que comenzó cuando apenas tenía 15. Desde aquel momento empezó a dominar las pistas de la ciudad a través de la experiencia ganada en no menos de 50 boliches, muchos de los cuales ya desaparecieron. Un artífice de llamar al baile y unir parejas.

Si bien el espíritu del DJ es el mismo, esta actividad tiene hoy matices diferentes. "Han cambiado varias cosas", dice Garde mientras recuerda sus comienzos en la década del 70.

"Siempre me gustó la música y eso fue lo que me llevó a arrancar con esto", remarca. Era el típico adolescente que, con pelo largo, no soltaba sus discos de vinilo y no faltaba nunca a la casa de sus amigos del barrio (Alberdi) a la hora de hacerlos sonar.

Tanto es así que los invitados empezaron a convocarlo para sus propias fiestas. De este modo, empezó con los cumpleaños de 15 en domicilios particulares y continuó en clubes donde se celebraba absolutamente todo: casamientos, aniversarios y graduaciones.

Y fue esto último lo que lo catapultó como un verdadero profesional. A esa altura ya tenía su primer equipo que le habían regalado, juntando peso sobre peso, su viejo y su padrino.

A partir de estar siempre en las actividades musicales que organizaban los estudiantes del viejo secundario, fue finalmente contratado como DJ en el boliche Kokó.

"Vino un tipo a decirme si quería poner música en esa confitería", recuerda. Corría el año 1978 poco antes del Mundial de Fútbol. Por ese entonces también brillaban en las cabinas locales los disc-jockeys Alejandro Motta y Edgardo Mancinelli. Y se ponían de moda bailables como Silent, Sunset y Mambrú.

Mientras tanto, Garde cobraba notoriedad y era contratado en otras confiterías. "Inauguré K6 (que competía con Space) y después me fui a Ka Privado", sigue haciendo memoria.

Ama la música y no piensa dejarla. Actualmente elige los acordes de un programa de radio, pero además trabajó en disquerías y tuvo un bar. "Si me nombrás un tema, te digo al toque de qué año es y quiénes son sus intérpretes y autores; algunos me dicen que tengo una CPU en la cabeza", comenta.

Después de 30 años, trabaja en Soho (Salta y Alvear) donde incluso continúa utilizando las bandejas para los vinilos, esos viejos y queridos discos que hoy fueron reemplazados por los compactos. Sin embargo, poco material musical se edita actualmente en los llamados long plays por lo que los CD son moneda muy corriente.

Se trata, entonces, de cuestiones que cambiaron indefectiblemente, como la tecnología, los horarios, la casi desaparecida música lenta, las bebidas y la forma de sacar a bailar a una dama. "Hoy los varones la tiran del brazo, esperan a que sean las dos de la madrugada para entrar al boliche y jamás pedirían un primavera", dice el DJ consciente de que el tiempo pasa.
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El DJ no puede olvidar los viejos vinilos.

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